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Gerardo Campos, un cuentista silencioso

A Gerardo Campos Gamboa (Ciudad Quesada, San Carlos, 1952) lo vine a conocer gracias a la intercesión del gran escritor, coterráneo y amigo, Francisco Rodriguez

A Gerardo Campos Gamboa (Ciudad Quesada, San Carlos, 1952) lo vine a conocer gracias a la intercesión del gran escritor, coterráneo y amigo, Francisco Rodriguez Barrientos. Antes había leído una reseña que le hacía el recordado Alberto “Beto” Cañas en su exquisita columna “Chisporroteos”. Allí sostenía don Beto que Gerardo era uno de los dos o tres cuentistas costarricense más importantes y “un cultor del idioma y de la prosa de categoría, y que estoy seguro de que figurará a su tiempo en la historia de nuestra literatura, a la par de Salazar Herrera, de Fabián Dobles, de Durán Ayanegui y en fin, de los mejores maestros costarricenses de la narración autóctona breve”.

Más tarde, cuando Cañas me dedicara uno de sus Chisporroteos para comentar con generosidad mi primera novela, Los ojos del Antifaz, compartí créditos también con Gerardo a quien, sin duda, don Beto admiraba. Pero, repito, fue Francisco quien nos reunió. Claro, antes me había dedicado a leer sus cuentos, especialmente su libro Marisol sí sabe por qué te quiere, Ernesto (EUNED, 1998) donde comprobé que don Alberto Cañas le hacía verdadera justicia. Son cuentos rurales, provincianos, pero intensos, con una gran fisga, cierta nostalgia y un enternecedor tratamiento. Con ellos y sus personajes bien pudo construirse una novela. Y entonces supe que, además de que compartíamos la pasión por la literatura, ambos éramos sancarleños. Naturalmente la amistad eclosionó y no cesó hasta el día de su muerte. Día aciago, pues me encontraba fuera del país cuando uno de sus hijos me comunicara la tremenda noticia.

El segundo libro de cuentos de Gerardo, Las Rosas de la 23X (Editorial Costa Rica. 2003), trata sobre asuntos urbanos, o suburbanos más bien: un barrio o ciudadela similar a los del sur (¿los Hatillos, o San Sebastián/Paso Ancho, donde vivía el autor?), con personajes y situaciones reconocibles gracias a la soltura y destreza de un narrador con un profundo conocimiento del mundo narrado. En ese libro hay un relato, el que le da título, que para el  “modesto juicio” de don Beto Cañas, “es uno de los diez o veinte mejores cuentos que se han escrito en Costa Rica”.

El tercer libro de cuentos se denomina Había una vez Homero (EUNED, 2007). En este, Campos crea un mundo narrado en sí mismo, igual que en los anteriores tomos: la sordidez de un San José nocturno y prostituido. Probablemente por pudor el protagonista/narrador está recluido en un manicomio y le coloca nombres griegos a los personajes, aunque sus conductas disten mucho de esos epígonos: la cruda realidad se respira como si el autor contara y describiera verdades re-conocidas. En realidad es un Homero (poeta) loco proveniente de su natal San Carlos. Todo ello, como en toda su cuentística, con un acendrado dominio del léxico, una viva y sintética riqueza verbal y una técnica narrativa que, como apostillara Cañas, “muchos nos la quisiéramos para dominguear”.

Con su cuarto libro, Consentimiento informado (EUNA, 2012), Gerardo gana el certamen de la Universidad Nacional UNAPalabra.  El mismo consta de 23 relatos con temas diversos tratados a través de una lucidez lúdica, mordaz, irónica. Sus historias, algunas de ellas “fantásticas”, reflejan situaciones concretas de la sociedad costarricense tales como el individualismo, la incomunicación y el obsceno manejo del poder. El narrador está comprometido puesto que es un buen conocedor de esas historiassostenidas gracias al exquisito oficio del autor. Sobresalen los cuentos “Variante inexplicable del odio” y “Donde se cuenta un engaño que sufrió don Quijote”.

El quinto tomo de cuentos de Campos lleva por título Los funerales del líder (EUNED, 2012). Son doce relatos que giran en torno a la Institución, un lugar donde los ciudadanos acuden a pagar impuestos y a solicitar servicios. El autor ironiza sobre la burocracia, la ambición, las ansias de poder y la atroz rutina que se desarrolla en las escabrosas entrañas de una institución estatal. Los personajes, una tanto kafkianos, se desenvuelven al interior de una estructura que no comprenden puesto que muchas veces atenta contra los mismos sin que se percaten de ello. Es la alienación burocrática. No olvidemos que Gerardo laboró parte de su vida en la Caja Costarricense de Seguro Social, donde pudo conocer de primera mano esa gris realidad. Por cierto allí, durante dieciséis años, dirigió la Editorial Nacional de Salud y Seguridad Social.

En el año de su muerte (¡que año 2016!) BBB Producciones le publicó un curioso libro de aforismos y narraciones breves denominado Conversación en tiempo de bolero. En este texto Gerardo nos deja ver su afilado estilete como un observador riguroso y a su vez sardónico del entorno, con un marcado estilo conversacional. Queda, además, parte de su obra inédita que su familia deberá seleccionar y, ojalá, dar a conocer pronto. Campos, además de un gran escritor y militante de la amistad, el fino humor y el buen vivir, era Licenciado en Lingüística, Bachiller en la Enseñanza del Español y la Literatura y Bachiller en Filología Española.

Deseo terminar esta reseña/homenaje a modo de despedida, con un juicio de don Alberto Cañas con el cual, por supuesto, coincido. “No me queda la menor duda: Gerardo Campos es de los importantes. Es hora de que lo reconozcamos y lo hagamos público. En lo que a este columnista se refiere, creo que al escribir estas líneas he cumplido con un deber”.

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