Emilia Prieto se gradúa en 1921 pocos años después de haber dado inicio la Escuela Normal de Costa Rica, siendo parte de las generaciones que estudiaron en esa institución con un espíritu más libre, más democrático, más científico y con una visión republicana no solo del conocimiento, sino también de la responsabilidad de los futuros maestros como ciudadanos líderes en las diversas comunidades.
Hemos visto cómo estas generaciones impactaron la vida de las personas donde ellos trabajaron, hasta que se les permitió, por la represión política y la Guerra Fría.
Con su influencia y su luz de conocimiento, al graduarse de la Escuela Normal, es una mujer que tiene una experiencia de la identidad nacional, ella se incorpora desde las luchas sociales en contra de la dictadura de Tinoco a buscar respuestas cívicas al monopolio de la electricidad, a las luchas tan importantes como fueron también la solidaridad con el pueblo de Nicaragua y la lucha de Sandino contra la guardia nacional y la intervención de Estados Unidos en Nicaragua, luchas por la paz y contra el fascismo en Europa. En estas décadas, la vemos construir una ciudadanía de mujer comprometida con las principales tareas sociales y pedagógicas del país, para la niñez y la educación obrera.
Durante este tiempo, ella tiene la curiosidad de indagar la verdadera identidad nacional en el territorio costarricense, en el Valle Central va a buscar la música de los trabajadores de las fincas cafetaleras, de las fincas cañeras, del uso de las carretas para sacar sus productos, y en uno de los más hermosos textos: Un arte popular único en América: decoración de Carretas (1976, n.1) y su artículo de 1933 del Repertorio Americano sobre el arte popular, único en América, una estética del color y la decoración de carretas. En este bello artículo ella nos narra que desde 1932 fue profesora de dibujo de la Escuela Normal y comenzó con sus alumnos “porque había venido observando en el campo del arte popular decorativo y acordamos entre otras actividades programadas dedicar rato los sábados para copiar en el mercado de Heredia los diseños pintados a colores en las carretas de trabajo, se hizo una exhibición al terminar el curso que se interesó mucho el entonces secretario de Educación Pública, Teodoro Picado, y recuerdo que un discípulo mío de apellido Benavides, el funcionario, le envió una felicitación muy cordial y entusiasta exaltando el gusto y esmero que puso el muchacho en su colección de decoraciones reproducidas ante los modelos de dibujos y plantillas creadas por los trabajadores rurales”.
Así con humildad y generosidad nos narra el concurso de Carretas posterior, y nos participa de un viaje que hiciera con Carmen Lyra, en Las carretas de mi país (pág 15, 1933), donde nos relata Carmen Lyra: “Yo nunca me hubiera imaginado que la vanidad humana llegara hasta una carreta, las he visto y oído traquetear por muchos años por las calles y caminos de mi país, sin ponerles mayor atención ha sido preciso que Emilia Prieto y Gilber Laporte se interesaran en la ornamentación de nuestras carretas y me invitaron a ir con ellos a Sarchi, para que me diera cuenta del papel civilizador que juega y ha jugado la carreta en nuestro pueblo y de la importancia de la rueda en el progreso humano”.
Emilia Prieto nos comparte su valor al contemplar las carretas hermosamente decoradas de los trabajadores transportando sus productos, comprendiendo que para la creación artística debe haber un tiempo próspero y bonancible, una seguridad socioeconómica, una institucionalidad republicana que permitiera esa confianza de los individuos para la creación, ahí es donde ella observa la conciencia del pueblo y el espíritu que lo anima, en sus palabras, nuestra segunda independencia conquistada con sangre de héroes es la libertad de la gesta gloriosa del 56, volvieron los hijos de la patria con su tenaz y perseverante accionar a la fecundar la tierra y confiarle a los surcos la seguridad del diario sustento: “una vez cuando caía la tarde y vino con ella el descanso hogareño, algún labriego deslumbrado por celajes vesperales ideo uncir al arcoíris, el tosco carruaje, amigo fiel y auxiliar compañero de sus afanes. La carreta decorada fue desde entonces igualmente útil pero más bella. Y esto, en buen romance, se llama cultura”.
