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Dos mujeres: dos vidas a cara y cruz

Apenas cuatro días separaron las muertes, en julio de 1817, de dos de las grandes figuras intelectuales de su época,

Apenas cuatro días separaron las muertes, en julio de 1817, de dos de las grandes figuras intelectuales de su época, la francesa Madame de Staël y la inglesa Jane Austen, que representan la cara y la cruz de la mujer de su tiempo. El bicentenario de ambas nos recuerda además hasta qué punto somos herederos impenitentes de la Europa que se fraguó a finales del siglo XVIII.

Anne-Louise Germaine Necker, más conocida como Madame de Staël, nació en París en 1766; Jane Austen nació en Steventon, rodeada de valles y prados, en 1775. La escritora francesa murió el 14 de julio de 1817 en París, tras sufrir una parálisis en un baile. Por su parte, la escritora inglesa murió el 18 de julio de 1817 en Winchester; la causa sigue sin estar clara: intoxicación por un exceso de arsénico de uso medicinal, tuberculosis, herpes zóster o linfoma. El segundo centenario de sus muertes invita, sin embargo, a conmemorar sus vidas, y tal vez no haya mejor homenaje que leer sus textos, vigentes en ambos casos porque, desde perspectivas y lugares de poder muy diferentes, dan cuenta de cómo somos herederos impenitentes de la Europa que se fraguó a lo largo de los siglos XVIII y XIX: de los acontecimientos históricos pero también de los individuos que nunca se ven pero que siempre están allí, tras las ventanas de sus casas y que a veces son nuestros vecinos.

Madame de Staël fue la hija única y querida de un matrimonio suizo aristócrata y millonario. Muy pronto, la niña deslumbró con su exuberancia discursiva y se convirtió en protagonista indiscutible del salón parisino de su madre, cuyos esfuerzos iban destinados a impulsar la carrera política de su marido, cónsul de París. Heredó de la madre sus dotes como salonnière y cuando creció organizó a su alrededor uno de los espacios parisinos más influyentes y poderosos de la época. Pero Staël no se limitó, como la mayoría de las mujeres, a ejercer de salonnière exquisitamente educada, ni sacrificó su actividad intelectual o su vida amorosa. Muy al contrario, su programa vital giró alrededor del entusiasmado amor por la filosofía, la política y el abandono a los placeres de la carne.

 

La escritora exiliada

Jane, en cambio, fue la séptima hija del matrimonio Austen; nació y creció en el entorno rural de la parroquia que gobernaba su padre. Aunque sin tantas tierras, el estatuto social de la familia era el de los gentry. A los 25 años, Jane se mudó con su familia a Bath, su padre, recién jubilado, quiso fijar su residencia en la ciudad balneario de moda.
A pesar de las fiestas, las visitas familiares y las confidencias con su hermana Cassandra, Jane nunca se sintió cómoda allí. La escritora fue siempre una exiliada, condenada al peregrinaje: una red de obligaciones familiares extendida por diferentes condados exigió durante toda su vida la presencia inexcusable de Jane y de Cassandra allí desde donde se las llamara.
Con la muerte de su padre, se vieron obligadas a ajustar una economía doméstica que menguaba y se produjo otro cambio de residencia. Doblemente gentrificada por un poder adquisitivo en declive, Jane Austen padeció la nostalgia de la tierra pequeña, el desarraigo de la casa. La lectura y la escritura fueron sus exilios definitivos, una renuncia definitiva sobre todo de orden interior.
El exilio de Staël fue de orden público: una y otra vez se le negaba la posibilidad de participar en la vida política de su país. Defendió los ideales ilustrados de la Revolución Francesa e incluso en 1771 fue nombrada “Ministra de la Guerra”, por ser amante de Louis de Narbonne, a cargo de ese Ministerio.

