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Europa o la metáfora del devenir

Imaginemos, por un instante, un escenario donde el telón se abre como una niebla púrpura, donde las luces proyectan hologramas como películas en las cuales los actores viven,

Europa

David Monge

Poesía

Uruk editores

2018

Imaginemos, por un instante, un escenario donde el telón se abre como una niebla púrpura, donde las luces proyectan hologramas como películas en las cuales los actores viven, se hacen daño, mueren, o caen bajo un limbo o el embrujo de la música que acompaña todo el acto, una música brutal, incandescente, que proviene de la respiración o el golpe de instrumentos que no existen, y las butacas llenas de muertos o vivos, que se laceran porque saben que quizás ellos mismos sean esos actores principales que rompen esa cuarta pared imaginaria, que otros llamarán sombra o destino, pero que en todo caso, posee un común denominador: la derrota, o la palabra “Europa, que aparece, como una línea más, entre la utilería de este inmenso teatro que David Monge ha transmutado en poesía.

Ya decía Jung, no yo, que todas las tragedias se resumen en una sola: el paso del tiempo. Si bien es cierto, este es uno de los tres grandes tópicos de la poesía universal (los otros dos son la muerte y el amor), es la forma en la cual el texto es engendrado, la forma en que se expresa el tema, lo que hace a un poeta genuino y distinto de la generalidad. La construcción de este poemario, que gira en torno al tiempo, es una travesía muy difícil de encontrar en la poesía contemporánea costarricense. Un poemario concebido desde la percepción teatral, con personajes, elementos filosóficos, cinematográficos, e incluso científicos, para plasmar con abundante destreza del verbo, lo que le hace al poeta el tiempo, la bidimensionalidad entendida como la capacidad o el arte de entrar en el otro, como la historia de esos amantes que entrelazaron neuronas “en un cuento en la aurora de la muerte”; o ese impulso en el cual caemos sobre el globo terráqueo, en una metáfora pesimista-existencialista para nombrar la derrota o el caos.

Cabe a este punto, hacer una aclaración; en este libro el poeta es atemporal, por raro que esto suene. El economista y divulgador científico español Eduard Puncet, en su libro El alma está en el cerebro propone que el tiempo es como un sueño, que realmente no hay una prueba fehaciente de su existencia, que cuando uno lleva prisa para llegar al trabajo, a una cita, a la presentación del libro de un amigo, y uno se topa en la sala de la casa con un fósil de más de 150 millones de años y se detiene a acariciarlo, se da cuenta uno de que realmente el tiempo no existe. Así las cosas, David nos cuenta en este libro que “el futuro siempre llega muy viejo”, lo único que nos queda es el lenguaje y a la vez se lamenta “¡Ay! Si entendiéramos el lenguaje de las cosas” y ese lenguaje, queridos amigos e hipócritas lectores, es nada más y nada menos que el lenguaje poético. Ya bien lo sabía otro poeta y dramaturgo genial como lo fue Federico García Lorca, al afirmar que “Todas las cosas poseen su misterio, y la poesía es el misterio que tienen todas las cosas”. Ese misterio lo encuentra David hasta en una charca poblada por organismos anaeróbicos. Somos lo uno y lo mismo. Y a la vez se pregunta “¿Cómo salir de la existencia?”, a lo cual yo me atrevería a responder con aquella sentencia máxima de Nietzsche que decía “Solo el arte nos salva del absurdo”. Es desde esa especie de tabla de salvación, sobre la cual el poeta va ordenando los roles que los personajes de su libro asumen; hay una intromisión del público donde el poeta nos revela a la muerte como si fuera una lente de aumento. Hay también, y eso es maravilloso, una fuerte reminiscencia de lo que fue por allá de los años 50 y 60 el Teatro Pánico en España, con Fernando Arrabal y Jodorowsky como sus más grandes representantes. Ellos, bajo la premisa de “Viva la muerte”, hicieron un teatro alusivo al Dios Pan, bajo tres elementos: el terror, el humor y la simultaneidad. El pánico así, era concebido como “crítica de la razón pura, es la pesadilla sin ley y sin mundo, es la explosión de Pan (es decir, todo), es el respeto irrespetuoso al Dios Pan, es el himno al talento loco, es el antimovimiento, el rechazo a la seriedad… Es el acto de vivir, entre la confusión y el azar”. Todos estos elementos los encontramos en esta rara avis, en este tour de force que representa Europa.

David sabe que “todo lenguaje es lenguaje del miedo”, y que la música, el piano, la plegaria, el inconsciente, es superior a toda cultura y a toda razón. Cada acto de este libro es como escuchar sonidos grabados, el sonido de la propia vida que pasa sin darnos cuenta. Es el recuerdo de un paisaje que el poeta proyecta sobre la galaxia de la existencia donde se invita al público a ser partícipe de la obra, pero para tales efectos, el lector debe estar anuente a olvidar lo primitivo, es decir, plasmarse como una palabra más sobre el papel de serenidad o el caos, rendirse ante la muerte del padre o la madre y soñar con ellos; salir de la pesadilla o dejarse llevar por los hilos que David, desde lo alto del teatro, maneja con sus manos de brujo. Somos títeres entre lo que decide la vida. El actor, que aquí entendido como público, elige su propio vestuario. “La ausencia es superior al silencio”.

A todo esto, se preguntarán ustedes lo que significa Europa, en medio de este crisol de imágenes, donde todo es irreal. Europa es, simplemente, como el mismo David lo dice, “una palabra escrita al margen”. Pero puede que sea mucho más que eso y ahora es el turno de ustedes, de abrir todos los sentidos y descubrirlo de primera mano.

 

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