País Mensaje de mitad de cuatrienio se centra en las amenazas fiscales

Solís: autorretrato de medio gobierno

Este 8 de mayo cumple dos años de gestión, los que ponía como punto de partida para pedir más impuestos. Esa hora llegó.

Este 8 de mayo cumple dos años de gestión, los que ponía como punto de partida para pedir más impuestos. Esa hora llegó. Lo dijo a diputados y más allá, con teleprompter.

Este no es aquel Luis Guillermo Solís que se estrenaba con euforia en el Estadio Nacional el 8 de mayo del 2014, saludando al país con los brazos abiertos como el Cristo de Corcovado, antes de leer su discurso en hojas de papel y hablaba de “la primavera política que ha hecho florecer al país con ilusión”.

Este Luis Guillermo Solís, presidente de la República en el punto medio de su gobierno, llegó a rendir su informe a la Asamblea Legislativa más aterrizado y modesto, habiendo “bailado con ella” y sintiéndose liberado de la burbuja de las expectativas de principio de su mandato. Ya no es el favorito y más bien las percepciones populares le juegan en contra para la segunda parte de la administración, según las encuestas.

Así llega con su traje de presidente, no aquellos cuatro que ya no le quedarán, y su banda tricolor pegada al pecho. Le gusta ser presidente y este lunes 2 de mayo ejerció en sesión solemne ante diputados, magistrados, embajadores y prensa, pero sobre todo a los ausentes en el recinto.

La escena era esta: Solís leyendo con buen ritmo y expresividad lo que iba viendo entre los dos cristales del teleprompter, siguiendo lo que una computadora le iba cargando; los diputados ceñidos con lapicero en mano y la mirada sobre el texto impreso igual al que iba leyendo Solís, pero adelantando páginas, marcando o releyendo. Había algo de ansiedad por el mensaje o rendición de cuentas o discurso.

A fin de cuentas era el reporte de medio período del mandatario cuya espalda se permitió cargar tantas expectativas dos años atrás.

Y así empezó Solís con tono mesurado y empático, como reconocieron algunos diputados opositores después. Después elevó el tono en varios pasajes, sobre todo los que enviaban responsabilidades a la Asamblea Legislativa, como observó Fernando Zeledón, director de la Escuela de Ciencias Políticas de la Universidad de Costa Rica (UCR).

Solís sabía que llegaba a territorio adversario, un día después de que los legisladores de oposición, tantos y tan diversos, volvieron a hacer piña en contra dos temáticas que interesan al Ejecutivo: aumento de impuestos y proyectos de derechos humanos.

No fue este un mensaje de letanías de resultados, logros o pretendidos logros, pero sí se cuidó se subrayar bien las cifras económicas que le permiten invocar optimismo en el país.

Fue incluso más allá y se atrevió a volver a inflar alguna expectativa, aunque evitando las promesas concretas que permiten verificaciones concretas. “Auguro que los próximos 24 meses serán de grandes realizaciones que confirmarán el optimismo con que miramos el futuro del país”, leyó casi al comenzar.

Después comenzó: un capítulo sobre la Caja del Seguro Social y sus cuidados intensivos, otro casi dedicado a la crisis de migrantes cubanos y uno específico, el más largo de todos, sobre las cifras macroeconómicas titulado “Un país que crece”, como queriendo responder ciertas críticas.

“Las perspectivas de crecimiento económico son altamente satisfactorias”, pronunció con énfasis viendo el teleprompter frente a un auditorio que no lo miraba a él directamente, salvo algunos embajadores.

El mandatario cayó en la tentación del aparato que roba la mirada del orador, un método más sexy que los papeles (como lo calificó él en agosto del 2014). No le gustaba, decía, pero este 2 de mayo lo tenía en frente, delante de todos los que leían en papel lo que querían y subrayaban lo que les interesaba.

FISCALCENTRISMO

Hablaba de que la situación no está tan mal como quieren hacerla ver sus críticos, pero de inmediato iba con el tema que acabó cruzando de inicio a fin el mensaje: los impuestos como forma de frenar o reducir el déficit fiscal y de mantener la inversión pública.

