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Don Edel

Don Edel, como llamaban a mi padre algunos amigos y colegas, fue reconocido como el académico que introdujo el estudio formal

Don Edel, como llamaban a mi padre algunos amigos y colegas, fue reconocido como el académico que introdujo el estudio formal de la Sociología en Centroamérica. Sin embargo, antes de haberse iniciado en la academia, tuvo una vida política intensa poco conocida. Él, al igual que un sector de su generación que creció con la transformación política iniciada con la Revolución de Octubre, vivió un proceso de radicalización en su juventud. Fue así que, como muchos guatemaltecos involucrados en los gobiernos de Arévalo y Árbenz, salió al que sería su primer exilio, a México, en 1954, en donde permaneció casi cuatro años antes de regresar a Guatemala, en abril de 1958.

De vuelta en Guatemala las condiciones de sobrevivencia familiar fueron un tanto difíciles. Olga, mi madre, sostenía el hogar con su trabajo de maestra para adultos en la Escuela Tipo

Federación de Pamplona, mientras don Edel terminaba de prepararse de forma casi clandestina para la graduación de abogado, esta fue en 1962. Entonces vivíamos en las cercanías al Parque de la Industria.

Uno de los recuerdos que guardo de aquellos años, es la presencia irregular de don Edel.

Se desaparecía por días, y a veces semanas, cumpliendo con las tareas políticas que debía realizar como secretario general de la Juventud Patriótica del Trabajo (JPT), y miembro más joven del Comité Central del Partido Guatemalteco del Trabajo (PGT).

Cabe señalar que, de aquel Comité Central, el único que murió de muerte natural fue don

Edel. Mi casa era por ratos un centro de reuniones a donde acudía gente desconocida que entraba y salía a horas inesperadas. A veces se percibía el silencio y la preocupación en los rostros de los que acudían; fue seguramente entonces cuando oí la palabra “captura”, que no me abandonó nunca sin provocarme angustia.

De sus años de militancia, contaba en sus historias de viaje que en dos ocasiones fue delegado chapín en festivales de la Federación Mundial de la Juventud Democrática.

Relataba que estando en Bucarest fue invitada la delegación guatemalteca a Pekín, y en la larga marcha de casi un mes en el tren transiberiano, entre vodka y pan obsequiado por campesinos de koljoses aledaños a la línea férrea, se fue leyendo revistas francesas ayudado por un diccionario, convirtiendo el viaje en un curso de francés.

Estando en Pekín, como parte del homenaje a los niños de la escuela a donde habían sido invitados de honor, la delegación guatemalteca entonó las Coplas del elefantito, ante los rostros entusiastas de los infantes alentados por el internacionalismo proletario.

Sarcasmo huelguero

Creo que mucho del humor sarcástico que mantuvo en la vida tenía inspiración huelguera.

Sin duda, el acontecimiento más destacado de su participación estudiantil en la Huelga de Dolores fue la vez en que, disfrazado de Sor Pijije (así apodado el arzobispo Rosell y Arellano, por narigón), anticipaba la marcha llevando consigo una bacinica de donde procedía el líquido con que “bendecía” a los asistentes al desfile bufo.

A mediados de 1964, don Edel fue capturado por la Judicial. Como suele suceder en

Guatemala, un delator informó de la reunión de la célula que mi papá atendía. Esto aconteció días previos a Semana Santa. En casa, aparte de la ilusión, teníamos preparadas las “ginas” (sandalias), calzonetas, shorts y gorros para el sol; la semana ansiada iba a transcurrir en casa de un compañero militante de Escuintla, en una de las zonas beneficiadas por la Reforma Agraria.

No obstante, todo fue silencio, en vez de amanecer frente a una playa, resultamos con mi hermana Indiana despertando en la casa de mi abuela en la zona 4. Ninguna explicación, solo caras lánguidas —“no pregunte m’ijo, ya viene su nana”— Y mi nana llegó, pero mi tata, nunca.

Al mes nos llevaron al cuartel de la Policía, a verlo detrás de unas rejas hacia las que corrí, siendo sujetado agresivamente por un policía. Don Edel estaba vivo, el recurso de amparo lo puso el Turco, Marco Vinicio Castañeda, compañero del partido. Entonces no se mataba a los presos políticos, se les torturaba bajo la tutela del bachiller Barrios. Eran los años de Peralta Azurdia.

Fue entonces cuando, coincidentemente, llegó la carta de aceptación al programa de maestría de Flacso Chile. Mi madre presentó a la Judicial el certificado de admisión y con este se dio paso a la excarcelación, el documento garantizaba, de alguna forma, que ya no significaría, por el momento, un problema para el Gobierno.

Treinta años no es nada

El día de su partida yo dormía al lado de la ventana que daba a la calle. Era una mañana aún nublada, cuando me despertó el ruido de un carro que se estacionó frente a la casa. Mi mamá nos levantó y vimos entrar a don Edel sombrío, esta vez, despidiéndose de nosotros antes de desaparecer.

Recogió un abrigo pardo gris y una maleta flaca que mi madre le había preparado. Esa mañana emprendió el viaje al extranjero, de donde retornaría 30 años después.

Nos reunimos con don Edel durante unas semanas en Santiago de Chile, cuando aún era becario, en 1965. Al año siguiente nos instalamos allí. El cambio fue total, salir de la clandestinidad paterna a la democracia de Chile nos alejó de Guatemala de forma tajante.

