Diálogos sobre el Bienestar

¿Cómo entender el derecho a la salud frente a un contexto de crisis económica?

El desafío “país” en estos tiempos es garantizar el derecho a la salud con nuevas estrategias para su abordaje, comprendiendo el contexto económico y financiero que enfrentará a futuro el sistema sanitario.

Para garantizar de forma efectiva el derecho a la salud es indispensable comprender qué debemos entender por “salud”. No obstante, de manera frecuente se observa que su tratamiento es limitado, médico-centrista, se orienta solo al enfoque curativo; su discusión queda en los tratamientos de alto costo o en las listas de espera para una cirugía, dejándose de lado otros aspectos que convergen para su fortalecimiento.  

En la actualidad, se reconoce que la salud no es simplemente “ausencia de enfermedad”. Además, se debe superar su tradicional acepción como el “completo estado de bienestar”, dado que existen determinantes que influyen directa o indirectamente sobre el estado de salud de las personas. Se trata de factores económicos, sociales, culturales, políticos, ambientales, genéticos, entre otros, que podrían afectar dicho estado.  Es decir, la protección del derecho a la salud va más allá de la mera prestación de servicios públicos a nivel sanitario.

Dentro de dicho contexto deben fortalecerse las acciones que permitan la protección del derecho a la salud, a nivel de promoción de la salud y prevención de la enfermedad, junto con la curación y rehabilitación.  Por ello, aunque la salud es un bien jurídico que debe ser tutelado por el Estado, existe una obligación de cada individuo de velar por el cuidado de su propia salud, la de su familia y la de su comunidad.

En línea con lo anterior, es importante tomar en consideración el acercamiento que hace la Observación General No. 14 del Comité de Derechos Económicos, Sociales y Culturales de la ONU, sobre esta temática, al considerar que, “el derecho a la salud no debe entenderse como un derecho a estar sano”, sino que “el derecho a la salud debe entenderse como un derecho al disfrute de toda una gama de facilidades, bienes, servicios y condiciones necesarios para alcanzar el más alto nivel posible de salud”.  

Precisamente en un contexto de crisis económica y financiera como la que podría enfrentar el país, deben fortalecerse aquellas acciones que nos permitan contar con un sistema sanitario capaz de responder a las crecientes necesidades que en materia de salud vayan surgiendo. En la actualidad una de las principales preocupaciones es el envejecimiento de la población junto con la inversión de la pirámide poblacional pues serán menos los cotizantes que inyecten recursos a la Caja Costarricense de Seguro Social (CCSS). Esto implicaría un escenario donde los recursos podrán verse disminuidos significativamente, pero las necesidades en salud serán crecientes, complejas y de mayor costo, resultado de patologías propias de la población adulta mayor.

Lo anterior nos obliga a replantear el modelo de salud que tenemos.  No puede seguirse con el tradicional enfoque curativo que considera la inyección de recursos únicamente al ámbito hospitalario. Deben fortalecerse estrategias en materia de promoción de la salud. Una sociedad educada y empoderada en cómo mejorar su propio estado de salud, consciente además del uso más racional y razonable de los servicios públicos de salud, es una herramienta útil para lograr dicho objetivo.

En razón de lo anterior, no es casualidad que el MIDEPLAN en su estudio “Prospectiva en salud 2045: prevención y sostenibilidad financiera”, del año 2017, considere entre otras cosas que, para lograr la sostenibilidad financiera de los servicios de salud, se necesita enfatizar en el autocuidado.  En tal sentido, considera que “la salud no se inicia en un centro de atención de la CCSS mediante la medicina curativa; comienza con los hábitos y prácticas saludables de las personas, los hogares y la sociedad (medicina preventiva); acciones como, reducir el sobrepeso, el consumo de alcohol, tabaco y drogas; e incrementar la actividad física y mental, entre otras acciones”.  

Esto es precisamente de lo que estamos hablando; ¿por qué no visualizar la educación en salud desde la niñez y en la adolescencia?; es ahí donde pueden surgir cambios importantes a futuro y establecerse mayores lazos colaborativos y de cooperación institucional entre las autoridades de salud y de educación.

En los últimos años, la CCSS ha planteado una propuesta para el fortalecimiento de la prestación de servicios de salud, con un enfoque centrado en las personas. Si bien es cierto, dicho enfoque se planteó desde la reforma del sector salud de los años noventa con un modelo de atención integral, el mismo ha tenido dificultades para su implementación. Ahora lo que varía en dicha propuesta es su énfasis en la atención primaria, considerando la comunidad, la familia y el individuo, en donde la aproximación terapéutica se centra en el paciente, con el personal de salud como agente para facilitar un cambio de conducta. 

Se pretende así acercar los servicios a la población y generar en esta mayor concientización sobre el autocuidado, la responsabilidad de cada sujeto y comunidad, así como en la participación comunitaria. Podría considerarse que, de lo que se trata es de gestionar un modelo de atención diferente, integral, comprendiendo las necesidades de salud de la población y los distintos ámbitos en los que esta se desarrolla.

Desde esa perspectiva podemos afirmar que para la sostenibilidad del sistema de salud no debe solo considerarse inyectar recursos económicos. Lo que se requiere es generar conciencia en el plano individual y social, para los retos que deberá enfrentar la sociedad costarricense y que puedan ser determinantes de su salud.

El desafío es garantizar el derecho a la salud con nuevas estrategias para su abordaje, comprendiendo el contexto económico y financiero que enfrentará a futuro el sistema sanitario.

Este es un tema que no compete solo a la CCSS, sino que es un tema país donde deben estar muy presentes el Ministerio de Salud, el Ministerio de Educación, los gobiernos locales y entre otros actores, la academia.

Es aquí donde nos toca, como docentes, también reflexionar, desde nuestros propios ámbitos, inter y multidisciplinariamente, de qué forma podemos contribuir para dotar al país de profesiones conscientes de esta realidad en beneficio de todos y de cómo debemos entender el derecho a la salud en sentido amplio.  El cambio de paradigma es indispensable a todo nivel.

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