El cultivo de alimentos transgénicos motiva un intenso debate en muchos países; mientras que en Costa Rica el tema se invisibiliza, el país forma parte de un exclusivo club de naciones latinoamericanas que autorizan un tipo de siembra que sectores asocian a riesgos en cuestiones vitales como alimentación, salud y medio ambiente.
Los denominados organismos genéticamente modificados (OGM) o transgénicos tienen aplicación en la agricultura, la medicina y otros campos. Las empresas y entidades que los promueven llaman a dejar de lado prejuicios y guiarse por investigaciones y figuras científicas que aseguran que no se ha comprobado que los transgénicos sean menos seguros que los alimentos convencionales, y por el contrario hablan de grandes beneficios económicos y sociales que se pueden obtener con ellos.
A su vez, los detractores invocan igualmente estudios que advierten sobre consecuencias inesperadas de la liberación de transgénicos, sobre todo por las eventuales secuelas a largo plazo en los organismos, el ambiente y las economías agrícolas, que aún no han sido suficientemente estudiadas.
Los organismos son modificados genéticamente mediante diversas técnicas en las que se rompe la secuencia genética en la célula de un organismo para extraer el gen de alguna característica particular y se introduce en las células de otro organismo.
“Si a mí me dicen que hay algo que es bueno me lo tienen que demostrar, con evidencia concreta”, dijo el agrónomo Jaime García González, crítico de los transgénicos, refiriéndose a los beneficios prometidos por los promotores de los OGM y que a su juicio no se han cumplido.
Desde hace más de 25 años, quienes promueven los cultivos y alimentos transgénicos, como las corporaciones Monsanto, Bayer y DuPont-Dow AgroSciences, entre otros, han prometido obtener alimentos más nutritivos, cosechas garantizadas, mayores rendimientos, menos uso de agroquímicos, eliminación del hambre y solución para enfrentar el cambio climático. Sin embargo, “han sido ‘cantos de sirena’, irresistibles para el terrícola que no le podría decir no a eso”, pero no han pasado de ser cantos de sirena, consideró García, quien es docente del Centro de Educación Ambiental (CEA) de la Universidad Estatal a Distancia (UNED) y de la Escuela de Biología de la Universidad de Costa Rica (UCR).
El pasado miércoles 16 de mayo el académico pronunció una conferencia en la biblioteca Carlos Monge Alfaro de la UCR sobre el tema “Transgénicos, riesgos e incertidumbres para la salud, basados en evidencias”, donde dio numerosas referencias sobre artículos e investigaciones científicas relativas al tema, muchos de los cuales están asequibles en Internet.
En otros países se debate intensamente en los medios de comunicación y las universidades sobre la conveniencia de los transgénicos, pero aquí el tema se invisibiliza. Hay gente que de buena fe cree que los alimentos transgénicos son una maravilla, pero no es un asunto de fe como muchas veces se quiere hacer creer, comentó García.
Desde su punto de vista hay mucha propaganda engañosa y manipulación del lenguaje cuando se promueve la experimentación con transgénicos y se utiliza términos como “tecnología para la agricultura sostenible”, “la nueva revolución verde” o “el milagro de la biotecnología”.
Detrás están corporaciones que tienen investigadores dedicados a publicitar los OGM y a desacreditar a científicos e investigaciones que le hallan algún problema a los proyectos de transgénicos, afirmó García, quien también es miembro de la Red de Coordinación en Biodiversidad de Costa Rica, y de la Unión de Científicos Comprometidos con la Sociedad y la Naturaleza – América Latina (UCCSN-AL).
Añadió que la “ingeniería genética” que da lugar a los OGM se presenta como algo exacto y preciso, incluso en los libros de texto, pero hay cantidad de estudios que cuestionan las bases científicas de la ingeniería genética, y se pueden consultar en Internet, por ejemplo en el link goo.gl/TC2RV8, entre otros.
Como muestra de publicidad engañosa, el experto mencionó el uso que se le dio a un informe del Departamento de inocuidad alimentaria de la Organización Mundial de la Salud (OMS) publicado en el 2005 (ver goo.gl/HY6qI), y que es citado como prueba científica de que los transgénicos no representan peligro para la salud. Esto pese a que el informe llega a conclusiones contrarias a lo que se podría esperar tras la lectura del texto.