Álvaro Quesada Soto en su libro Uno y los otros describe a Emilia Prieto Tugores como una de las primeras ensayistas en Costa Rica, que plantea reflexiones sobre la estética de la vanguardia y la ruptura de las convenciones realistas de los cánones del arte y la literatura, además de la crisis de la mitad del siglo XX con las guerras mundiales y con el ascenso del fascismo y la crisis del humanismo. En el primer centenario de la muerte de Cezanne, describe al pintor como un mago, “que extrae de la alquimia impresionista su vigorosa línea flexible y orgánica viva en sí misma, humilde como tejados y cacharros que con unción buscaba y sobria porque supo grabarla con la punta acelerada de su ascetismo”.
La sobriedad de la línea o la palabra que Emilia Prieto Tugores crea, para referirse a la magia de la obra de este pintor, se vuelve hacia mí como el espejo donde a través de su línea ascética, perpleja del sentido original de las cosas, en la búsqueda de ese arduo camino de la honestidad que construye hacia el encuentro del verdadero valor de las cosas, y las realidades de los humanos de esta tierra. Esta búsqueda queda glorificada en los grabados olvidados y dibujos que se pueden contemplar.
El siglo XX trató a sus mujeres con rudeza y castigo, las mujeres del principio del siglo, con el don de la creación en sus corazones, tuvieron que bregar con afán para abrir los cotos privados de la magia del arte, coto de varones de fondos de libertades trastocadas.
Busco a Emilia Prieto Tugores, con su fusta espiritual, hecha de leve gubia, hecha palabra clara, a través de los objetos y el paisaje, a el alma costarricense, como se busca el origen del murmullo del riachuelo, un agua cristalina donde la pobreza y la marginación no quebraron el alma en su rituales de la vida del costarricense. Su vida transcurrió por el siglo al encuentro de lo que ella misma poseía, el don de la magia del artista que busca trascender en sus obras lo humano y espiritual que poseemos, en esa alquimia del verbo para adoptar de más vida, de la vida esencial. Custodia, afanosa, desde lo clásico a lo folclórico, desde su compromiso político y artístico de una entidad propia nacional y soberana.
A través del dibujo de la carreta, del arte precolombino, del impresionismo, y seguido de una canción y una tradición, recorrió muchos caminos, todos con humildad y su diáfana voz. Hoy podemos recordarla como la línea pura de la creación que no se vende en ningún mercado porque su valor no es trasegable en los mercados.
Ella es parte del proyecto político en que se incorpora María Isabel Carvajal Castro, Luisa González Gutiérrez, Arnoldo, Adela, Lucio, Edith Ferreto Segura, Carlos Luis Sáenz Elizondo, Corina Rodríguez López, entre otros destacados educadores, que igualmente van a ser expulsados del magisterio por sus luchas políticas en contra del fascismo. Van a ser los hombres y las mujeres que resistieron las políticas de represión más duras de la historia política de Costa Rica, de violencia a los derechos humanos, de prisioneros políticos, de represalias, de continuos asedios. Su valor y arrojo son muestra de lo mejor del ser costarricense, luchas por la democracia que no podemos olvidar.
Su compromiso revolucionario va más allá de una posición política, ella logra incorporar desde el feminismo una nueva estética del cuerpo de la mujer, en oposición al manejo mercantil y deshumanizado del cuerpo de la mujer en el arte. Debemos considerarla como una innovadora de la línea en su pincel y de su conciencia, que nos habla a través de las décadas, sobre la violencia hacia la mujer y el uso despectivo y cosificado del cuerpo de la mujer que va a hacer el responsable de tanto feminicidio y violencia de género en nuestro país.
Me gusta recordarla, más bien evocarla, en una sillita con su micrófono cantando en el Parque Central de San José, a una multitud de trabajadoras y trabajadores, estudiantes, gente del pueblo, en un mitin, un 1 de mayo, bajo aquel sol que siempre hacen los primeros de mayo, antes de qué la lluvia aplaque tantas emociones, me gusta recordarla así, con fisga, gracia, con su voz y su talento, con su generosidad, esa alma de artista. Es espíritu puro, solidario, eterno.