La Guatemala que se ha levantado después de la firma de los Acuerdos de Paz de 1996 nos ha dado una rica lista de literatos y literatas que sostienen columnas o espacios para artículos y permanecen en vínculo con el periodismo constructivo en medios escritos. Esta es la respuesta a la gran necesidad de denunciar y de proponer que supera por mucho a la frecuencia con que se pueden producir las obras literarias… una cuestión de tiempo.
En esa doble categoría están: Margarita Carrera (1929), autora aún activa a quien este año en junio se dedicará la Feria Internacional de Libro de Guatemala, con obras como Sumario del Recuerdo. Memorias (autobiográfica), En la mirilla del jaguar, mantiene una columna semanal siempre propositiva.
También Carol Zardetto, cuyas novelas Con pasión absoluta y La ciudad de los minotauros y sus cuentos El discurso del Loco, cuentos del Tarot, ha alcanzado reconocimiento nacional e internacional, además de incursionar en el audiovisual y como guionista, sostiene una columna semanal donde trata temas coyunturales álgidos.
La poeta Carolina Escobar Sarti, con libros como La Penúltima Luz, Palabras sonámbulas, Rasgar el silencio, Patria mi cuerpo, Historia de una mujer desnuda, Exiliarse del corazón: Cartografía de amor y resistencia, ofrece una voz embebida de la realidad guatemalteca. En el poema Cuerpos hambrientos, evoca Guatemala así: “… no hay que nombrar la vergüenza/lo que no se nombra/no existe/el hambre es una muerte/que no tiene fuerzas para morir”.
Ese hambre compromete a las autoras en una voz que no cesa. Y no les queda hambre sin nombrar: La de la justicia rezagada por 45.000 desparecidos y desaparecidas durante la guerra sucia, la de las instituciones ausentes o coptadas que no se alcanzan para la atención a la infancia, la de la inanición de verdad que se comió el fantasma del encubrimiento en casos como el asesinato de Juan José Gerardi y tantos, la de nuevos marcos legales para elección de jueces y juezas, la de esa reforma judicial procedente, la de la validación del pluralismo cultural y jurídico que entraña un país plural de hecho, o el hambre de una ley electoral y de partidos políticos que prevenga la degradación de la categoría ciudadana que vota y padece las campañas electorales. El hambre de la persecución de la trata y el hambre del desarrollo humano como posibilidad. Autoras, asidas y crecidas en la poesía, la literatura o la academia, la denuncia toma cada vez más a sus palabras. Si bien leerlas deja muchas veces el sabor del último aliento, desentrañan día a día, semana a semana, las amalgamas jerárquicas y atávicas de un país hermoso que sabe doler a veces por espectacular a veces por la indiferencia deliberada que parece envolverle. La crueldad se enseña, se reproduce, se asienta, por eso poesía, literatura y cotidianidad dedicadas no se alcanzan y sus palabras son una lucha contra el tiempo.