América Latina vivirá este año importantes procesos electorales cuyos resultados se esperan con gran expectativa. Brasil, Colombia, Cuba, Costa Rica, México y Paraguay elegirán gobiernos que definirán importantes derroteros políticos y cambios.
En la sociedad contemporánea, el desarrollo tecnológico favorece que la ciudadanía esté expuesta a grandes cantidades de información cuyo procesamiento y asimilación no es fácil y, a veces, ni siquiera consciente. Hace 70, por estas mismas fechas, Costa Rica vivía una cruente guerra civil resultado de la insensatez y la intolerancia. Gracias a sus instituciones civiles, sociales y democráticas, desde entonces el país ha logrado mantener una paz social y una estabilidad que han permitido el debate político, el respeto a la diferencia, la discusión de sus problemas dentro de un ejercicio razonable.
En la sociedad contemporánea, en un proceso electoral el votante necesita una capacidad de reflexión serena para discernir en medio del bombardeo de grandes cantidades de información.
El poder de elegir implica una responsabilidad histórica, pues a quienes resulten elegidos se les delega para tomar las decisiones por los demás.
Una elección democrática se fundamenta en el respeto y reconocimiento del resultado, pero si ese resultado no logra conciliar las distintas expectativas de los votantes, la libre expresión de la voluntad se ve vulnerada como instrumento del ejercicio democrático.
El elector actual no solo tiene derecho a estar informado sino a conocer la calidad de la información que recibe. No basta ser un ciudadano informado, sino que se requiere ser un ciudadano pensante que pueda enfrentar el desafío que los grandes flujos de información plantean.
Informar y elegir siguen siendo, ante todo, responsabilidades éticas.
