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Aparece colección original de Hugo Díaz a 15 años de su muerte

En caricatura es el gran maestro nacional. No creo que haya otro caricaturista que tenga la percepción, la calidad de trazo, la profundidad de representación

“En caricatura es el gran maestro nacional. No creo que haya otro caricaturista que tenga la percepción, la calidad de trazo, la profundidad de representación del ser costarricense y su genialidad”.

En 1975 la caricatura no era más que un relleno para los periódicos, por eso los originales, que en esas fechas realizaba Hugo Díaz para La República, al día siguiente de publicados terminaban en los basureros de la redacción.

En ese entonces, el joven periodista Carlos Morales se dio cuenta de que la calidad de las caricaturas y de los dibujos de Díaz tendrían un valor cada vez mayor con el paso del tiempo, y de forma silenciosa empezó a rescatarlos del cesto y a guardarlos como si se tratara de un clásico de la caricatura nacional. Solo el tiempo lo sabía.

Cuando Morales asumió la dirección del Semanario UNIVERSIDAD, una de las primeras medidas fue traerse a don Hugo Díaz para que se encargara de las ilustraciones y las caricaturas del periódico, y durante 15 años continuó con la devoción de guardar con sumo interés y cuidado casi todos los originales del artista. La primera portada en colores (8-11-76) es un dibujo del artista.

Allá por los comienzos de 1990, Morales le confesó a Díaz:

–Don Hugo, tengo que decirle que he venido guardando sus caricaturas y dibujos desde 1975.

–Noooooo, Carlos, ¿vos has hecho eso?

–Sí, porque yo creo que son demasiado buenos, y algún día van a tener un gran valor, aunque no sé cuándo.

–Fijate que yo mismo no los guardo. Vieras cómo me alegra que hayás hecho eso, le dijo Díaz.

–Ahí están en casa don Hugo, los guardaba porque siempre me parecieron muy buenos, le insistió.

La colección se compone de más de 2.000 originales de caricaturas y viñetas, que Morales conserva como un homenaje a la obra de Díaz, a la que califica de genial y extraordinaria, y de un valor incalculable para entender la idiosincrasia del costarricense.

Para efectos históricos afirmó con absoluta seguridad que el acervo de Hugo Díaz es mucho más valioso para entender al ser costarricense, que la propia colección de José María Figueroa, dijo.

La otra gran colección de la obra del artista fue adquirida a finales de 2014 por la Universidad de Costa Rica (UCR) por medio de la viuda de don Hugo, Rosa María Fernández.

Se trata de 4.029 documentos, de ellos 3.619 originales y 410 fotocopias.

En una carta fechada el 6 de febrero de 1991, como agradecimiento por  ese afán de conservar su obra original, Díaz le otorgó los derechos a su amigo Carlos Morales, con quien en el Semanario UNIVERSIDAD realizó proyectos como el “Zapallo de Lata”, un espacio irónico, ilustrado por Díaz, pero en un principio firmado con su seudónimo Yago, debido a que el humor corrosivo y duro, hería ya para entonces mucho la sensibilidad de la intelectualidad nacional.

“El Zapallo de Lata”, que hacíamos a seis manos con Joaquín Gutiérrez, le daba un irónico premio por semana al personaje nacional que hiciera la mayor barbaridad o estupidez. Hugo, al principio, se mostró reacio de participar, tenía pánico de ofender, pero al final, de los tres era el más entusiasta con la sección. Aquel era un premio para las sandeces que se hacían en el gobierno y en la vida nacional. Era una Costa Rica en la que predominaba la estupidez, como ahora”, explica Morales.

UN GENIO ENTRE NOSOTROS

La sencillez de Díaz como persona hacía, quizá, que su obra se mantuviera en las sombras, pero para Morales su trabajo, siempre fue de una superlativa calidad.

Díaz, quien murió el 17 de junio de 2001, trabajó en publicidad, en ilustración de libros, folletos, etc., pero su mayor aporte estuvo en la crítica social. Y su etapa de oro la vivió en el Semanario UNIVERSIDAD, donde se sentía como en casa y donde gozaba de total libertad para abordar los temas y problemas nacionales.

“Para el Semanario UNIVERSIDAD, por lo general, siempre firmó con su propio nombre, es decir, con la firma ‘Díaz’; para otros medios lo hacía con diferentes denominaciones, así, para La República firmaba como ‘Lalo’. La excepción fue en el Zapallo de Lata, donde firmaba como ‘Yago’, y disimulaba su trazo exquisito por lo ya explicado”.

Cuando se trataba de publicidad, por ejemplo, Díaz modificaba sus trazos, porque no siempre se sentía cómodo con lo que comunicaba y ese no era su lugar, más cerca de lo social, de los marginados, de los oprimidos, no obstante, las circunstancias lo llevaban a vincularse a ese tipo de labores.

Pese a lo anterior, dejó plasmados grandes trabajos en el campo de la publicidad para diferentes empresas.

“Yo creo que Hugo no se daba mucha cuenta del placer que le producían la caricatura y la crítica social. Él suponía que le gustaba más pintar al óleo y mezclar en la acuarela. No se daba cuenta de que el prodigio suyo era la caricatura y esa integración con su pueblo llano. Su genio estaba allí. Era un dibujante genial. Hacía sus creaciones caricaturescas con total naturalidad y el óleo tenía que pensarlo”, dice Morales.

