Suplementos Claudia Apablaza

“La mujer está generando un nuevo discurso frente a su cuerpo”

Editora de Los libros de la mujer rota y autora de obras como Diario de quedar embarazada, Claudia Apablaza es una de las escritoras más importantes de la joven generación en Chile.

Previo a su próxima visita al país, invitada por la Escuela de Estudios Generales de la Universidad de Costa Rica, la escritora chilena Claudia Apablaza, una de las voces jóvenes más destacadas de su país, accedió a responder por correo electrónico algunas preguntas.

La presencia femenina en la narrativa chilena pasa por etapas y conceptos distintos, como se ve con Isabel Allende, Marcela Serrano, Diamela Eltit, Carla Guelfenbein, Lina Meruane, Nona Fernández y hasta con la generación a la cual usted pertenece. ¿Cómo es la relación intergeneracional entre las escritoras chilenas?

Creo que en estos últimos cinco años la relación intergeneracional entre las escritoras chilenas ha cambiado mucho. Esto por el nuevo movimiento feminista que ha cruzado y ha influido en todas las esferas culturales y sociales. Las relaciones entre escritoras se han estrechado, se han puesto a dialogar sobre diferentes temas y estéticas que antes no se acercaban. Esto creo que tiene que ver con el respeto que hoy prima hacia las mujeres en muchas esferas. Hay muchas actividades públicas que acercan a estas escritoras, diálogos en librerías, en universidades y en otras instancias que han permitido que esto suceda. Ha bajado mucho esa necesidad de la competencia entre escritoras; al fin, comprendimos que es necesario apoyarnos y pensar en objetivos comunes.

¿Cómo se relaciona la narrativa contemporánea chilena con la del resto de Iberoamérica?

Hay muchos puntos de encuentro. Hoy en día, debido a un gran movimiento editorial -sobre todo, independiente-, también se han estrechado los vínculos entre escritores iberoamericanos. Por otro lado, con la ayuda de las redes sociales, se han estrechado esos vínculos. Es mucho más fácil acceder a ciertos libros; se publican escritores de distintos puntos del mapa hoy en día en Chile. Por ejemplo, podemos leer en pequeñas editoriales independientes por estos lados a la cubana Legna Rodríguez Iglesias, a la escritora uruguaya Fernanda Trías, a Mariana Enríquez, Valeria Tentoni, Lucila Grossman, Liliana Colanzi, Federico Falco, Carolina Rack, Gabriela Wiener, etcétera; todo esto porque editoriales chilenas hoy se la están jugando para incluir en sus catálogos escritoras y escritores no solo chilenos, sino que también extranjeros de habla hispana. Ahora bien, con escritores españoles hoy en día aún se mantiene una brecha más aguda en términos de publicaciones, pero espero que eso comience a cambiar.

¿Hablar de movimientos, tendencias o generaciones resulta obsoleto en la narrativa del siglo XXI?

Creo que la diversidad de propuestas que hay hoy en día nos hace un poco más difícil la clasificación, además de que son producciones tan recientes, en mutación, que a veces es un poco complejo encerrarlas en ciertas etiquetas. Pero, así y todo, creo que hay ciertas variables que reúnen las producciones contemporáneas, que son, por un lado, las mismas variables que se han experimentado en la historia de la literatura y, por otro lado, variables contemporáneas que le dan singularidad a los proyectos de hoy. Por ejemplo, creo que, por un lado, siempre se va a mantener esa división histórica entre literaturas realistas, experimentales e híbridas, o la también división histórica entre escrituras ideológicas o más estéticas, y, por otro lado, hoy en día se le suman las categorías de literaturas influidas por los nuevos medios, géneros breves, tecnologías, feminismo, inmigración, ecología, postfeminismo.

¿Y en el caso de las literaturas nacionales…?

Es igual que la respuesta anterior. Hay temas locales e históricos que influyen en las formas que toma la literatura local, pero en general sucede lo mismo a nivel de generaciones.

