“La agricultura fue arrasada, no queda nada; reponernos no va a ser nada fácil, no por falta de entusiasmo o capacidad de trabajo, sino por las inversiones que habrá que hacer. A base de esfuerzo se había entrado en una economía campesina, que en unas horas el agua se llevó”.
Así de claro habló Renier Canales, gerente de la Cooperativa Autogestionaria de Trabajadores Agrícolas de las Fincas 2 y 4 (Cootraosa), que agrupa a las familias campesinas en las fincas Térraba y Chánguina, en la zona Sur.
El testimonio de esos campesinos es una muestra del drama al que se enfrentan ahora productores de todo el país, tras el paso de la tormenta tropical Nate que se hizo sentir con intensidad el pasado 5 y 6 de octubre.
Poco después, el lunes 8, el Ministerio de Agricultura y Ganadería (MAG) divulgó unas cifras preliminares que hablaban de más de 124 mil hectáreas afectadas, dato que no tomó en cuenta las regiones Central Occidental, Huetar Norte ni Brunca.
Esa información apuntó daños en las diferentes regiones a cultivos de pasto, hortalizas, caña, granos básicos como arroz, frijol o maíz; así como de melón, papaya, sandía, limón, palma aceitera y papaya.
Consultado sobre el tema, el ministro de Agricultura y Ganadería, Luis Felipe Arauz, afirmó que “la tarea por delante es enorme, de dimensiones incalculables”, pues informó que se afectaron “muchísimas áreas de potreros, de caña, de arroz, de muchas actividades agrícolas”, todo lo cual según dijo genera pérdidas importantes para las personas agricultoras.
Arauz subrayó que el dato de 124 mil hectáreas tenía que ver con afectación por inundaciones, pero que en materia agrícola hay efectos a largo plazo, que dependen por ejemplo de la condición de las raíces de pasto, caña o arroz; así como de la edad de las plantas: “hay arroz que estaba para cosechar que se perdió, pero el arroz joven sobrevivió y con los debidos tratamientos puede salir adelante. Tenemos que apoyarnos en entes especializados”.
Tras informar que en la evaluación de pérdidas en diferentes zonas de país participan el Instituto de Desarrollo Rural (Inder) y el Consejo Nacional de Producción (CNP), el jerarca reconoció que las condiciones económicas de los productores presentan otro problema que debe resolverse, para lo cual “trabajamos con el sistema bancario nacional, con la banca desarrollo y más allá, para que salgan de la crisis”.
Informó además que parte de la atención al sector en este momento ha tomado la forma de “solidaridad interregional”, para trasladar fuentes de alimentación para animales de una región a otra. Como ejemplo citó que productores de piña de la zona Norte y Sur donan las coronas de la piña para que sirva de alimento al ganado en localidades de Guanacaste.
Arauz subrayó que “se garantiza a la población el suministro de alimentos”. Informó al respecto que no se prevé un faltante de arroz ni frijoles, pues según dijo hay suficiente en los silos; por otro lado, indicó que tanto la Cooperativa Dos Pinos como la Cámara de Productores de Leche informaron que no va a faltar la leche.
“Para la población no va a haber daño. Posiblemente en el tema de hortalizas suba un poco el precio, pero hacemos un llamado a la población a que no deje de comprar, porque sería el peor daño”, afirmó.
“HAY GENTE QUE LO ESTÁ PERDIENDO TODO”
De momento, la Corporación Ganadera (Corfoga) estima que se perdieron unas 84 mil hectáreas de pasto, lo cual representa aproximadamente un 8% del total de hectáreas de pasto en los campos dedicados a ganadería bovina en el país.
Así lo explicó Leonardo Murillo, jefe del departamento de Investigación y Divulgación de Corfoga, quien señaló que ello representa “desafíos importantes” para el sector, en vista de que cerca del 93% de las fincas del país usan pasto como principal fuente de alimento. “Eso compromete la alimentación de los animales en el mediano plazo”, acotó.
Si el pasto no se recupera rápido, generará dos tipos de problemas. En primer lugar, puede generar una situación sanitaria y la eventual muerte de animales; pero por otro, el ganado aún si no muere puede simplemente no ganar peso, lo cual podría incidir en una escasez de carne en los próximos meses, según dijo.
Los informes preliminares de Corfoga hablan de seria afectación sobre todo en la zona Sur. Se calcula de momento que unos 1.200 animales están perdidos o fueron encontrados muertos, y de acuerdo con Murillo se espera que conforme se habiliten caminos aparezcan más.
Desde esa perspectiva, subrayó que a nivel de infraestructura el problema es grande, no solo por la urgente reparación de caminos, sino porque los problemas de electricidad afectan de manera particular al sector lechero y productor artesanal, por ejemplo de queso, pues se trata de productos perecederos que deben mantenerse en refrigeración.
Murillo relató que el caso más dramático del que hasta ahora se ha tenido noticia proviene de la región sur del país. Se trata de una finca que perdió más de 100 hectáreas de pasto y más de 100 cabezas de ganado, a lo que se suma la pérdida de infraestructura como cercas o caminos internos.
“Volver de este punto sin apoyo es prácticamente imposible”, expresó Murillo, pues para dimensionar las pérdidas observó que una vaca tiene un valor de mercado de aproximadamente $1.000.
Añadió que “contrario al imaginario colectivo, el ganadero no es un gigante de 2 mil o 3 mil cabezas de ganado, el promedio de hato es de 30 bovinos por establecimiento, hay ganaderos más grandes o pequeños, pero hay gente que lo está perdiendo todo”.
Insistió empero en que la ayuda más importante que requerirá el sector tiene que ver con la alimentación de las bestias, pues el daño a la pastura implicará que “sería nadar contra corriente tratar de mantener el ganado con recursos propios; sin alimento el animal retrocede en su condición corporal y el ganadero termina vendiéndolo a menor precio”.
“EL RÍO SE LLEVÓ TODO”
Jerry Mora, también de Cootraosa, detalló que esa organización agrupa a unas 225 familias campesinas que básicamente son parceleros dedicados a una economía “casi de subsistencia”, en la que la mayoría no cuenta con titulación de tierras.
Relató que alrededor de la media noche del jueves 5 al viernes 6 se dio “muy rápidamente” una dramática crecida del río Grande de Térraba, por lo que “la capacidad de acción de los compañeros tuvo que ser inmediata”. Apenas tuvieron minutos de tiempo luego de que se dio la voz de alerta.
Relató el caso de una familia que logró salvarse porque su casa era de dos pisos, pero sus cabras, caballos y ovejas se ahogaron.
Añadió que gracias al nivel de organización que tiene la comunidad, rápidamente se logró contar con dos lanchas que llegaron desde Sierpe, lo cual “salvó familias en los primeros minutos del desastre”.
El gerente Canales detalló que el inventario de los daños en materia agrícola abarca tanto las pérdidas de cultivos como de animales y semillas. “El impacto es bastante fuerte, hay compañeros que tenían avicultura y perdieron todas sus aves, un compañero perdió mil aves, producía huevos y se ve afectado no solo por la pérdida de los animales, sino también de la infraestructura creada con esfuerzo y sacrificio”, apuntó.
Relató que otras personas también perdieron ovejas y cabras y que la comunidad quedó con “enormes pérdidas porque el río se llevó todo: vacas, terneros, novillos, toros, se fueron; cerdos de raza, muy buenos, murieron también”.