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Felipe Alpízar: ¿Qué está en juego? Se nos va la vida en ello

En Universidad, convocamos a un grupo heterogéneo y les pedimos que, desde sus perspectivas, respondieran a la pregunta: ¿qué está en juego en esta elección?

La gran reforma educativa, el regreso al siglo XIX, la restauración de la familia, la defensa de los derechos humanos, la relativización cultural de los derechos humanos, fortalecer el Inamu, cerrar el Inamu. ¿Sigo?

Las campañas políticas suelen generar esa inflación de expectativas, la avalancha de exageraciones y mentiras en todos los bandos. ¿Recuerdan la época del referendo sobre Cafta? Bueno, la realidad del sistema político costarricense dice que la mayor parte de los cambios de fondo en nuestra sociedad deben pasar por la Asamblea Legislativa y la Sala Constitucional, y eso toma mucho tiempo.

La inviabilidad política de muchas promesas de campaña no quiere decir que las palabras no tengan consecuencias. La polarización y el odio dividen a las personas, las lastiman y eso afecta nuestra convivencia en nuestros grupos de amigos, de trabajo y familiares. Eso es una de las cosas que ha estado en juego en esta elección, y en eso ya perdimos todos: la incitación al odio, los ataques al honor de las personas, la discriminación, el irrespeto a las creencias religiosas y no religiosas, el bullying. No es solo el niño que saltó a las vías del tren, por mucho que nos duela, es la convivencia cotidiana llena de violencia: los femicidios, las desigualdades de género, el sicariato, la exclusión, las disputas entre vecinos, la furia y las muertes diarias en carretera. Eso también nos debería conmover e indignar. Esas heridas no se curan solo con promesas vacías de “los políticos”, sino que requieren que todos intentemos ser buenas personas, con empatía, amabilidad, solidaridad y preocupación por los otros. Y esa conmoción por las tragedias que vemos todos los días debería convertirse en una fuerza para cambiar todo lo que como sociedad nos conduce a esa violencia.

[quote_colored name=”” icon_quote=”no”]La polarización y el odio dividen a las personas, las lastiman y eso afecta nuestra convivencia en nuestros grupos de amigos, de trabajo y familiares. Eso es una de las cosas que ha estado en juego en esta elección, y en eso ya perdimos todos[/quote_colored]

En el fondo, lo que está en juego es nuestra propia organización de la vida política, económica y social. Nada más y nada menos. Nuestras instituciones públicas fueron creadas en el contexto de la segunda mitad del siglo XX y adaptadas en los últimos años según las tendencias mundiales de apertura comercial, globalización y cuido del medio ambiente. Esta modernización, o si prefieren actualización, ha sido incompleta, pues no hemos podido atender el hecho de que el rasgo central del cambio en la sociedad costarricense en los últimos 30 años ha sido su complejización.

El Estado costarricense ha fallado en atender los desafíos de la mayor complejidad social en al menos tres asuntos centrales: la economía, la fiscalidad y la política. Y hablo del Estado, pues más allá de las políticas de gobierno de los últimos 4, 8 o 12 años, estos problemas persisten. Los voy a delinear.

[quote_colored name=”” icon_quote=”no”]El Estado costarricense ha fallado en atender los desafíos de la mayor complejidad social en al menos tres asuntos centrales: la economía, la fiscalidad y la política.[/quote_colored]

La economía costarricense no es como antes, propiedad de un grupo de cafetaleros o industriales que se reúnen en el Club Unión, ni tampoco en la Uccaep, ni está tironeada por una única empresa de alta tecnología. Es un conglomerado de actividades económicas diversas, unas globalizadas y vinculadas al resto del mundo (turismo, inversión extranjera, zonas francas, exportaciones, empresas transnacionales, etc.) y otras desvinculadas del mundo exterior (micro y pequeñas empresas, agricultura de consumo interno, economía informal). Es una economía cada vez más compleja pero que camina a velocidades distintas y requiere recursos humanos con calificaciones diversas. Esa brecha entre las economías, sus desigualdades niveles de productividad y las capacidades humanas requeridas contra las existentes genera desempleo estructural, pobreza y desigualdad. La complejidad de la actividad económica también se manifiesta en miles de vehículos, motocicletas y camiones que circulan por unas vías de comunicación que no se adaptaron a los nuevos tiempos.

