Los Libros

El mayo hippie de 1968 en Costa Rica

Aunque el mayo de 1968 en Costa Rica no se caracterizó por rebeliones en las calles, la juventud universitaria sí protagonizó escenarios de pánico moral que dejaron huellas.

A mediados de mayo de 1968, la prensa costarricense dio una noticia que permaneció por algunos días en el debate público. Según los medios, un grupo de jóvenes identificados como “hippies” hacían un peregrinaje por Centroamérica. En su paso, otros se unían y generaban pánico en cada ciudad de la región, al ser identificados como una amenaza moral.

Eran sospechosos al caminar descalzos y confesarse vegetarianos. Fueron acusados de consumir marihuana, vivir una vida sexual libre, vestir con ropa holgada y transgredir valores heteronormativos, por lo que, los llamados hippies acapararon la atención de los medios y despertaron la curiosidad, rechazo o simpatía de muchas personas. Su visita al país, sin embargo, les generó consecuencias inesperadas, evidenció la franca desesperación de las autoridades ante las nuevas identidades juveniles, hizo que Costa Rica tuviera un conflicto de orden internacional e instaló el mayo hippie de 1968 en la memoria de las generaciones que lo vivieron.

Mayo 68

A diferencia de lo que ocurrió en otras partes del mundo, en Costa Rica el mes de mayo de 1968 no se caracterizó por rebeliones juveniles en las calles, pero las identidades de muchas personas jóvenes sí fueron impactadas por discusiones sobre el contexto transnacional. Lo ocurrido en ese escenario no fue descuidado por políticos nacionales, que identificaron en la juventud a un actor social que merecía su atención.

Aun así, las noticias sobre la radicalización juvenil en las calles de París y en las principales universidades de mexicanas y estadounidenses, fueron rápidamente opacadas por las de un grupo de diez jóvenes provenientes de Estados Unidos, Inglaterra, México, Guatemala y Nicaragua, que estaba por llegar a la frontera de Costa Rica y que, sin pensarlo, la prensa identificó como una visita “indeseable”. A partir del 16 de mayo de 1968, los medios de circulación nacional les identificaron como “hippies”, “vagos”, “promiscuos”, “drogadictos”, “melenudos”, “degenerados” y homosexuales”, y propusieron cerrarles las fronteras, pues eran un “contagioso ejemplo” para la juventud costarricense.

Represión policial

Estas peticiones no fueron acatadas por las autoridades, pero el grupo de jóvenes se enfrentó a un escenario adverso en cuanto entró al país, el 20 de mayo de 1968. Desde entonces, las autoridades migratorias amenazaron en diferentes ocasiones con expulsarles del país. Las amenazas se concretaron una noche, mientras estaban en su hotel, cuando fueron arrestados y puestos a las órdenes de la Dirección de Investigaciones Criminales (DIC).

Los agentes del órgano policial decomisaron sus pasaportes y en una acción altamente significativa para comprender los alcances de la represión policial ante las nuevas identidades juveniles, los hombres jóvenes que pertenecían al grupo fueron rapados con máquinas de cortar pelo, pues, según el director de la DIC, la policía buscaba “evitar el feo aspecto estético” de los extranjeros.

Mensajeros de la paz

Este tremendo abuso de autoridad tuvo consecuencias diplomáticas. Los embajadores de México, Estados Unidos e Inglaterra en Costa Rica enviaron cartas a las autoridades correspondientes solicitando explicaciones por lo ocurrido. Inclusive, la visibilidad que los hippies ganaron hizo que la Federación de Estudiantes Universitarios de Costa Rica (FEUCR) les ofreciera refugio en el campus de la Universidad de Costa Rica (UCR).

Conscientes del pánico moral y haciendo uso de los valores tradicionales que conformaban la identidad costarricense, a partir de entonces, el grupo empezó a denominarse como “Mensajeros de la paz”, negaron los calificativos que les caracterizaban desde días pasados y aseguraban ser víctimas de “abusos”, “humillaciones” y “atrocidades” en manos de la policía costarricense.

¡No más hippies!

El refugio de la FEUCR garantizó que el grupo de jóvenes no fuera expulsado del país y mostró el alcance que para entonces tenía la UCR y su autonomía en el escenario político costarricense. No obstante, el abrigo estudiantil hizo realidad el temor de las autoridades. Fruto de la represión, los “hippies” se habían vuelto los personajes más admirados por la juventud y una franca muchedumbre conformada por periodistas y estudiantes universitarios, y asistió a una conferencia que ofrecieron en el auditorio de la Facultad de Derecho.

Aunque las opiniones enfatizaban en que las identidades hippies eran amenazantes para la “moral costarricense”, la misma represión había despertado la simpatía de un buen sector de la sociedad, conformado por padres, madres, políticos e intelectuales, que enviaron un caudal de cartas hasta los medios de comunicación impresos, en solidaridad con los jóvenes rapados y en “repudio” a las autoridades policiales del país. La afluencia de cartas fue tanta, que el 1 de junio de 1968, La Nación publicó un comunicado que tituló “¡NO MÁS ‘HIPPIES’ EN ESTA SECCIÓN!”, asegurando que eran incapaces de imprimir todos los mensajes sobre el tema.

Alegórica memoria

Como sucedió durante la Guerra Fría con otros pánicos instalados por los medios de comunicación, el interés por los hippies fue eclipsado por la misma prensa, que dejó de publicar al respecto. Pero, a pesar de la corta duración del debate, el impacto no sería menor, ni su recuerdo es anecdótico. Las memorias juveniles de la década de 1960 ubican aquella visita como un momento privilegiado del recuerdo, y evocarlo hace que esta memoria juvenil a veces sea rupturista y rebelde y otras veces sea alegórica y nostálgica.

A su vez, este recuerdo es significativo para mirar la vinculación que la juventud costarricense de la década de 1960 y sus memorias con el contexto transnacional de la Guerra Fría. Décadas más tarde, esos jóvenes de antaño reclamaron para su propia generación la herencia de radicalización de quienes protestaron en mayo de 1968, aunque su momento de rebeldía sucedió algunos años más tarde.

Juventud rebelde

El surgimiento de esa nueva juventud disidente fue previsto por un profesor que asistía a una sesión del Consejo Universitario de la UCR en junio de 1968, quien luego de insistir en la torpeza de las autoridades policiales ante los hippies, invitó a sus colegas a prever que un asunto como este no volviera a suceder, pues podía permitir la aparición de algo, que, según él, no existía todavía en Costa Rica: “una juventud rebelde”.

De este escenario juvenil, sin embargo, la ganadora fue la juventud. Mientras las autoridades policiales del país solamente se mostraron como un órgano represivo de las identidades juveniles que surgían en la segunda mitad del siglo XX, los universitarios y las universitarias demostraron su capacidad de leer su contexto histórico, de utilizarlo como su propio taller cultural y enfrentarse a una temática transnacional de la Guerra Fría. Al hacerlo, visualizaron las reacciones de la sociedad, las usaron a su favor, ensayaron métodos para responder a la represión y presentarse como actores juveniles de la opinión pública de Costa Rica.

Frente la insistencia de calificarlos como jóvenes “vagos”, La República del 21 de mayo de 1968 publicó esta caricatura de Jorge Chavarría Garita, conocido como Kokín, quien satirizó la llegada de los hippies a un parque del país, donde la vagancia, la vida pacífica y abstenerse al consumo de carne no eran novedades…

Suscríbase al boletín

Ir al contenido