Forja Bermúdez de Castro

“La cultura ha sido una ventaja evolutiva”

José María Bermúdez de Castro, uno de los padres del yacimiento de Atapuerca publica Dioses y mendigos, un viaje hacia lo mejor y lo peor del ser humano.

Como tantas otras creaciones que ven la luz estos días, la culpa de su nacimiento es de la reclusión que impuso la pandemia. José María Bermúdez de Castro (Madrid, 1952) debería haber escrito “tranquilamente” Dioses y mendigos. La gran odisea de la evolución humana (Crítica) pero el confinamiento aceleró el proceso. “Había tiempo para todo: compaginar mis obligaciones como científico con la redacción del libro”, reconoce. La divulgación científica, por tanto, es una obligación más que Bermúdez de Castro compagina con la revisión de artículos científicos, dar cuenta de actividades administrativas y mostrar los resultados de las excavaciones en los yacimientos de Atapuerca, como el reciente descubrimiento que nos desvelaba, gracias al análisis de la dentadura, las características de la “Chica” de la Gran Dolina. Con Dioses y mendigos Bermúdez de Castro fija sus trabajos de cuarenta años y emprende un viaje hacia la evolución de ser humano, “desde que éramos bípedos y poco más”, pero también hacia el proceso de desconexión con la naturaleza que vive en estos momentos. “Empezamos a pensar —puntualiza— que estamos por encima de cualquier otro ser vivo. Por eso tenemos que darnos cuenta que también somos verdaderos “mendigos”, seres insignificantes en el cosmos”.

¿Son los virus y bacterias viejos compañeros evolutivos del ser humano?

—Por descontado. Es más, entre uno y dos kilogramos de nuestro peso corporal está formado por seres ajenos a nosotros. Es el microbioma, formado por más de mil especies diferentes de microorganismos, de los que nos beneficiamos (o lo contrario). Por dar una cifra, el número de bacterias de nuestro organismo (unos 100 mil billones de bacterias) se encuentran en cada uno de nosotros.

¿Qué papel ha jugado la cultura en la historia del ser humano?

—La cultura humana comienza hace unos tres millones de años. Sin embargo, su intervención en la “selección cultural” de la humanidad no ha llegado a ser significativa hasta hace muy poco tiempo. El Neolítico, hace unos 9.000 años, marcó un punto de inflexión, en el que la cultura ha ido jugando un papel cada vez más importante en nuestro destino como especie. La cultura es en estos momentos el elemento que define de manera dominante nuestro “nicho ecológico”; es decir, nuestro papel como especie en los ecosistemas donde habitamos.

¿Cuál ha sido la fase evolutiva en la que podemos decir que se “inventó” la cultura?

—Muchas especies de primates poseen una proto-cultura, puesto que algunas de sus costumbres son adoptadas por los miembros de su grupo y solo por ellos. Nosotros hemos llegado varios pasos más adelante. Y cuando dimos el primer salto, hace unos tres millones de años, éramos primates no tan distintos a los chimpancés.

¿Qué circunstancias climáticas, alimenticias y geográficas la favorecieron?

—El clima jugó un papel trascendental en ese salto. Nuestra diversidad genética permitió que la selección natural posibilitara la continuidad de alguna o alguna de las especies de nuestra filogenia. Aquella o aquellas que fueron capaces de dar el salto hacia la cultura pasaron un nuevo filtro de la selección natural. Luego ya llegarían otras cuestiones, como el cambio en la composición de la dieta. Es importante recordar que hemos sido y somos omnívoros desde siempre, un dato muy favorable para poder adaptarnos a cualquier ambiente.

¿Es el cerebro y el lenguaje el epicentro de nuestra “humanidad”? Habla en el libro de luces pero también de sombras…

—En el cerebro se regula todo, desde el latido del corazón hasta la formalización de un concepto abstracto. Es lógico que demos una gran importancia al cerebro, sin olvidar que el epicentro de todo es nuestro genoma. Los dos proyectos científicos más importantes en relación a nuestra especie están dedicados a conocer el genoma y el cerebro. No es para menos. Sin olvidar que hemos de conocer nuestros orígenes, a los que quizá deberíamos prestar algo más de atención. Además de las funciones esenciales, gracias a la actividad del cerebro somos capaces de lo mejor y de lo peor.

¿Cree que esa cultura que nos ha hecho avanzar en la evolución nos está llevando en estos momentos hacia la autodestrucción?

—Me temo que la cultura, que ha sido una de nuestras ventajas evolutivas más importantes, nos ha llevado sin saberlo ni quererlo a una encrucijada. Nos ha conducido a otro de los momentos clave para la continuidad de nuestra filogenia, de la que ahora solo quedamos nosotros. Quiero ser optimista y pensar que aún estamos a tiempo de evitar lo que muchos/as ven inevitable.

¿Está la tecnología superando al propio ser humano?

—En términos globales, por supuesto que estamos siendo desbordados por esa parte de la cultura que hemos denominado “tecnología”. Quienes disponen de un cerebro privilegiado para conseguir grandes logros tecnológicos también están superados. Su especialización es extraordinaria, y consiguen que la ciencia supere las fronteras del conocimiento, pero forman parte de la humanidad y están tan expuestos como todos los demás.

¿Estaría de acuerdo con el término Antropoceno de Paul Crutzen para definir la etapa que vivimos?

—Sin dudarlo.

¿Ha puesto la evolución humana su punto final?

—Seguimos evolucionando. Ahora bien, si se cumplen los pronósticos de los más pesimistas, estaríamos entrando ya en el punto final. Confío en que no sea así y sigamos evolucionando durante milenios.

Tomado de El Cultural

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