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El misterioso escándalo de Lala Solá

Era una mujer alta, esbelta, bellísima y elegantemente ataviada, y era un volcán con un habano en la boca,

Era una mujer alta, esbelta, bellísima y elegantemente ataviada, y era un volcán con un habano en la boca, voz atronadora, sobrada de ademanes y de oficio, contadora. De no ser por ese dibujo que le hiciera su esposo de entonces, el gran pintor Manuel de la Cruz González, su imagen se perdería en la leyenda. Eulalia Solá Borrell era el retrato vivo de una mujer intensa que se debatía en constante desafío con una sociedad mojigata que enmascaraba su doble moral con un discurso conservador. Lectora voraz, destacada entre lo más granado de la intelectualidad costarricense, no produjo otra obra que no fuera la asombrosa fábula invertida de su propia existencia. Hija de catalanes pero nacida en Costa Rica, heredó un cómodo capital que dilapidó sin reparos. Intelectuales, empresarios, políticos, artistas, bohemios y cofrades, acudieron a su guarida por la crítica sincera, el apoyo afectuoso, el criterio atinado o simplemente la complicidad profunda de la tertulia.

Aquí recordamos esa figura que conjuga misterio y escándalo con algunas anécdotas contadas por uno de esos amigos, el escritor Carlos Salazar Ramírez.

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