Forja

Arturo Santana o la Sensualidad de la forma y el color

Arturo Santana es un artista costarricense nacido en Venezuela. Afincado en nuestro terruño desde hace más de 25 años, ha venido desarrollando un notable trabajo artístico con tesón y conciencia creativa.

Arturo Santana es un artista costarricense nacido en Venezuela. Afincado en nuestro terruño desde hace más de 25 años, ha venido desarrollando un notable trabajo artístico con tesón y conciencia creativa.

Su obra, de un extraordinario colorido y de líneas fantásticas en la pintura, se transmuta en formas y colores heterodoxos en la escultura. La figura femenina es la preferida para dar rienda suelta a ese carnaval de sentido vehiculizado por singulares formas, texturas y colores.

Las esculturas de Santana, de pequeño formato, abrevan en la sinuosidad de la línea y en cierto claroscuro de luces, cual caleidoscopio que refractara la femineidad en múltiples posibilidades. La resina, su material base, se eleva en sentido y figuración a partir de pigmentos minerales que musicalizan y transparentan su cromatismo. Algunas veces, para acentuar los ocres y otras tonalidades semejantes, se vale de tintes para maderas; entonces la luz se tornasolea y cobra movimiento.

Para lograr texturas y sinuosidades semejantes, que armonicen con el color y la forma, el artista utiliza polvo de aluminio en su acabado. De esa manera resuelve, mejor dicho, envuelve, la tridimensionalidad de sus musas cargándolas de un antropomorfismo fantástico que serpentea en sus curvaturas. De allí la sensualidad de sus posturas y sus elevaciones.

La obra de Arturo Santana nos comunica entonces un erotismo tropical apaciguado por colores, formas y texturas, que denotan un sensualismo poco común en la escultura nacional. Es un viaje a la imaginación a partir de objetos esculturados que se cristalizan literalmente frente a nuestros ojos. Esa cristalería posee cierto regusto parnasiano pero adecuado al entorno polimorfo y fragmentario de nuestro exuberante medio.

Torsos de medusas, ninfas, walkirias, lamias, escilas, equidnas, harpías, sirenas, gorgonas, esfinges, seguas, vampiras, tigresas, bañistas posmodernas… En fin, un inclasificable mundo femenino proveniente no de mitologías ancestrales, leyendas o arquetipos junguianos, como podría pensarse, sino de la mente de un artista alucinado por sus propias imaginaciones.

O quizás todo ello yuxtapuesto cual conjunto combinado en multiplicidad de formaciones discursivas que confluyen como intertextos en la expresión de un artista costarricense/venezolano que nos sorprende con esculturas plenas de sentido fantástico y, de manera un tanto misteriosa, casi antropológico.

Así tenemos, lo subrayo, una intensa sensualidad y un espectacular colorido en diferentes acoplamientos de figuras que danzan o intentan alzar el vuelo. O nos habitan como ánimas en busca de un refugio para el ensueño.

 

 

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