Sin embargo, había momentos en que Guatemala tocaba el hombro y el alma. Con la muerte de “los 36”, hubo un duelo profundo en casa. Entre los ejecutados estaba Humberto Pineda, cuñado de don Edel y otros no menos queridos como el sindicalista Víctor Manuel Gutiérrez.

En realidad para don Edel el alejamiento fue tan solo físico, no así para mi hermana y para mí. Don Edel, premiado por Fernando Enrique Cardoso por haber sido el más destacado de su promoción, se lo llevó del Instituto Latinoamericano de Estudios Sociales (Ilpes), a la Cepal (Consejo Económico para América Latina). Como parte de esa iniciativa, en la casa de Santiago se reunía semanalmente un grupo de sociólogos, en donde el único centroamericano era don Edel. De las llamadas reuniones de los jueves, se conformó el grupo que sería mal llamado después como “los dependentistas”, liderado por Cardoso y Enzo Faletto. Acudían entonces Theotonio Dos Santos, Vania Vanbirra, Anibal Quijano y otros que no recuerdo, que leían y discutían a Prebisch, Marx y Weber.

Don Edel maduró su precaria formación marxista, de donde resultó al cabo de un año de trabajo un texto interpretativo con visión estructuralista del desarrollo centroamericano. La Editorial Universitaria de Centroamérica (Educa), lo convirtió en best seller en

los 70 con Interpretación del desarrollo social centroamericano. Era una perspectiva en donde innovadoramente planteaba cómo el concepto de estructura del colonialismo interno enriquecía y completaba el análisis de clase.

Tropicalismos

Pero más allá de su formación académica, con el descubrimiento de Sudamérica incorporó a su gusto de música popular, que se asentaba en tríos como Los Panchos, Tres Ases o Tres

Diamantes, o mariachis románticos, el sentimentalismo de los folcloristas norteños argentinos como Los de Salta, Los Charchaleros, Los Fronterizos y, por supuesto, al maestro Ariel Ramírez.

En los años de Chile, fue invitado reiteradas veces a Brasil como conferencista a las universidades de Curitiba y Belo Horizonte, recién efectuado el golpe contra Joao Goulart.

De esa experiencia conservo hoy los acetatos del “III Festival da Música Popular Brasileira”, donde los “monstruos” Gilberto Gil, Caetano Veloso, Tom Zé, Os Mutantes y demás bahianos fundaron el Tropicalismo, como propuesta musical alternativa.

Con la intención de regresar a Centroamérica, Don Edel convino con el rector de la Universidad de El Salvador, Fabio Castillo, dirigir un programa regional de ciencias sociales, una vez hubiera concluido los estudios de doctorado. Estos los emprendió en la universidad de Essex.

Estando en Inglaterra en 1970, recuerdo que un reportero de la BBC lo contactó en la universidad a raíz del secuestro en Guatemala de Karl von Spreti; el reportero se horrorizó cuando don Edel le aseguró que lo más probable era que la guerrilla ejecutara al diplomático alemán. Esa entrevista salió en la TV.

Después de terminar sus compromisos académicos, de paso por México, en donde residían mis abuelos, don Edel recibió un telegrama en el que el coronel Arturo Armando Molina, entonces presidente de El Salvador, le prohibía ingresar al país. De un día para otro nos quedamos en México. Con el prestigio ya logrado no tuvo problema en ser contratado por la Facultad de Ciencias Sociales de la UNAM. Ahí, organizó el Congreso Latinoamericano de Sociología. Recuerdo mi burla pueril, por la besuqueada que le dio Nicos Poulantzas al despedirse del encuentro.

Sufrimiento y dicha

La Torre de Humanidades donde se alojaba el Centro de Investigaciones de la Facultad de Ciencias Sociales se ubicaba al lado del Auditorio Justo Sierra. No existía entonces la sala de conciertos Nezahualcóyotl. Ahí tenían lugar los conciertos de la recién constituida Orquesta Filarmónica de la UNAM. De la música seguramente la etapa más formativa fue cuando asistimos a la temporada de conciertos de 1971.

Todos los viernes padecíamos una combinación de sufrimiento y dicha. Para escuchar la dirección musical del maestro Eduardo Mata, teníamos que tomar un autobús en la avenida

Melchor Ocampo, cerca del barrio de Santa Julia. El “camión”, que iniciaba su recorrido en el aeropuerto de la ciudad, recogía marchantas indígenas en el mercado de la Merced que abastecían Coyoacán de verduras, y luego se perfilaba a la Universidad. La gira duraba alrededor de hora y media, con suerte se podía conseguir un asiento, pero cuando llovía y cerraban las ventanas la travesía de la ciudad resultaba en tormento para acabar en encanto.

El año siguiente (1972), el Programa Centroamericano de Ciencias Sociales se estableció en Costa Rica a instancias de Sergio Ramírez, entonces secretario general del Consejo Superior Universitario de Centroamérica (Csuca). Mi casa en San José ya no fue la de la clandestinidad chapina, ni de reuniones académicas, pero sí sirvió de hospedaje a militantes del Partido y del recién fundado Ejército Guerrillero de los Pobres (EGP).

En Costa Rica terminamos la adolescencia mi hermana y yo, tomando después cada quien su rumbo. Con Indiana nos juntamos a vivir la experiencia sandinista en Managua, en los 80. En algún momento, durante ese período, don Edel nos comentó con sentimiento que mientras los nicas construían el Estado, él lo estudiaba. A partir de esos años, como Secretario General de Flacso/América Latina y un buen número de publicaciones acumuladas, su vida y obra es más conocida.

Economista

 

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