Las pandillas juveniles o maras son las organizaciones criminales más temidas en Centroamérica, conocidas por aplicar métodos de extrema violencia y por la amenaza que representan para amplios sectores de la población civil, el comercio e incluso para los cuerpos policiales y de seguridad en distintos países.
UNIVERSIDAD entrevistó en exclusiva a dos exintegrantes de la Mara Salvatrucha que viven en Costa Rica bajo el refugio de las Naciones Unidas.
Su testimonio revela un mundo criminal y misógino en donde las mujeres son tratadas como burros para el transporte de armas o droga y como objetos de explotación y violencia sexual.
Las maras han crecido de manera desmesurada en El Salvador, Honduras, Guatemala, Estados Unidos y México. Pero, en los últimos años han expandido su influencia hacia otros destinos como Belice, Perú, Colombia y República Dominicana.
Un estudio del Instituto Español de Estudios Estratégicos en El Salvador, uno de los países de origen y donde más pandillas se identifican, señala que en el primer trimestre del año 2016 se cometieron 2.003 homicidios y las autoridades salvadoreñas atribuyen la mayoría de esas muertes a las pandillas, que cuentan con unos 70.000 miembros, de los cuales 13.000 están encarcelados.
Para sostener a sus miembros y familias, los pandilleros obtienen ingresos de la venta de droga y la extorsión a empresarios del transporte y comerciantes, y a ciudadanos comunes.
El origen de estas pandillas se remonta a la década de los 80, en Los Ángeles, California, y fueron extendiéndose en casi todos los Estados de la Unión Americana. Las más conocidas son la MS-13 Mara Salvatrucha y la MS-18 que buscan a aquellos jóvenes vulnerables que tienen entre 14 y 25 años de edad.
Las autoridades de la Fuerza Pública de Costa Rica señalan que ya se ha identificado presencia de grupos pandilleros en el país aunque aquí aún no se han logrado extender como en otros países centroamericanos.
Para muchas mujeres las pandillas son algo más que grupos organizados, pues en países como El Salvador se han convertido en las víctimas predilectas de las pandillas.
A continuación un extracto de la conversación que UNIVERSIDAD sostuvo con los dos expandilleros de la Mara Salvatrucha acerca de la dura realidad a la que se enfrentan las mujeres.
¿Cuál es rol que juega la mujer cuando decide ser parte de la pandilla?
-Para entrar a la pandilla hay dos opciones por respeto o por amor. Patearlas por 13 segundos pero son mujeres las que las patean, unas cuatro o cinco (mujeres), a esto se le llama por respeto, o te pasamos a los que comandamos aquí (acostarse con todos los cabecillas del grupo) a esta se le llama por amor. Si son seis u ocho o más son los que tendrán relaciones sexuales con ellas. Pero son solamente los jefes y cabecillas (los que llevan la palabra).
¿Hay rumores o se comentan entre ellos después de haber tenido contacto sexual con ellas?
-No, eso es una de las reglas, que después que pase eso dentro de la pandilla nadie lo puede saber. Para la mujer podemos decir que existe un “respeto” porque cuando pasan el rito se le llama homegirls (chicas que ya pertenecen a la pandilla), luego pueden escoger con quien quieren estar pero solo tienen que fijarse en los integrantes de la pandilla, Sino las consecuencias son muy graves como la muerte.
¿Cómo ven a una mujer que no es parte de la pandilla?
-Si hay una mujer civil que es amiga de los pandilleros no pueden verla conversar con la policía, nada de eso, porque si es así le arman una cama (preparan su muerte). Las mujeres que llegan de visita a El Salvador y le gustó a un pandillero, ya en ese momento le pertenece al pandillero. Tienen que salir con ellos y se las obliga a vivir con ellos. Los pandilleros abusan de ellas y las violan y luego deciden si dejarlas vivas o matarlas.
Si ellos tienen pensamientos sexuales con alguna, por ejemplo buscan a la familia y le dicen al padre que le tiene que dar a la hija si no los matan a los dos.
¿Qué características buscan en las mujeres víctimas?
-Solo escogen a las mujeres del barrio que ellos controlan. Las buscaban cuando ocupaban transportar un arma o para abusar de ellas. Algunas son familia, otras son conocidas o amigas de las mujeres que andan con ellos.
Había uno que estaba casado con una mujer muy guapa pero había uno, que estaba más arriba y tenía más poder, que quería la misma mujer, pero como él estaba más arriba en la pandilla era el que tenía el derecho de tenerla, entonces era la lucha. Había otros a los que no les importaba, con tal de tener mujer estaban con cualquiera.
