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Diálogos de Pedro Juan y Gutiérrez

El escritor cubano Pedro Juan Gutiérrez (Pinar del Río, 1950) se ha destacado como uno de los escritores de la isla más destacados internacionalmente

El escritor cubano Pedro Juan Gutiérrez (Pinar del Río, 1950) se ha destacado como uno de los escritores de la isla más destacados internacionalmente en los últimos años. Su obra, más de 26 libros traducidos a más de 22 idiomas, cautiva públicos dentro y fuera de Cuba. Con estilo irreverente y desenfadado presenta un retrato descarnado de la ciudad de La Habana, que los críticos relacionan con el realismo sucio.

En su modesto pero estratégico apartamento en Centro Habana, goza de un paisaje privilegiado de la ciudad y sus atardeceres. Escribe poesía y narrativa o pinta. Los años parecen lavar la etiqueta de escritor maldito y su obra continúa con el favor de los lectores en una Cuba en transición.

Su literatura desafía el mito y la utopía revolucionaria cubana. Con su estilo directo brutal y desenfadado, retrata una Cuba muy distinta del discurso oficial y solemne. En el libro Diálogos con mi sombra, que publicó en 2015, ofrece el peculiar ejercicio de conversar con su alter ego, el personaje Pedro Juan, de algunas de sus narraciones.

En este juego literario Pedro Juan Gutiérrez, quien ejerció el periodismo por más de 25 años, se entrevista a sí mismo. La voz de Pedro Juan, inquieto personaje lleno de curiosidad y escepticismo, interroga al escritor Pedro Juan Gutiérrez.

De esta manera nos permite conocer en su vida y sus motivos, al autor de obras como Trilogía sucio de la Habana y El Rey de la Habana, a quien alguna crítica ha ubicado en el género del realismo sucio de matices carnavalescos, de humor negro e irreverente.

Ofrecemos a continuación extractos de esos diálogos de Pedro Juan, el lector y personaje con Pedro Juan Gutiérrez, el escritor.

PJ:¿Te sirvió de algo tu trabajo como periodista o fue una pérdida de tiempo?

PJG: En mi caso tuve mucha suerte, porque yo trabajaba en la construcción, en una enorme curtiduría de pieles que hay en las afueras de Matanzas, y a finales de 1972 me llamaron de la emisora provincial Radio 26. Me ofrecían una plaza de periodista. Yo había hecho algunas pruebas y les gustaba mi voz y mi forma de hacer pequeños reportajes con una grabadora, en la calle. Nunca había pensado en esa posibilidad. Quería ser arquitecto. Pero me ofrecieron ese puesto, con un salario mejor que el que ganaba en la construcción, y además tenía derecho a matricular en la Escuela de Periodismo de la Universidad de La Habana. En un curso para trabajadores. Me daban facilidades. Las clases eran un solo día en la semana. Y en la emisora me ayudaban a pagar el transporte, las comidas, etc. En fin, acepté. Empecé a trabajar como periodista y a estudiar. En 1977 me gradué como Licenciado en Periodismo.

PJ: Y seguiste en el periodismo muchos años.

PJG: Hasta enero de 1999. Es decir, unos veintiséis años. Para aprender a escribir el periodismo fue más decisivo que escribir cuentos y poemas. Aprender la mecánica, la artesanía, la técnica.

PJ: ¿Puedes ampliar un poco?

PJG: Sobre todo el manejo del idioma de un modo funcional, respetuoso con el lector. Pero también me aportó dos cosas esenciales: la primera es hacer una buena investigación, a fondo, antes de escribir la primera palabra. La investigación sobre el terreno y la investigación dentro de ti, en tu espíritu, en tu mente, en tu archivo de experiencia y conocimientos. Y la segunda: la disciplina para obligarte a sentarte a escribir. Con horarios, con disciplina, con rigor, con entrega. Por supuesto,  creo que Picasso exageró con aquello de que “La inspiración llegará pero que te sorprenda trabajando”. Eso puede ser válido para pintar un cuadro quizás, o escribir un poema o un cuento. Que son como un puñetazo al mentón del lector. Un golpe de karate.

Pero una novela no perdona improvisaciones. Casi todos los escritores tenemos novelas sin terminar guardadas y olvidadas. Se acaba la gasolina a mitad del camino. Paras. Y ya no hay modo de salir del bache. Hemingway siempre aconsejaba dejar de escribir en el momento en que sabes cómo vas a seguir. Porque es terrible al día siguiente, te levantas por la mañana, tomas un café, te sientas a escribir, lees lo del día anterior, lo revisas, lo corriges. Y te quedas en blanco porque no sabes cómo seguir. Eso es paralizante. Te desmoraliza. Y te bloqueas. Ese es un buen consejo cuando se escribe una novela. Algo fundamental: dejarlo en un punto en que sabes cómo va a seguir mañana.

PJ: ¿Y siempre escribes a máquina?