UN NUEVO LIBRO

Como parte del homenaje que se le pretendía dar al caricaturista, este año la Universidad Estatal a Distancia (UNED) publicará un libro con el título Noches de Estreno con Hugo Díaz, que aborda el período 1975-1978, época en que Morales hacía las críticas de teatro y don Hugo las ilustraba.

“Las ‘divas’ y los ‘divos’ del escenario costarricense, que estaba en su época de oro, lo amaban, porque aparecer en uno de sus dibujos era algo espectacular. Entonces, Hugo se metía en los ensayos. Fue la época en que ya sufría las crisis en su ojo izquierdo, porque el derecho ya lo había perdido del todo. Iba al teatro con una lupa, una linterna y una libretita y al día siguiente publicaba sus maravillas”, recuerda su compinche.

Díaz era un gran bohemio y ese trabajo teatral le servía para socializar en diferentes espacios, incluidas cantinas que ya hoy no existen, pero que fueron testigo de un San José dado por el que pasó un creador único e irrepetible.

“A mí me tocaba (y me gustaba) hacer la crítica feroz y Hugo hacía dibujos lindísimos, amorosos. A él lo querían mucho los actores. Nuestro trabajo con el teatro se terminó en 1978, porque yo me retiré de la crítica teatral y ya Hugo no quiso seguir con otro redactor”, agrega Morales.

Por ese tiempo, fue cuando Díaz hizo algunas caricaturas sobre cine, para reseñas que entonces escribía Beto Cañas.

El libro pretendía ir acompañado de una gran exposición, con motivo del 15 aniversario de la muerte del artista, pero Morales acepta que fracasó en el intento, porque le planteó el proyecto a varias instituciones y ninguna lo quiso respaldar.

“A Hugo le salía la caricatura casi como un hecho mágico. Tenía una increíble naturalidad para la ilustración y la caricatura. Estaba en su naturaleza. En UNIVERSIDAD está la más grande producción de su obra. Lo del teatro es solo una pequeña muestra”.

La colección de originales en poder de Morales será en el futuro el semillero de varios libros, porque aborda no solo el mejor período de su creador, sino que trata una gran diversidad de temas.

“Creo que con el material que tengo en mis manos se pueden hacer muchos libros, divididos en diferentes períodos y temáticas, y tengo que decir que difícilmente otra  persona pueda hacer esa labor, porque si bien cualquiera puede entrar en contacto con la publicación en los periódicos, no tiene el contexto, las anécdotas, las circunstancias y las situaciones puntuales en que surgieron esas creaciones.

Así, por ejemplo, recordó que “hacíamos las correcciones en tinta azul sobre negro porque ese azul no se imprimía, no aparecía, en las publicaciones. Muchas veces después de una conversación telefónica definíamos el tema y el asombro era al día siguiente, cuando Hugo aparecía con aquella caricatura que había recogido de forma magistral la idea y el contenido. Eso solo lo hacen los genios. Y Hugo era uno de ellos”.

Sereno. De hablar poco. Díaz encontraba su mejor forma de comunicarse con el mundo a través de sus creaciones. A veces, no obstante, si se revisan con cuidado sus caricaturas, era implacable.

Hombre cercano a la izquierda aunque nunca perteneció de forma oficial a un partido político. Trabajó para Pueblo e ilustró numerosas publicaciones incluida una versión especial de Cocorí de Joaquín Gutiérrez y los cuentos de Carmen Lyra.

Díaz fue autodidacta, solo en su época colegial, en el Liceo de Costa Rica, tuvo como profesor de dibujo a Francisco (Paco) Amighetti.

“Era un hombre que sabía de música y de cine. Sabía mucho de pintura clásica. Era gran admirador de sus grandes maestros. Hacía acuarela en la que sin duda tuvo la influencia de Amighetti, y trabajó el óleo, aunque no le iba muy bien en este campo.

En caricatura es el gran maestro nacional. No creo que haya otro caricaturista que tenga la percepción, la calidad de trazo, la profundidad de representación del ser costarricense y la genialidad de Hugo Díaz”, enfatiza Carlos Morales.

Díaz era admirador de Joaquín Lavado Quino, y este no solo conoció su obra, sino que supo valorarla en la dimensión que se merecía.

Cuando don Hugo se encontraba muy enfermo, y Quino pasó por Costa Rica, tuvo la deferencia de ir a visitarlo a su casa, lo que evidencia la relevancia de la obra del costarricense.

“A Hugo le gustaba mucho lo que Quino hacía. A lo mejor las “patas” de Mafalda estaban en las patas de los monos de Hugo”.

Pese a la gran obra de Díaz, Morales considera que la caricatura en Costa Rica todavía es subvalorada y que se trata de forma marginal en los medios nacionales, y por eso tampoco su legado se valora en toda la dimensión que merece.

“Yo insisto: a Hugo el arte de la caricatura le era natural. Nació con ese don. Esa intuición le venía de natura. Tenía una gran capacidad para entender a los seres humanos. Él era intuición más razonamiento y esfuerzo. Eso convirtió a Hugo Díaz en un genio”.

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