Titulado “Biotecnología moderna de alimentos, salud y desarrollo humano: estudio basado en evidencias”, en el informe se leen afirmaciones como las siguientes:
“La introducción de un transgén en un organismo receptor no es precisamente un proceso controlado, y puede tener varios resultados con respecto a la integración, la expresión y la estabilidad del transgén en el huésped” (FAO/OMS 2003ª, p.13).
“…los rasgos novedosos de los organismos genéticamente modificados (OGM) también pueden acarrear potenciales riesgos directos para la salud y el desarrollo humano” (p.2).
“En la actualidad, no hay información concluyente sobre los posibles efectos sobre la salud de las modificaciones que cambiarían significativamente las características nutricionales de cualquier alimento, como los alimentos con mejoras de nutrición” (p.16).
“No se comprende totalmente la base celular de las respuestas inmunes, y en general se necesita un mejor entendimiento de la interacción del sistema inmune y los alimentos para descifrar si determinados alimentos GM pueden tener impactos sobre el sistema inmune aparte de alergenicidad” (p.20).
“Los OGM también pueden afectar la salud humana indirectamente mediante impactos perjudiciales sobre el medio ambiente o mediante impactos desfavorables sobre factores económicos (incluyendo el comercio), sociales y éticos” (p.2).
Pese a estos señalamientos, el informe concluye que “Los alimentos GM actualmente comercializados en el mercado internacional han superado las evaluaciones de riesgos en diversos países y no es probable que presenten riesgos para la salud humana, ni se ha demostrado que lo hagan.”
En Costa Rica la noticia sobre la publicación del mencionado informe apareció el 26 de junio del 2005 en un diario de circulación nacional con el título: Informe de la Organización Mundial de la Salud: Los transgénicos son seguros para la salud”.
Según García, estos informes tipo “sándwich”, donde la presentación y las conclusiones se contradicen con los hallazgos, se producen porque en este tipo de organizaciones internacionales hay personas que están ligadas a las corporaciones y, aunque no pueden negar la evidencia científica, pueden meter mano en el título y las conclusiones, porque saben que la mayoría de la gente se queda con eso y no lee la evidencia dentro del texto.
Siembras
En Costa para producir transgénicos hay que obtener un permiso de la Comisión Técnica Nacional de Biodiversidad, que está en el Servicio Fitosanitario del Estado del Ministerio de Agricultura y Ganadería (MAG).
Los primeros cultivos se hicieron a partir de 1991 con algodón y soya, y según datos del MAG, al 31 de diciembre del 2017, el área sembrada durante ese periodo sumaba 11.943 hectáreas.
Las siembras autorizadas son para reproducir semillas para exportación (algodón y soya), y de tipo experimental en piña, banano, plátano, maíz, arroz y tiquisque. Las pruebas han sido principalmente sobre tolerancia a herbicida y resistencia a larvas de lepidóptero (mariposas).
Las semillas las producen empresas para las corporaciones transnacionales Monsanto, Bayer y Calgene.
No se han autorizado cultivos transgénicos para su comercialización dentro del país, pero paradójicamente no está regulada la importación de semillas y alimentos con ingredientes transgénicos. Ni siquiera hay regulación sobre etiquetado de alimentos transgénicos, como sí existe en unos 60 países.
Estos productos ingresan a la cadena alimentaria nacional principalmente por la importación de granos de origen transgénico (maíz y soya) por parte de la agroindustria, para alimentar animales o para fabricación de alimentos industriales.
Las directrices de las Naciones Unidas sobre protección del consumidor y la legislación nacional le señalan al Gobierno la obligación de facilitar a los consumidores acceso a una información adecuada que les permita hacer elecciones bien fundadas conforme a los deseos y necesidades de cada cual.
Por ejemplo, el reglamento de la Ley de promoción de la competencia y defensa efectiva del consumidor dice que para su aplicación “se debe informar sobre la naturaleza, la composición, el contenido, el peso cuando corresponda, las características de los bienes y servicios, así como cualquier otro dato determinante.”
La naturaleza y la composición es precisamente lo que se altera en los seres vivos genéticamente modificados que sirven de alimento, apuntó el ingeniero Jaime García, quien ha estado involucrado en un movimiento que pide la implementación del etiquetado de alimentos transgénicos y apoyó la propuesta de que las municipalidades del país se declararan libres de cultivos transgénicos, lo cual han hecho 75 de los 81 municipios.