PJG: A los 13 o 14 años, entre las muchas cosas que hice a esa edad, estudié mecanografía al tacto. Me dieron un diploma enorme de Academia Minerva, en Matanzas. Y desde entonces siempre he escrito a mano o y a máquina. Mecánica, no eléctrica. Me gusta escuchar el ruido de la teclas, creo que me ayuda a mantener un ritmo en lo que escribo. En cuanto terminé la academia empecé a trabajar por las tardes, al salir del colegio, en el bufete de un abogado que tenía mucho trabajo con papeles y solicitudes de pasaportes de gente que se quería ir del país. Estaba haciendo su agosto, pero en un año que trabajé con él cuatro horas diarias, de lunes a viernes, jamás me pagó. Cada vez que le reclamaba me decía que estaba en periodo de pruebas, como aprendiz. El muy cabrón. Jamás me pagó ni un centavo. Y me fui. Fue un training tremendo.

Después seguí siempre en el periodismo escribiendo a máquina. Escribo rapidísimo, con todos los dedos. Y nada, es una costumbre. Además, lo ideal para mí es revisar sobre papel y no en la pantalla. Ya hace años que escribo como siempre a mano y a máquina y cuando ya está listo yo mismo lo paso en el ordenador. Y es mejor, porque sigo cambiando y corrigiendo.

PJ: ¿Son dos cosas muy diferentes el periodismo y la ficción?

PJG: No “muy” diferentes. No lo veo así. Todos los escritores que antes han trabajado como periodistas funcionan con una dinámica muy peculiar. El periodismo te obliga a salir a la calle y encontrarte todos los días con gente muy diferente, a hablar con todo el mundo, a situarte en el universo de los demás, a olvidarte de ti. A ser muy flexible y te adaptas a esa velocidad de vida. A comprender y escribir rápido porque generalmente no hay mucho tiempo para pensar. Entonces desarrollas mecanismos de respuesta rápida ante cualquier situación.

Las normas de redacción de una agencia de noticias –trabajé ocho años en una agencia de noticias– son un excelente manual de estilo: oraciones afirmativas cortas, punto y seguido. Nada de oraciones subordinadas. No se puede usar el punto y coma. Cuidado con el gerundio, con las conjugaciones verbales compuestas, con la sintaxis irregular. Cuidado con usar palabras rebuscadas. Y cuidado con los adjetivos.

SEXO

PJ: ¿El sexo es tan importante para ti? Aparece demasiado o muy explícitamente en tu obra.

PJG: Vamos por partes. Una cosa es el autor y otra sus personajes. Separemos el asunto. Para mí el sexo siempre ha sido muy importante. Me gusta más que escribir, más que el alcohol, más que la comida, más que viajar, más que la música, y más que la lectura. Esas cosas también me gustan, pero el sexo mucho más. No me interesa averiguar por qué. Supongo que se debe a una mezcla de razones bioquímicas, genéticas y también culturales. Ser latino y caribeño marca. Y ser mestizo de españoles y africanos marca mucho más. Y estoy muy satisfecho Me considero un privilegiado por haber nacido en Cuba en el momento que me tocó nacer.

Ahora bien, en todos mis relatos, cuando hay una escena de sexo sucede algo alrededor del asunto. Es un desencadenante de una nueva situación. Siempre utilizo el sexo como un instrumento dramatúrgico para mover algo. Es lo mismo que sucede con los crímenes y los escritores de novela negra. Cada asesinato ayuda al desarrollo de la trama, añade algo más. A mí no me gustan los crímenes, soy un tipo pacífico y divertido. Para matar a otras personas hay que estar medio loco, amargado, en bronca con la vida. Me gusta más el sexo. Es más saludable y más alegre derramar semen que derramar sangre.

PJ: Pero en la literatura…

PJG: En la literatura no estamos acostumbrados a que se describan escenas sexuales de modo explícito porque entonces se considera porno. O “desagradable”, o “grosero” o “vulgar”. Eso lo entiendo. La inmensa mayoría de los escritores, para no decir que la totalidad, proceden de la clase media.   Muchos de clase media alta. Igual procedencia tienen los críticos y los estudiosos académicos, y los editores y los agentes literarios. Y, por supuesto, la inmensa mayoría de los lectores. Ahí está la clave de todo. Y ya. No hay mucho más que explicar.

La clase media integra la enorme mayoría de la sociedad. Son cristianos casi siempre, aunque digan lo contrario, o que son ateos, o que son marxistas o neomarxistas, o revolucionarios, o poshipies, o indignados. Tienen la cultura cristiana, tenemos, yo también, metida en la sangre desde siempre, en el ADN, desde tiempos antiguos. Con todos sus pecados y su culpabilidad y arrepentimiento. Entonces, claro que no pueden escribir sobre sexo. O les altera, les irrita o sencillamente les sobrecoge un libro con algunas escenas de sexo.

