Los Libros

D’Artagnan y los tres mosqueteros

Una mirada a una de las novelas clásicas de Alejandro Dumas, que conquistó a millones de lectores en diversos idiomas.

En 1844 Alejandro Dumas publicó Los tres mosqueteros, primero por entregas en folletines que eran esperados con ansias por los franceses y después en un solo volumen, el cual ha sido traducido a casi todos los idiomas del mundo, llevado al cine en numerosas oportunidades y poblado la imaginación de niños y adultos con sus fascinantes aventuras, las cuales ocurren en las primeras décadas del siglo XVII, cuando Luis XIII era el rey de Francia y Ana de Austria su reina infiel.

Las historias que se nos cuentan en esta novela ocurren más de 200 años antes de la fecha de su publicación. En el siglo XIX ya se habían extinguido los caballeros andantes, las guerras entre católicos y hugonotes han sido sustituidas por otros conflictos sociales, ya ha tenido lugar la Revolución Francesa. Dumas escribe entonces desde la modernidad una novela que echa la mirada hacia atrás, escribe una novela histórica que tiene como uno de sus referentes al Quijote. Sin embargo, mientras Cervantes parodia con sus personajes a esos caballeros medievales que luchaban por ideales superiores, Dumas los percibe como héroes, los celebra y los pone en escena con encanto y simpatía.

Si el XVII fue el siglo de oro de la literatura española, el XIX lo fue para la francesa. El realismo de Balzac, el naturalismo de Zola, la vida novelesca de Rimbaud, las pasiones personales y la política entrelazadas en Rojo y negro, la pretensión de totalidad en Los miserables, la venganza en El conde de Montecristo, las infidelidades de Madame Bovary, el amor ilícito en La dama de las camelias hace de este siglo francés un paraíso para los estudiosos de la novela como género literario. A todas esas historias fundacionales y emblemáticas, Dumas le suma ahora unos personajes entrañables, maravillosos, psíquicamente complejos, construidos con perfección única, expuestos a los grandes conflictos políticos de su tiempo, que son las tensiones con Inglaterra, las diferencias religiosas entre católicos y protestantes, las intrigas palaciegas, los amores imposibles. 

Los tres mosqueteros es una novela histórica y caballeresca, una novela de aventuras y de intrigas, de pasiones y combates, una novela sobre la amistad entre tres guardias de una tropa especial y un muchacho de Gascuña que llega a París con la ilusión de ganarse un lugar entre ellos. ¡Y vaya si lo logra! Podríamos decir entonces que esta es también la novela de formación de ese deslumbrante personaje llamado DArtagnan, el gascón inteligente e intrépido que Alejandro Dumas compara con Don Quijote de la Mancha. 

Un maestro en su género

Volvemos una y otra vez a los clásicos en busca de diversión, de inteligencias narrativas y de enseñanzas en el arte de novelar, que es el arte de coger con las manos lo mejor del mundo, convertirlo en palabras hermosas y ponerlas en un libro. Dicho de otro modo, el arte de novelar es una alquimia y Alejandro Dumas uno de sus grandes iniciados, un genio en la construcción de tramas y de situaciones ficcionales inquietantes, un sabio en la administración de la información que se le suministra a los lectores, en el cuidado de los detalles y, principalmente, en la creación de personajes que enamoran y apasionan, personajes verosímiles a los que tenemos la sensación de escuchar como si estuvieran cerca de nosotros mientras hablan en diálogos magistrales; personajes a quienes comprendemos, odiamos y queremos tanto o más que a nuestros amigos de la vida real. 

La fuente de los grandes conflictos de esta novela está situada en las altas esferas de la sociedad francesa y es desde ahí que descienden las tensiones por la escalera de las clases sociales, para mostrarnos con ello la totalidad de la vida de aquella época en la que Luis XIII celaba a Ana de Austria por su romance clandestino con el Duque de Buckingham, además, el perverso político que fue el Cardenal Richelieu conspiraba en contra de la reina por su origen español y Francia asediaba a las tropas inglesas en la ciudadela marítima de La Rochelle.

Las malas novelas se apegan a los hechos, las buenas inventan y ejercen la libertad creativa que por derecho les pertenece. Por su parte, el sujeto individual es uno de los triunfos de la modernidad, no es casual entonces que la literatura moderna elabore libremente los grandes acontecimientos del pasado desde la mirada de individuos que los padecen. Así ocurre en Los tres mosqueteros, la historia social es vista gracias a las aventuras en las que se meten D’Artagnan y sus amigos los mosqueteros: Athos, el sabio de pasado oscuro; Porthos, el seductor de mujeres casadas; y Aramis, el guerrero con inclinaciones teológicas. Sus rivales son el poderoso Cardenal Richelieu y la seductora y hechicera Milady, mujer astuta como una serpiente, bella como una diosa y mala como el demonio.

Los destinos de todos ellos están condicionados por las tensiones políticas de los territorios en los que viven, por las luchas de poder que los tocan por una u otra razón, ya sea porque se hacen de enemigos poderosos, porque la mujer a la que aman es secuestrada, porque han sido víctimas de una gran traición, porque van a la guerra o porque son admirados por quienes gobiernan. No todo termina bien en esta novela, personajes muy queridos mueren, además, la violencia se expone sin moralismos, la vida psíquica de los personajes es compleja y encierra contradicciones profundas. Dicho de otro modo, Los tres mosqueteros es una novela moderna como las de su siglo, aunque trate de caballeros andantes que batallan en nombre del rey, vestidos con capas, armados con espadas y lleven en el corazón amores indecibles.

“He alcanzado cierto poder y cierto prestigio, pero las mujeres me van a perder”, se dice D’Artagnan a sí mismo, en un diálogo interno que nos muestra la complejidad narrativa de esta novela en la cual el narrador es el único que conoce todos los detalles de una historia que cuenta mediante diálogos que nos mantienen siempre en estado de alerta, diálogos que se alternan con breves descripciones de lugares y atinadas explicaciones sobre los antecedentes vitales de sus personajes. Un narrador que de vez en cuando emite su opinión sobre lo que ocurre, pero que rápido vuelve a la acción para seducirnos y entretenernos otra vez, hasta el punto de hacernos olvidar el mundo en el que estamos y el nombre que llevamos puesto.

Cuando una historia nos atrapa así, cuando los episodios de la ficción invaden nuestra vida cotidiana de tal manera que todo lo demás nos llega a estorbar, estamos en presencia entonces del milagro de la literatura, esa fuerza descomunal que en ciertos momentos se manifiesta con generosidad y en otros desaparece como lo hacen las voces en el desierto. El siglo XIX francés fue uno de esos momentos de generosidad literaria y entre sus obras maestras, sin duda, se encuentra la historia de D’Artagnan y sus amigos los mosqueteros, una historia que continúa en dos novelas más, cuyos nombres daremos en una próxima entrega. 

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