¿Fue parte de algún abuso o amenaza contra alguna mujer?
-Yo me negaba completamente. Incluso me trataban de “Culero” que significa homosexual. Yo les decía que no era ningún culero, sino que yo a las mujeres las respeto.
Recuerdo una vez agarraron una. Le dijeron que tenía que ayudar pasando una granada y ella se negó, dijo que no lo iba a hacer. Pero le dijeron que si no aceptaba eso ya sabía lo que le tocaba. Entonces tuvo que hacerlo. Ella empezó a temblar, iba cargando su hijo y en el bolso que llevaba las cosas del niño tuvo que echar la granada.
¿En su pandilla qué tan frecuente realizaban violaciones?
-Una o dos veces por semana o cuando ellos querían celebrar el cumpleaños de uno de los “pesados”, es decir uno de los cabecillas. Se iban y traían a una mujer del barrio que fuera conocida o amiga, o amiga de la mujer de uno de ellos, la obligaban aunque ella no quisiera. Ese era el cumpleaños que les daban a los cabecillas.
Se la traían y él le podía hacer lo que quisiera después se la pasaba a los pandilleros pesados para que ellos hicieran lo que querían también.
Ellas quedaban comprometidas con las maras. Aunque no quisieran o no fueran de la pandilla quedaban colaborando. Son vistas como como un objeto sexual y para transportar armas.
¿Alguna vez intentó defender a alguna mujer?
-Varias veces. Una vez yo fui castigado por defenderlas. Me patearon entre seis durante trece segundos. Ellos estaban amenazando a una mujer y ella se negó, era conocida pero tenía mucho contacto con la policía. La amenazaron y le dijeron que por el simple hecho de vivir en el barrio podían hacerle lo que quisieran. Yo dije que no estaba de acuerdo con eso, pero me dijeron que ese barrio lo controlaban ellos y que las que vivían ahí tenían que hacer lo que ellos querían. Yo pensaban en mi mamá y mis hermanas, pero a ellos no les importaba eso. Después de eso no volví a decir nada, porque yo sabía que si decía algo ellos me iban a dar con un bate.
¿Había más miembros que estaban en desacuerdo con abusar y amenazar a las mujeres?
-La verdad hay muchos que no están de acuerdo pero no dicen nada porque les van a hacer lo mismo, los van a castigar, a patear o golpear con un bate. Uno lo ve, pero sabe que también uno va a ser amenazado.
¿Qué tenía que hacer una vez dentro de la pandilla?
-Me decían que cuando mirara un policía saliera corriendo y cuando me agarraba la policía me daban una paliza muy dura pero eso era parte del entrenamiento porque de tantas palizas ya no sentíamos dolor. Y eso nos iba ayudar cuando nos enfrentáramos a otras pandillas.
Ya tenía un año y ya me tocaba matar yo me quede paralizado porque yo nunca había hecho eso pero primero me llevaron con un pandillero que me iba enseñar a matar, el mató al frente mío para que yo aprendiera y después de esa noche llegue llorando a la casa. Después de 22 días me tocaba a mí pero cuando llegamos al lugar salí corriendo yo no quería hacer eso, yo solo buscaba compañía y amigos, yo no quería matar.
¿Cómo inició con la pandilla?
-Era un campesino. Trabajaba en los cañales, de eso me mantenía y vivía. Le daba de comer a mi familia. Resulta que ya tenía como 15 o 16 años de edad y venía de los cañales. Y me decían que cuando iba a dejar esa vida. Cada vez que me los encontraba en el camino me preguntaban cuándo me iba a unir a ellos. A la semana de detenerme todos los días me dijeron que si no era parte de la pandilla iban a matar a mi familia.
Entré y andaba con ellos y me ponían a vigilar la entrada del barrio. Ya cuando llevaba años de andar con ellos yo les dije que me quería apartar, entonces me pidieron a mi hermano pero yo les dije que lo iba a pensar.
Después me dijeron que tenía que darles renta. Todos los sábados les daba 25 dólares. Con el objetivo de que no mataran a mi familia y que no metieran a la pandilla a mi hermano menor.
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Una o dos veces por semana o cuando ellos querían celebrar el cumpleaños de uno de los
“pesados”, es decir uno de los cabecillas. Se iban y traían a una mujer del barrio que fuera conocida
o amiga, o amiga de la mujer de uno de ellos, la obligaban aunque ella no quisiera. Ese era el cumpleaños que le daban a los cabecillas”.
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