Ese fue su leitmotiv, como si no hubiera atendido el mensaje que en la víspera había lanzado la alianza opositora o más bien como contestándole sin descuidar las buenas formas. De por sí, es cierto que el discurso (o informe o mensaje) quedó cerrado antes del 1 de mayo y el énfasis del Ejecutivo por aumentar la carga fiscal no es algo de última hora.

Era esperable ese énfasis, reconoció Antonio Álvarez Desanti, nuevo presidente legislativo y vocero de un bloque opositor que exige recortar gasto público primero y después, solo después, debatir sobre el aumento de impuestos. Lo reiteró el diputado ante la prensa, a modo de crítica: “es más fácil pedir impuestos que recortar gasto”.

Solís en su alocución recordó que en campaña prometió no tocar impuestos en la primera mitad de su gobierno y ahora es cuando, dijo.

Cree ya haber recortado lo justo el gasto público (“rechazo categóricamente por incorrectas, afirmaciones que tildan al Gobierno de despilfarrador e incongruente con su llamado a la búsqueda de gobernanza fiscal”) y llama a aprobar los proyectos de impuestos que impulsa su gobierno, incluso como condición para avanzar en la incorporación al grupo llamado Alianza del Pacífico.

“Mi gobierno podrá acabar su mandato sin sufrir grave deterioro como resultado del caos fiscal. Sin embargo el que nos suceda se verá enfrentado con una situación verdaderamente agobiante que podría dar al traste con las excelentes perspectivas económicas que Costa Rica tiene para los próximos años. Y esto lo digo sin deseo de alarmar ni amenazar”, leyó. Algunos diputados levantaron la cabeza como para ver qué gesto ponía ante las dos láminas del teleprompter.

Y así en otras partes del mensaje, como el capítulo final, el de las conclusiones, en donde recordaba su juramento por un gobierno para todos. “Por ahí empecé yo; quería ver el tono con que acababa. Eso es importante”, reconoció un diputado de Frente Amplio después. Leyó en voz baja antes que Solís el llamado por el bien común y la resistencia a los reclamos sectoriales.

“Hemos estado dispuestos a enfrentar males profundamente arraigados en la administración pública, como las negociaciones espurias que por décadas convirtieron al Estado en virtual caja chica de intereses grandes y pequeños”, se ufanó hacia el cierre del discurso.

Así llegó a los 93 minutos de discurso, de recuento de la primera mitad, de diagnóstico nacional o de proyección de la segunda mitad. Se supone que en el plenario no se aplaude pero la mayoría de la fracción oficialista lo hizo y de pie. Otros se sumaron también.

“En contenido, fue claramente un discurso ‘fiscalcéntrico’, llegando incluso a situación límite que algunos podrían calificar como “apocalípticas”, si no se arregla el problema fiscal. Se deja ver una confrontación por las posiciones en torno al recorte del gasto que tienen los diputados de oposición”, agregó el politólogo Fernando Zeledón.

No hubo capítulo ambiental y apenas mencionó de manera ínfima la necesidad de reformar el Estado. No está en sus planes. Tampoco puede ufanarse de reducción de la pobreza (21%), ni siquiera de la pobreza extrema, aquella que en campaña prometía eliminar.

El capítulo sobre obra pública, una de las principales demandas ciudadanas y objeto del primer decreto ejecutivo del actual gobierno, fue de cinco párrafos sobre avances en proyectos previos, la ley que transfiere más dinero a las municipalidades y los planes en torno al Instituto de Ferrocarriles.

Como recuento de esta primera parte también había guiños para el sector empresarial. Destacó la coordinación con representantes de cámaras para reducir trámites burocráticos y la denuncia de ocho convenciones colectivas de institucionales estatales para reducir cláusulas con privilegios excesivos, cosa que gobiernos anteriores criticaban con dureza pero no recortaban.

Solís se cuidó de reflotar las altas expectativas, pero sin faltar al deber del optimismo.

“Costa Rica puede volver a creer”, titularon el informe, como una invitación para estos dos años restantes.  No promete imperios, pero tampoco augura ínsulas. No anuncia recambios de medio tiempo, un cambio de camino ni de talante; ni de equipo, parece. La urgencia de su gobierno es tributaria, porque “todo lo alcanzado es ciertamente esperanzador, pero puede ponerse en riesgo si no tenemos una solución integral al problema de salud fiscal que experimenta el país”.

Por si alguien dudaba de cuál será su prioridad en el futuro inmediato.

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