María Antonieta bromeó acerca de las alegrías que este nombramiento iba a proporcionarle, teniendo tan cerca a todo un ejército de hombres: tan afamada fue su voracidad. En 1792, con las primeras muestras del Terror jacobino, Staël huyó primero a Gran Bretaña y luego a Suiza. La ayuda de sus amigos monárquicos constitucionalistas fue fundamental. Antes de irse, intentó sin éxito salvarle el cuello a su amiga, la reina María Antonieta con un texto anónimo y panfletario titulado Reflexiones sobre el proceso de la reina. La huida y el exilio marcarán, a partir de este momento, la vida de la novelista y pensadora.
Volvió a París en 1795, pero Napoleón, en 1803, le prohibió su presencia en la capital; el motivo, una mujer de papel: Delphine, la protagonista de su novela epistolar, es víctima no solo de una sociedad opresiva, sino también de su propia bondad. Staël escribió una novela alegato a favor de la libertad, la educación y la independencia de la mujer, necesarias para luchar contra su fragilidad y defenderse del mundo. Es una defensa del amor verdadero, del divorcio y del libre examen de los protestantes. La obra fue calificada de indecente. Me pregunto qué habría ocurrido con la novela epistolar austeriana Lady Susan, escrita alrededor de 1799, si se hubiera publicado: Susan, viuda y con una hija casadera, es implacable y malvada en su búsqueda de un marido para ella y para su hija; en la carta XXIX se lee: “A veces me asaltan dudas sobre el casamiento. No vacilaría si el viejo muriese; pero el estado de dependencia de los caprichos de Sir Reginald no es el que mejor se ajusta a mi espíritu de libertad […]”. Víctima de la condición social de las mujeres de la época, incapaces de valerse económicamente por sí mismas, Susan transforma su debilidad en una forma cruel de victimizar a los hombres.

Espacio público y privado

Con la Revolución Francesa, el espacio público se fue reduciendo para las mujeres hasta ser relegadas al ámbito privado; un lugar al que, sin embargo, nunca se sometió Staël. Para los ilustrados, la naturaleza ideal del hombre se convertía en demónica cuando se trataba de la mujer. Staël no luchó contra esta visión tónica de la mujer, pero le dio la vuelta y transformó lo tónico en superioridad y en energía trascendental, espiritual y artística de la mujer. De esta manera, también resignificaba calificativos como “marimacho” o “hermafrodita descarada” y los convertía en armas políticas, filosóficas y literarias de intervención desde las que buscó seguir escandalizando a la sociedad.
También Austen, desde el anonimato y el ámbito doméstico, configuró formas de ocupar el espacio político y público, a través de una escritura sin cuerpo y sin nombre, aunque nunca renunció a su condición de mujer. Sentido y sensibilidad, publicado en 1811, apareció firmado por un misterioso “by a Lady”. Sus preocupaciones políticas, sociales y económicas no pertenecían a la Historia; la escritora inglesa se fijó en lo anodino cotidiano, en el caso vulgar, en los sujetos que, como ella, no tenían ni voz ni nombre.

A diferencia de la centralidad del salón parisino de Staël, Austen era parte de la historia que, fragmentada e invisible, se fraguaba en la sociedad civil; su mundo, los conflictos familiares, la importancia de la posición social, el valor del dinero o el valor del matrimonio. La escritora inglesa fue cercana a los postulados feministas de Mary Wollstonecraft (1759-1797). Su obra A Vindication of the Rights of Women defiende la importancia de la educación de las mujeres para darles la oportunidad de intervenir en la sociedad. Este tipo de feminismo ilustrado no reivindicaba, a diferencia de las propuestas terrenales y aún cárnicas de Staël, la superioridad femenina ni el abandono de la vida doméstica, pero sí la igualdad de derechos y una educación racionalista. Y así son exactamente las heroínas de sus novelas: mujeres que redefinen su educación orientada a la caza del marido rico, y la transforman en un arma de liberación.
Una noche, y tal vez influida por la presión familiar, dijo sí a una propuesta matrimonial. Pero el compromiso duró poco porque por la mañana Austen se retractó. No hubo otros pretendientes, aunque parece que, según una Cassandra ya anciana, hubo una historia de amor frustrada porque el chico murió antes de que pudiera consumarse nada. La escritora rechazó el matrimonio como solución a las necesidades económicas, a pesar de que lo aconsejara repetidamente en sus textos, socarrona y crítica: “Las mujeres solteras tienen una terrible propensión a ser pobres, lo cual supone un argumento muy firme en favor del matrimonio”, escribió el 13 de marzo de 1817 en una carta dirigida a su sobrina Fanny.
Germaine, por su parte, nació rica y su familia quiso asegurarse de que seguiría siéndolo casándola con Staël, un marido que nunca lo fue, ni suyos fueron los hijos que la señora Staël tuvo. El circo de infidelidades y amantes jamás supuso un problema porque, como dijo el marido sobre su esposa: “Si no me hace infeliz es porque no osa inmiscuirse en mi felicidad”.