PJ: En Nuestro GG en La Habana, mezclaste ambas cosas en dosis generosas.

PJG: ¿Una mezcla de qué?

PJ: de sexo y sangre.

PJG: Es novela, es un divertimento. Sí. Gusta mucho a los editores y a los lectores. NO es exactamente una novela policíaca. No sigue el esquema tradicional. Se sabe quiénes son los asesinos. Los crímenes siempre se cometen delante del lector, y describiéndolos minuciosamente. Sí. Fue divertido después de todo. La escribí riéndome. Y se basa en situaciones reales que había en La Habana en ese momento, 1955, con la mafia italo-americana de Nueva York entrando brutalmente en los negocios de hoteles, casinos, drogas y prostitución elegante.

Querían desbancar a Miami y erigir a La Habana como el emporio del vicio. Trabajaron muy rápido, en secreto y de firme. Haciendo componendas con el Gobierno de Batista. Es un asunto apasionante sobre el que me interesa volver. Aunque se sabe muy poco porque los mafiosos no dejaron documentos no huellas. Eran muy cuidadosos con sus secretos. Sabían cuidarse. Es muy poco lo que se puede conjeturar ahora.

PJ: Creo que donde aparece el sexo de un modo más explícito es en Trilogía…

PJG: En Trilogía…, en El Rey de La Habana y en Animal tropical. Sobre todo en El Rey de La Habana donde el protagonista no tiene nada, ni memoria. Lo único valioso que posee es un hermoso falo, siempre activo, y además con una perla incrustada bajo la piel, en la parte superior, lejos del glande, casi en la base del pene, que lo hace más efectivo aún porque cuando introduce el miembro la perla roza con el clítoris. Es como un animalito, un perro callejero, caminando sin rumbo, continuamente. Y aquel falo crea adicción en todas y todos los que lo disfrutan.

LO OBSCENO

PJ: ¿Lo obsceno atrae?

PJG: Más que atraer, lo obsceno es irresistible. Es magnético. Forma parte de nuestra naturaleza. Como decía El Guayabero: “Yo solo canto, el doble sentido lo pone usted”. Él era un cantante popular, cubano, de bares y cantinas. Sabía lo que decía. Así que lo obsceno nos muestra el lado oscuro y además nos divierte. Imagínate ante la seriedad tremenda de los escritores alemanes o austriacos. No quiero mencionar nombres porque hay unos cuantos muy valiosos y esenciales, pero todos son muy seriecitos, y algunos son aburridos y neuróticos hasta rozar la esquizofrenia.

Entonces se aparece un mulato caribeño desnudo, con una propuesta completamente diferente ¿Qué nos trae este negrito atrevido? ¿Sabrá escribir? ¿Tendrá algo interesante que decir además de ser un exhibicionista descarado?

PJ: Visto así parece que la obscenidad es necesaria.

PJG: En buena medida es imprescindible en nuestra vida porque expresa a los demonios que nos habitan. (…)

PJ: Creo que ya no sabes escribir son obscenidad.

PJG: Es completamente inconsciente. Yo no busco a la obscenidad. Ella me encuentra. Entras en el terreno de la obscenidad no porque quieras sino porque está en tu camino de búsqueda. Forma parte del juego. La exploración que hace un escritor sobre la realidad le puede conducir a abrir una puerta y ahí se encuentra con un escenario obsceno, provocador.

Entonces tiene que decidir si se arriesga y se apropia de todo eso, o si hace el juego hipócrita, la comedia social, de hacer la vista gorda e ignorar todo lo que acaba de descubrir. Si no lo usas y te reprimes eres un cobarde y un mediocre. Un tipo que solo se atreve a repetir lo que ya todos han dicho antes. Y si lo usas sabes que el riesgo puede ser grande.

PJ: El siglo XX ha marcado una frontera.

PJG: Exacto. Así es. Sin las revelaciones de Sigmund Freud (1856-1939), seguiríamos todavía con demasiados tabúes y retrasos. Aunque los más críticos rechazan sus teorías y desdeñan el sicoanálisis, creo que su aporte fue esencial. Después vino Jung, Masters y Johnson, y muchísimo más. La literatura ha tenido en ese siglo desde Henry Miller, DH Lawrence, Celine, hasta Bukowski. Una lista muy larga.

FUNCION DEL ARTE

PJ: Creo que desde siempre han sido hermanos gemelos, el arte y la religión, como ofrecimiento de una visión moral, de una posibilidad.

PJG: Y ambos, el arte y la religión están saturados de preguntas. Y no hay respuestas. O son respuestas ambiguas. Así que una de las funciones del arte es ofrecernos la posibilidad de otra mirada sobre la realidad. Un pintor, un cineasta, un escritor, eso es lo que hace básicamente: darnos un punto de vista diferente al que teníamos. Y si uno acepta el juego después ya tienes entrenamiento para ver fragmentos diferentes de la realidad que te rodea. Que antes no “veías”.

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