Esa complejidad de la actividad económica lleva al siguiente asunto que no hemos logrado resolver: la crisis fiscal. Costa Rica tiene un sistema tributario desactualizado, que al igual que las carreteras del país, no responde a las particularidades de la actividad económica. Los sectores más dinámicos de la economía no contribuyen suficiente. El gasto público es rígido y la evaluación del desempeño de sus instituciones y funcionarios es prácticamente inexistente. Los presupuestos no son siempre una herramienta de desarrollo sino un ejercicio aritmético de sumar la inflación a las partidas solicitadas el año anterior. La fiscalidad del país es un trasto viejo que no se ha actualizado en 30 años, no solo por desidia sino porque los grupos de interés no lo permiten y porque no se ha explicado suficiente los beneficios del desarrollo para los habitantes del país.

Y eso último nos lleva al tercer asunto en juego en esta elección: la reforma política. Las reformas de empleo, económicas o fiscales que requiere el país pasan necesariamente por el sistema político. Este es probablemente el aparato institucional más desfasado de todos. Tenemos un Poder Judicial en crisis, que atiende tarde los llamados de la ciudadanía a democratizarse y transparentarse. El Poder Ejecutivo en Costa Rica es débil, con pocas potestades de iniciativa, poca capacidad de presupuestación y de coordinación interinstitucional. Ante esto, las eventuales habilidades de diálogo y liderazgo desde el Ejecutivo toparían con su incapacidad institucional y normativa para hacer efectivos los acuerdos por sí solo. La Asamblea Legislativa es la institución más desprestigiada del país, presa de un diseño institucional que respondía a una época que pasó hace tiempo y que por cálculo político no se ha actualizado. La ciudadanía, además, parece no estar dispuesta a apoyar las reformas necesarias para su democratización y una mayor eficiencia: el aumento en la cantidad de diputaciones, la releeción inmediata, revisar la forma de elección de representantes y revisión de las reglas del debate en comisiones y plenario.

Un sistema político moderno debería adaptarse a las nuevas complejidades de nuestra sociedad. Algunos razgos de esa complejidad son el desalineamiento partidario, la desafección política, el multipartidismo, demandas sociales crecientes, mayor conflictividad social, grupos sociales diversos (más allá de la Uccaep y ANEP) y multipolaridad política. El país cambió y los que no se hayan dado cuenta corren el riesgo de desaparecer de la escena pública.

Muchas otras cosas están en juego en esta elección, pero sobre todo en los próximos años. Nos debería preocupar la sostenibilidad ambiental de nuestras actividades humanas, la desigualdad económica y territorial, la inseguridad y el narcotráfico, los problemas en los regímenes de pensiones, salud y de bienestar social. Pero vuelvo al inicio: se supone que el Estado debería ser un instrumento de desarrollo de los objetivos que la sociedad defina. Y tenemos un Estado que no ha podido atender el cambio social. Las personas electas a la Asamblea Legislativa y al Poder Ejecutivo (la fórmula presidencial y los cerca de mil cargos que deberá elegir) serán quienes conducirán el Estado costarricense los próximos cuatro años. A esas personas les corresponde la responsabilidad histórica de atender estos asuntos urgentes y largamente postergados. Lo deberán hacer, además, sin debilitar la convivencia social. Se nos va la vida en ello.

Marzo de 2018

¿Qué está en juego esta elección? Ellos responden a la pregunta: 

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Felipe Alpízar R. 

Politólogo de la UCR, Doctor en Ciencias Políticas de la Universidad Complutense de Madrid, Profesor e Investigador de la UCR. Director del Centro de Investigación y Estudios Políticos (CIEP). 

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