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Diluvios… recuerdos de un migrante

Según declaraciones a la prensa de Andy Gamboa, actor protagonista, este montaje se inspiró en los cientos de haitianos, cubanos

(Danza/teatro de Fabio Pérez &Andy Gamboa Arte Escénico)

Según declaraciones a la prensa de Andy Gamboa, actor protagonista, este montaje se inspiró en los cientos de haitianos, cubanos y africanos atascados en fronteras costarricenses; “diluvios de migrantes”, dice sobre la imagen que le abofeteó luego de compartir viaje en un bus donde era el único pasajero nacional. Esos “diluvios” empaparon de conciencia social a Gamboa y a su pareja escénica, Fabio Pérez. Así, Diluvios… recuerdos de un migrante es el resultado de una investigación sobre los márgenes “humanos” en los complejos procesos migratorios del presente.

“A partir de la experiencia de Andy, yo me pregunté cuántas cosas pequeñas o grandes vive la gente (que migra)”, explicó luego Fabio Pérez. “Cuando nos dimos cuenta que el tema era tan grande y que al hablar de migraciones empezábamos a hablar de exilio, deportación y puntos que tienen que ver con el fenómeno de viajar desde el punto de vista humano, nos dimos cuenta que era necesario tomar capítulos y darle al público una paleta de situaciones” (La Nación, 30/03/17).

Por eso la puesta en escena de Diluvios… recuerdos de un migrante está dividida en siete historias o escenas: desde los trayectos míticos de “La Bestia” –la red de trenes de carga que utilizan los migrantes centroamericanos para desplazarse entre México y Estados Unidos– hasta la muerte de la escritora María Isabel Carvajal (Carmen Lyra) en el exilio lejos de su Costa Rica natal.

Pérez y Gamboa producen una narración sostenida en escena por la acción teatral y la dinámica de la danza de una manera lúcida y eficaz; ello les permite hilvanar los siete “recuerdos” con el hilo conductor del desarraigo, el dolor y la muerte. Las acciones físicas se desarrollan en una amplia “caja” rellena con deshechos de café lo suficientemente finos para simular las arenas de un desierto durante las escenas más elocuentes.

La obra, de síntesis bien lograda, permite a sus creadores y actuantes dislocar acontecimientos sobre problemáticas acuciantemente contemporáneas tales como la trata de personas y los traumas psicológicos producidos por el distanciamiento entre los migrantes y sus familiares. “Hay algunos que son anécdotas… situaciones contadas por amigos y otros que hemos leído y hemos visto en documentales. Hemos hecho investigación desde todas esas perspectivas”, explica Fabio Pérez sobre el proceso de creación (La Nación, 30/03/17).

Por su parte Gamboa detalla que él posee experiencia de vida porque fue migrante, “viví en México” acota. “Hay mucha de esta memoria colectiva y emotiva que les agregamos a los personajes. Eso nos compromete muchísimo a no hacer una caricatura. Hemos sido muy rigurosos en cuidar los textos, el movimiento y en tratar de no tener una posición política”, aseguró Gamboa (La Nación, 30/03/17). Claro que Gamboa olvida que todo texto y obra artística ya de por sí es política (Bertold Brecht dixit).

Pero lo que importa acá es destacar un montaje serio, profesional y tenaz que nos deja “limpios” luego de un diluvio de imágenes, situaciones y recuerdos (¿sueños, pesadillas?) sobre una temática que coloca el conflicto y la tensión dramática en un sistema global que excluye y niega el paso a las personas, pero privilegia las mercancías. Por eso es atinado, al final, en el culmen de la puesta, la utilización de máscaras para zoomorfizar a ciertos personajes con una metáfora en fábula, la cual corresponde a esas transformaciones degradantes cargadas de deshumanización.

Todo lo anterior se conjuga con una estupenda actuación y una proteica dinámica corporal que integra el movimiento y la voz de los actores/bailarines de manera adecuada y oportuna. La actuación desborda la cuarta pared involucrando al público de una manera espléndida. Por cierto, fue muy acertado hacer que el público ingresara directamente en la temática, al colocar en el vestíbulo del Teatro de la Danza la exposición escultórica Migraciones, de la artista Sofía Jiménez García.

La única nota discordante, según este humilde espectador, fue la fotografía en el programa de mano, la cual resaltaba eróticamente el estupendo físico de los actuantes (¿mercadotecnia?), alejándonos un tanto del drama que nos esperaba. Pero esto bien puede tomarse como una majadería óptica del escribidor.

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