Forja Rosa Montero

La normalidad no existe

La escritora y periodista española Rosa Montero habla sobre su más reciente lectoaventura, disertación, artefacto literario que se titula El peligro de estar cuerda, en el que acude a los “raros” para mostrar que la normalidad es más rara de lo que parece y viceversa.

Periodista, narradora, columnista, hay una pulsión por contar historias en Rosa Montero quien, a través del Zoom, se ve simpatiquísima y bien dispuesta a charlar de, entre otras cosas, El peligro de estar cuerda su nuevo libro. Definido como “el proyecto literario de toda una vida”, reúne, en un género que sincretiza todas sus inquietudes literarias, contando historias donde lo normal y la locura, el testimonio, la ficción y la investigación periodística se cruzan sin límites claros. Montero no para de producir obras que son recibidas por lectores fieles de los que nunca le niegan una muestra de cariño.

¿Cómo maneja el cariño que genera su obra en la gente?

—Me siento querida y eso me hace sentir todavía mucho más en deuda con la gente. Hay un libro de Clara Campoamor en el que hace un cálculo que yo no había hecho: si una persona lee un libro a la semana desde los 8 años hasta los 80 (que es un buen ritmo) solo lee 3.000 libros en su vida. O sea que si un buen lector en toda su vida lee eso, pensar que escojan un libro tuyo con la cantidad de libros que hay es alucinante. Y si encima, además de escogerlo y leerlo, resulta que deciden entregarte su cariño, pues ya es una cosa mágica. Por otro lado, hay algo que me ha pasado algunas veces y que te baja un poquito los humos y es estar firmando libros y que llega un lector o una lectora y dice: “Ay, Rosa, como me gustan tus libros, me los he leído todos, eres una persona tan honesta, una escritora tan original”. No sé esas cosas. Y después de un rato diciéndote maravillas te dice: “Total que tú y fulanito sois mis escritores preferidos”. Y a mí ese fulanito me parece un escritor espantoso, un inmoral, un deshonesto, un copión, lo peor de lo peor.

Eso baja a tierra…

—Sí y no quiere decir que ese lector sea tonto, sino que al leer nosotros completamos el libro. Leer es algo muy activo y cada lector lee un libro distinto. Entonces, lo que quiere decir es que a ese escritor que te parece horrendo y deshonesto, ese lector le está poniendo el reflejo de su propia honestidad, de su propio sentido de la belleza que es lo mismo que está haciendo contigo. Intento, desde luego, ser una escritora lo más verdadera posible, escribir los libros que necesito escribir y hacerlo de la manera más auténtica, más entregada o más radicalmente rigurosa. Pero la otra parte la pone el lector, seguro.

Un escritor me decía que escribir de una manera accesible a los lectores le venía del periodismo. ¿Es así en usted?

Yo creo que no porque la narrativa y el periodismo son completamente opuestos. En periodismo, la claridad es un valor y en narrativa la ambigüedad es un valor: cuantas más lecturas tenga una novela incluso contradictorias, mejor. En periodismo, hablas de los árboles que tienes alrededor y en la novela intentas hablar del bosque. De lo que sí que depende es de tu relación con el mundo. A mí me gusta mucho la gente, la comunicación, tengo un montón de amigos, me gusta intentar entenderme. Por eso pues haces una literatura que a lo mejor es más accesible. No sé si fue Charles Bukowski que dijo que “un intelectual es el que cuenta de manera difícil las cosas sencillas y un novelista es el que cuenta de manera sencilla las cosas difíciles”. Esa es una buena ambición: contar de manera fácil, las cosas difíciles.

El peligro de estar cuerda es una suerte de catálogo de “raros”. ¿Cómo trabajó tanto material?

—Después de dos años de investigar cuatro cuadernos de notas, empecé a hacer cartulinas grandes con la estructura del libro. Llegué a marcar 74 temas que quería tocar. Tuve un momento difícil porque pensé que no sería capaz de abrirme paso en ese bosque de datos. Conseguí hacerlo, no afrontando el libro como un ensayo, sino dejándome llevar por el ritmo del propio libro.

En tiempos donde se habla de nuevas normalidades, usted saca un libro sobre “anormalidades”.

La salud mental es un tema que ha estado en construcción en mi vida, en mi literatura, en mis artículos. Son temas que he tratado muchísimo. Por ejemplo: en La loca de la casa ya conté que había tenido ataques de pánico y de esto hace 20 años. Y también en La ridícula idea de no volver a verte. Para mí, es algo que es absolutamente natural. La pandemia nos ha dado algo positivo a un precio altísimo, que ha sido que, como ha empeorado de tal manera la salud mental en todo el planeta, pues de repente la presión de ese empeoramiento ha hecho que se salte la tapa del tabú contra la salud mental. El año pasado fue el año en que la salud mental ha salido del armario. Cantidad de gente famosa ha contado que tenía ese problema. Y eso es un paso adelante increíble para la normalización de algo que es totalmente normal. La OMS dice —en un cálculo súper conservador— que el 25% de los seres humanos va a tener antes o después un trastorno mental en su vida; yo ya lo he tenido. El trastorno mental forma parte de la vida y, sin embargo, ha sido estigmatizado, ocultado, cuando no negado.

Esa estigmatización aumenta el sufrimiento además…

—Como digo en el libro, lo que llamamos locura en realidad es una soledad psíquica brutal que, si no has estado ahí, no sabes de lo que estoy hablando. Te sientes fuera de la especie humana. Si a eso le añades la presión del estigma y de la soledad social, entonces, conviertes a la gente en verdaderos desgraciados y los inhabilitas para la vida. Y hay montones de personas que han tenido trastornos graves y que han sido padres y madres de la historia. Isaac Newton tenía delirios psicóticos, Marie Curie era una depresiva. Reconocer lo normal que es el trastorno mental nos va a hacer mucho más felices y una sociedad mucho menos patológica.

Lo que cuestiona el libro, en definitiva, es que lo normal es lo raro…

—La normalidad no existe y, sí, ser raro es de lo más normal. Lo que pasa es que hay un abanico de raros y de rarezas muy grande. Y también es verdad que unos son más raros que otros. Así, lo que tenemos que hacer es intentar encontrar nuestra manada de raros que se parezcan más a nosotros.

Tomado de El País Cultural

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