Espíritu universalista de Staël

Las literaturas europeas se constituyeron en la época de Madame de Staël alrededor del pensamiento nacionalista; si Rousseau veía en la tradición cultural un elemento de construcción identitaria, el movimiento romántico elogió y naturalizó las diferencias. En este contexto, surgieron espíritus universalistas y cosmopolitas como el de Madame de Staël, que desarrolló una teoría literaria basada en la comparación de las literaturas europeas y en el diálogo entre lo local y lo universal.

En sintonía con la Weltliteratur de Goethe, la señora de Staël configuró un mapa literario eurocéntrico: el mundo era Europa y Europa era el mundo y París su centro. Adelantándose al proceso de construcción del Imperio alemán que culminó en 1871, Staël supo apreciar el espíritu alemán y quiso introducir la literatura romántica alemana en el paisaje cultural francés. Napoleón, algo más que contrariado, pues se oponía a sus planes expansionistas y homogeneizadores de un mundo bajo sus pies, envió a la policía del Imperio a las dependencias de la imprenta de Tours y destruyó las planchas y la parte impresa de la obra De l’Allemagne. Era el año 1810. El libro fue prohibido y supuso para la francesa una nueva escapada a su refugio de Ginebra.
Las novelas de Austen son también historia de su tiempo; a través de su supuesto provincianismo, el lector actual es testigo privilegiado de un momento histórico: el de transición de la Ilustración al Romanticismo. El cruce de ambos movimientos da lugar a sociedades constituidas por conjuntos de individuos que se autorrealizan a través de la educación racional y del desarrollo de las pasiones.
Además, y de forma paralela al desarrollo de los sentimientos nacionales fundados en la diferenciación, la expresión de la personalidad pasa a ocupar un espacio predominante en la sociedad. Una congregación de narcisismos que se expresan a través de la apariencia, la moda y los modales, y que se despliega en teatros, salones y bailes. Esta sociedad de la observación dará lugar a un yo fracturado y paradójico: entre el exhibicionismo y el miedo de revelar la intimidad secreta, entre la ansiedad por ser original y el deseo de permanecer oculto a los ojos de los otros, la sociedad se convierte en un teatro, en una fiesta de máscaras.
No es extraño que bailes, teatros, vestidos, meriendas y confidencias atraviesen la escritura y la vida de Austen; de ahí también la importancia de la conversación en sus novelas, pues a través de las palabras se desvela el estilo personal, se filtran la excelencia moral y la sensibilidad. En una carta a Cassandra de 1796, escribe: “La señorita Fletcher y yo íbamos muy ‘abullonadas’, pero yo soy la más delgada de las dos. Ella vestía su muselina color púrpura, que es bastante bonita, pero no va bien con su tono de piel. Hay dos cualidades en su carácter que me resultan agradables; en concreto, es una gran admiradora de Camilla y no pone leche en el té”.
La escritora inglesa, consciente de que estas observaciones son naderías si no las penetra, se arma de la parodia, la burla y el humor negro y socarrón para extraer la verdad escondida tras el telón oscuro del teatro del mundo.
Dos mujeres. Dos vidas coetáneas y tan opuestas que se revelan, sin embargo, como fotografía y negativo la una de la otra. La historia en mayúsculas y puesta a la luz de Madame de Staël frente a la historia casi sin voz y sin nombre de Jane Austen. La carne arrebatada frente a la cofia encajada. Nunca coincidieron en vida, aunque una vez, en Londres, estuvieron a punto de conocerse, pero no se habrían entendido: Staël quería conquistar y comerse el mundo, mientras que para Austen el paraíso era beber vino frente a una chimenea mientras se hacía vieja. Al final, fue el mes de julio quien las encontró a ellas.

Tomado de El Mundo.



Austen

Jane Austen

Inglesa

Séptima hija de una familia de seis hermanos, y una hermana de un clérigo rural.

Nació en Steventon, campiña inglesa el 16 de diciembre de 1775, murió en Winchester el 18 de julio 1817.

Soltera

Novelista, autora de 6 obras; utiliza el humor y la ironía para criticar los prejuicios sociales y denunciar la condición de vulnerabilidad de las mujeres.



Germaine Necker, baronesa de Satël-Holstein

Francesa

Hija única de un banquero y economista de origen suizo.

Nació


en París el 22 de abril de 1766, murió en París el 14 de julio de 1817.

Dos matrimonios: el barón Eric Magnus Staël-Holstein y Albert de Rocca y dos relaciones extramaritales reconocidas públicamente: Benjamin Constant y Louis de Narbonne. Tiene cuatro hijos con el primer matrimonio y uno con el segundo.

Autora de una prolífica obra que incluye novelas, ensayos, textos políticos, teatro y traducciones.



 

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