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Herzog

Todas las canas que tengo se llaman Kinski.

Todas las canas que tengo se llaman Kinski. Pero a quién le importa eso ahora. Lo importante es que las cinco películas se hicieron y circulan por el mundo para que la gente las disfrute. Y Kinski actuó como los dioses —y de una manera sutilmente diferente— en cada una de ellas. Por supuesto que era una peste para trabajar. Era un hombre muy intenso, algo que naturalmente asusta a la mayoría de la gente.

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La gente piensa que teníamos una relación amor-odio. Bueno, yo no amé a Kinski ni tampoco lo odié. Nos teníamos respeto, aunque los dos planeamos el asesinato del otro. Kinski fue uno de los grandes actores de cine del siglo XX, pero también era un monstruo.

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A veces yo lo provocaba para que se pusiera a gritar y vociferar un par de horas; después de tanto gritar quedaba exhausto y en el estado perfecto: silencioso, tranquilo y peligroso. Adopté esa estrategia para el discurso de Aguirre…, cuando se llama a sí mismo “la Ira de Dios”. Kinski quería hacer la escena a gritos, presa de la furia, pero yo quería que susurrara. De modo que lo provoqué y después de un berrinche particularmente feroz quedó exhausto por completo y literalmente echando espuma por la boca. Yo insistí en que comenzáramos a filmar y Kinski pronunció el discurso en una sola toma.

(En Fitzcarraldo) Jerry Hall me dio un pedazo de chocolate con crocante, medio derretido pero tan delicioso que me quitó el habla, y un indio me regaló un gran colmillo de jaguar para usar como amuleto alrededor del cuello. Filmamos con Mick Jagger y el joven indígena que en la película se llama McNamara, y los dos lo hicieron tan bien que hubo aplausos del equipo. Durante la escena Mick fue mordido por un mono en el hombro, y después se rio tan atronadoramente que sonaba como un burro rebuznando. Siempre que hay una pausa me distrae con charlas inteligentes sobre dialectos ingleses y la evolución del idioma desde el Medioevo tardío.

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En mis rodajes, me niego categóricamente tener una silla de director. Se lo dije a todo el mundo: “El director en mis películas siempre encuentra un rincón donde pararse o una caja de metal para sentarse”. Lo que le digo significa que quiero ver el dinero en la pantalla. No quiero que se vea en el tamaño de la casa rodante o en la calidad del aire acondicionado. Lo mismo pasó con algunas estrellas que actúan (en Bad lieutenant). Eva Mendes, su agente y su manager exigieron de inmediato que gozara de un entorno considerable. Es la práctica usual, el star treatment. También entonces fui muy claro: “Yo no tengo silla, no quiero ver al psiquiatra de tu perro en la locación”. Ella lo entendió, se rio, y fue solamente con dos personas.

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El hecho de que Leni Riefenstahl haya trabajado como cineasta durante el régimen nazi es un tema muy delicado. No puedo comprenderlo del todo (…).

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(El personaje) Aguirre me fascinó porque fue el primero que se atrevió a desafiar a la corona española y a anunciar la independencia de una nación sudamericana. Al mismo tiempo estaba completamente loco y no solo se rebelaba contra el poder político sino, también, contra la naturaleza misma.

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En mis películas los paisajes no son meramente pintorescos ni funcionan como telones de fondo panorámicos, como suele ocurrir en las películas de Hollywood. En Aguirre… la jungla nunca es mostrada como un ambiente bello y exuberante, como sí lo sería en una propaganda de televisión. Muchas veces la jungla que vemos en la película es una realidad tan extraña que nos cuesta creerla, y tal vez pensamos que es un efecto especial. En realidad la selva son nuestros sueños, nuestras emociones más profundas, nuestras pesadillas

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