Como editora de Los libros de la mujer rota, ¿cuál es la importancia en la actualidad de las editoriales independientes?

Las editoriales independientes son muy importantes dentro de un panorama literario, ya que apuestan por escritores con propuestas literarias más arriesgadas, movilizando así un campo de reflexión frente a lo literario, corriendo límites, poniendo en jaque. Apuestan por cierto tipo de literatura que no circula en grandes editoriales a no ser que sea probada en un cierto mercado y, bueno, está todo bien. Ambos ejes son necesarios para construir un campo donde la literatura circule; son necesarios porque hay un lector para ese tipo de literatura, así como hay un lector para otro tipo de escrituras.

Escribir sobre el cuerpo es como hacer un tatuaje en la cultura contemporánea; el cuerpo es la última frontera o el último recurso. Aunque se ha escrito mucho sobre el cuerpo de las mujeres, casi siempre ha sido desde una perspectiva masculina, incluso por parte de escritoras. Por ejemplo, el cuerpo femenino como objeto de deseo o como recurso social en el caso de la maternidad. En Diario de quedar embarazada ocurre lo contrario: primero, una mujer que es sujeto sexuado; luego, una mujer que “padece” la gestación. ¿Se está desarrollando, por fin, un nuevo discurso social acerca del cuerpo femenino con perspectiva femenina?

Creo que sí y, tal como señalaba en las primeras preguntas, el feminismo ha movilizado muchas instancias, y las mujeres que somos feministas también queremos y nos estamos movilizando con ese movimiento que ha sido tan fuerte en Chile. La mujer también está generando un nuevo discurso frente a su cuerpo, un discurso reflexivo, dejando entrever el deseo, el cuerpo y una puesta de sí en la escritura que no es solo un ejercicio intelectual, sino que también es una reflexión sobre los espacios y fronteras de nosotras como seres corporales y sociales. Por ejemplo, y yendo al tema de mi libro, la maternidad ha pasado por varias etapas. La primera (siglo XIX) en la que todas las mujeres eran madre porque así lo dictaba la cultura. Luego viene en el siglo XX una respuesta y rebeldía frente a ese mandato: las mujeres no quieren ser madres, pero sí quieren desarrollarse intelectualmente, porque al parecer eran dos terrenos que no podía convivir. En cambio, hoy en el siglo XXI las mujeres pueden ser madres e intelectuales, y no ejercen la maternidad como se ejercía antes, sino que la realizan desde una cierta libertad de crianza y sin esos mandatos de ser una excelente madre; descubren colectivamente nuevas formas de serlo.

Este año recordamos 45 años del golpe de Estado y la implantación de la dictadura en Chile, acontecimientos que no queremos seguir sufriendo, pero que tampoco queremos sepultar en el olvido. ¿Cuál considera que debe ser la función de la literatura en el siglo XXI y, en general, del discurso social y cultural respecto de esos hechos de finales del siglo anterior?

Creo que la literatura es también memoria histórica. Asumir eso es también asumir que en nuestras escrituras siempre estará el pasado; es imposible negarlo, obviarlo. Entonces, desde ese punto de vista, el pasado que vivió Chile va tomando ciertas formas en cada uno de los escritores chilenos dependiendo de cómo es que se encarna la escritura en sus procesos. En algunos, como Alia Trabucco, Alejandro Zambra y Nona Fernández, es un pasado mucho más explícito. Pero también se deja ver, de forma menos explícita, en otras escrituras que al parecer se instalara más en la forma de escribir que en una temática específica; por ejemplo, en Alejandra Costamagna, Diego Zúñiga, Matías Celedón y Lina Meruane, entre otros.

La función es mantener siempre la memoria histórica, ser eco de una época, pero siempre dependiendo de la estética de cada escritor, de las formas que asume la escritura en sus procesos.

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