Diálogos sobre el Bienestar

Reactivación o decrecimiento: ¿qué pasa con la economía de Costa Rica?

El planeta Tierra tiene recursos finitos y no da para más explotación: el PIB no puede crecer indefinidamente. Esto es una obviedad que nadie parece reconocer y por eso es necesario un cambio de paradigma.

Junio fue el mes de la “reactivación económica” según el gobierno. Es por ello que las últimas noticias acerca de la baja en el crecimiento del Producto Interno Bruto (PIB) proyectada por el Banco Central de Costa Rica y el resultado de la Encuesta Continua de Empleo del Instituto Nacional de Estadística y Censos (INEC), caen como un balde de agua fría al constatar que el desempleo alcanza el 11,9% de la población, y que la estimación del crecimiento del PIB llegó apenas el 2.2% para 2019. 

Propongo entonces las siguientes tres medidas para alcanzar la tan anhelada reactivación: 

  • Reactivar la explotación petrolera: las zonas costeras, eternos territorios olvidados por el Estado, se verán muy beneficiadas. 
  • Reactivar la minería de oro a cielo abierto: territorios rurales como la Zona Norte verían impactadas positivamente sus economías.
  • Explotación y venta de los parques nacionales: se podría extraer – por ejemplo – madera y agua del Braulio Carrillo, u oro de Corcovado. 

Estas son tres medidas inmediatas que sin lugar dudas reactivarían la economía y que muy probablemente disminuirían el desempleo. Entonces, ¿por qué no tienen sentido y no están en el tapete? 

Debacle ambiental: El pasado 5 de agosto, El País de España informó que el 2019 encadenaba temperaturas récord. El Servicio de Cambio Climático de la agencia europea Copernicus confirmó que julio fue el mes con la temperatura media mundial más alta jamás registrada. No solo todos los meses de 2019 han estado entre los más calurosos desde que existen registros confiables (1880), sino que cuando se mira hacia atrás, los últimos cuatro años – entre 2015 y 2018 –, presentan los cuatro años más calientes jamás registrados. 

El New York Times publicó el pasado 6 de agosto un reportaje acerca de la crisis de agua potable que se avecina o que actualmente está viviendo un cuarto de la población: el 25% de la humanidad. Según un reporte del World Resources Institute, ciudades como Sao Paulo, Chennai y Cape Town sufren desde ya cortes diarios en el servicio de agua potable. El mismo periódico en su edición del 8 de agosto informó que los recursos de agua y tierra del mundo están siendo explotados a niveles “sin precedentes”. 

Por si fuera poco, en el mes de julio Le Monde publicó el reporte del Global Footprint Network, que año a año calcula el día en que la humanidad hace uso de sus recursos renovables. Para 2019 esta fecha fue el 29 de julio; es decir, que a partir de este día vivimos “en deuda” con otros planetas. Y es que, si todos consumiéramos como lo hacen los habitantes de Estados Unidos, necesitaríamos 5 planetas Tierra para poder satisfacer la demanda anual de recursos, 3 si fuéramos alemanes y 2,2 si fuéramos chinos. 

Una reactivación posible: El PIB de Costa Rica para el año 2018 alcanzó los 34.693.418 millones de colones. Este es el valor de todos los bienes y servicios que producimos en el país. El término PIB per cápita es simplemente el PIB entre el total de la población. 

Para 2018, según cifras del Banco Central, Costa Rica tuvo un PIB per cápita de 6.933.965 colones. ¿Qué significa esto? Que dadas las condiciones que tenemos hoy, cada persona en el país (incluidas las personas menores de edad) producen casi 7 millones de colones al año. Es decir, poco más de 500.000 colones al mes. 

¿Podría vivir – que se yo – una familia de cuatro personas, con poco más de dos millones de colones al mes? Evidentemente sí. ¿Entonces qué pasa? ¿Por qué a pesar de que tenemos los recursos no logramos emplear a toda la masa laboral, ni asegurar una calidad de vida mínima para todos los habitantes?  

Índice de Gini: La respuesta está en la desigualdad de ingreso y en la inequidad social. El índice de Gini mide la desigualdad del ingreso de un país, entre más cercano a 1 más desigual se es. 

Según datos de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL), durante los años noventa Costa Rica mostró uno de los menores niveles de desigualdad en la región. Para el 2000, Costa Rica presentó un índice de Gini de 0,47 frente a un promedio latinoamericano de 0,54. Sin embargo, para el año 2014 la situación se revertió y mientras Latinoamérica logró reducir las desigualdades, presentando un Gini de 0,49, Costa Rica lo aumentó al presentar un coeficiente de 0,50. Ver gráfico 1: 

Fuente: Elaboración propia con datos del Banco Mundial.

Según el PNUD, en 2016 el 20% de hogares con mayores ingresos poseía alrededor del 50,7% de los ingresos totales de los hogares del país, mientras que el 20% más pobre tenía únicamente el 3,9%. En términos prácticos, esto significa que si Costa Rica tuviera 100 hogares, y un PIB de 100 millones de colones, 51 millones le correspondería a los 20 hogares más ricos, y apenas 4 millones a los 20 hogares más pobres. 

Este fenómeno no es exclusivo de Costa Rica: basta decir que – según OXFAM International – en 2018, 26 personas tenían la misma riqueza que 3.8 billones de personas pertenecientes a la mitad más pobre de la humanidad. Es claro pues que el problema costarricense – y mundial – no radica en la producción o generación de la riqueza, sino en la distribución de la misma. 

Decrecimiento: La debacle medioambiental es el desafío de nuestro tiempo y por eso las tres “medidas” del principio para la reactivación económica no tienen ningún sentido ni están sobre el tapete. No podemos seguir creyendo que es materialmente posible seguir consumiendo y/o invirtiendo como hasta el día de hoy. El planeta Tierra tiene recursos finitos y no da para más explotación: el PIB no puede crecer indefinidamente. Esto es una obviedad que nadie parece reconocer y por eso es menester un cambio de paradigma. Y esta transformación debe comenzar desde la Academia.   

Serge Latouche, economista de la Universidad de Paris, propone como decrecimiento: básicamente la idea es vivir mejor con menos, e implica una disminución del consumo y la producción, permitiendo así el respeto al clima, a los ecosistemas y a los propios seres humanos. Esto implica entonces, emanciparnos de la obsesión con el crecimiento del PIB y empezar a tomar en cuenta otras variables de bienestar. 

Entonces, en lugar de pensar en reactivar la economía (que sería tan “fácil” como implementar algunas de las tres desagradables medidas del principio), deberíamos comenzar a repensar en la economía y el sistema capitalista que la sustenta. Es hora de aceptar que el problema es de distribución y redistribución y no de producción, y sobre todo de verdaderamente interiorizar que el planeta es finito y por ende los recursos naturales son escasos. 

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