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La montaña azul

A propósito de la explosión del Volcán Arenal, ocurrida a las 7:30 de la mañana del 29 de julio de 1968 Después de una noche alunada en el silencio un concierto matutino, un solo de viento en el alto cielo. Invariable la montaña -telón de fondo del paisaje- atenta observadora de lo que vive a … Continued

A propósito de la explosión del Volcán Arenal,

ocurrida a las 7:30 de la mañana

del 29 de julio de 1968

Después de una noche alunada en el silencio

un concierto matutino, un solo de viento en el alto cielo.

Invariable la montaña

-telón de fondo del paisaje-

atenta observadora de lo que vive a sus pies:

el fecundo colorido

de los valles halagados por los ríos;

los bosques, húmedas mansiones

habitadas por cruzados gallardetes pincelados

de turpiales, cardenales y tucanes;

las tejas protectoras de la aldea,

lejanos labradores,

los corrales, los rebaños, los sembrados, los senderos,

carromatos rebosantes

de los frutos más egregios de la tierra,

y los niños caminando de la mano hacia la escuela…

Sin embargo,

en la plácida mañana,

bajo la dulce, cotidiana compañera en el azul

-inmóvil en los días de los siglos y milenios-,

colosales fuegos ignorados,

unos terribles ríos abismales

encendidos de furor

se tocan y entrechocan

pugnando por salir de su prisión

resueltos a destruir los baluartes y la piel

de la bella camarada en el azul.

Raudas huyen nómadas las nubes.

Entonces, de repente,

el inalterable promontorio

vibra,

cruje,

su estructura de roca se estremece,

ruge,

oscila

y estalla

con un bramido de cincuenta mil cañones.

¡La novia azul era un volcán, no lo sabíamos!,

un terrorífico volcán

extractor de las substancias más extrañas

de las profundidades del Planeta.

Dos compuertas se abren abatidas

y emergen cósmicas materias,

desconocidos gases,

temperaturas inauditas

que a velocidades infernales

se extienden por valles y colinas.

Valles y colinas creados en toda su hermosura

por este paisajista hijo de Vulcano.

Trágica región incinerada

por este bárbaro Príncipe del Fuego,

inclemente Soberano que con pose elegantísima,

displicente,

contempla el cuadro atroz

que en el caballete luce al pie de su grandeza.

¿…Y los insectos, caracoles,

minerales y reptiles,

cuadrúpedos y pájaros,

humanos y batracios,

vegetales, infusorios,

arácnidos y peces…?

¿Y por qué la humanidad se duele más

de las catástrofes geológicas

(que ocurren porque es así como lo ordena la Galaxia)

que de las tragedias espantosas engendradas en sus mentes,

pesadillas cotidianas

que comprenden además toda la Tierra?

   

 MMXII

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