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¿Cómo se construye una encuesta?

Ante la imposibilidad de censar a toda la población, se elige una muestra matemáticamente representativa.

En el contexto de las campañas electorales es usual que la atención pública se centre en los resultados de estudios de opinión o encuestas, con el fin de tener una idea de quién ganará la elección.

Debido a la influencia sobre la intención de voto que las encuestas pueden tener, es preciso recordar parámetros importantes para juzgar los resultados que arrojan. La encuesta al fin y al cabo es un instrumento científico de medición.

En primer lugar, se debe reconocer que un censo que abarque a toda la población de interés, en este caso el padrón electoral, es de tal magnitud que implicaría un esfuerzo económico y logístico enorme, todo para que las intenciones de voto al final puedan cambiar. Por ello es preciso definir una muestra de la población, que en tamaño y características tenga suficiente similitud con la población total como para poder interpretar sus resultados con alguna confianza.

Por ejemplo, la última encuesta del Centro de Investigación y Estudios Políticos (CIEP) de la UCR para este Semanario, fue realizada a 1.013 personas mayores de 18 años mediante llamadas a teléfonos celulares entre el 15 y 17 de enero. Esas personas fueron seleccionadas de manera aleatoria.

Esa muestra se calculó con un nivel de confianza del 95% y un margen de error de ±3.1%.

Vea la conversación con el director del CIEP, Felipe Alpizar sobre la encuesta 

Ronald Alfaro, investigador del CIEP quien forma parte del equipo de trabajo detrás de la encuesta, detalló que la definición del tamaño de la muestra sigue convenciones metodológicas: “independientemente de si la encuesta se hace en Estados Unidos, Brasil o Costa Rica, lo que se requiere es un mínimo razonable establecido en 1.200 personas. La larga tradición que se tiene de hacer encuestas muestra que con esa cifra se tiene suficiente representatividad, si se siguen sumando opiniones, los resultados seguirán siendo muy similares”.

Apuntó al respecto que esta última encuesta del CIEP se aplicó a 1.013, en vista de que la cobertura celular abarca a casi toda la población repartida por todo el país. “Mil personas es más que razonable”, acotó.

Sobre el margen de error, recordó que todas las encuestas lo tienen y subrayó que presenta la gran ventaja de ser medible, siempre que se sigan los procedimientos adecuados.

IMPORTANCIA DE LA MUESTRA ALEATORIA

Fernando Ramírez, director de la Escuela de Estadística de la UCR, explicó que si bien al momento de diseñar una muestra se debe tomar en cuenta las características de la población, el hecho de que la selección final de las personas entrevistadas sea aleatoria es de importancia medular.

Observó que hacer las encuestas de manera personal siguiendo mapas de del Instituto Nacional de estadísticas y Censos (INEC) resulta muy caro. Por otro lado, también apuntó que si se hace por vía telefónica debe observarse que los teléfonos fijos abarcan a poco más del 50% de los hogares, y que además “por esta vía se requiere una etapa adicional, pues cada número telefónico de una casa representa a un conjunto de adultos, por lo que se debe seleccionar a un adulto dentro del hogar”.

Añadió que al recurrir a números celulares, se logra acceder a las personas de manera directa. De acuerdo con los datos del CIEP, el servicio de telefonía celular abarca al 97,5% de la población.

Ramírez llamó la atención a que “el problema es que -hasta donde entiendo-, quienes hacen encuestas establecen cuotas”. Las muestras por cuotas según explicó no son aleatorias, “sin embargo en política son la norma”. Consisten en tomar los datos del Censo Nacional o la Encuesta Nacional de Hogares (ENAHO) y establecer cuotas de acuerdo a las características de la población, según sexo, grupos etarios o alguna otra variable.

En este caso el problema concreto radica en que al definir la muestra acorde a cuotas y no de manera aleatoria, “no se tiene licencia para hacer inferencia”, pues toda la ciencia desarrollada para definir matemáticamente el margen de error en las encuestas con alguna certeza, parte de que la muestra sea aleatoria, indicó.

“Se ha dicho que sexo y edad son dos características asociadas a la opinión publica y les ha funcionado, pero teóricamente no se puede defender, las aleatorias son las que tiene margen de error”, enfatizó.

El científico además apuntó que para mejorar la representatividad de ciertos sectores en la muestra aleatoria, se puede hacer un cálculo de ponderadores, “ahí se corrige, por ejemplo, para que las mujeres entren con el peso que les corresponde”.

En el caso de la encuesta del CIEP, se ponderó la variable “educación” para equilibrar los niveles de primaria y universitaria, así como los grupos de edad.

Alfaro se refirió a esa “pequeña ponderación en cuanto al nivel educativo” y explicó que en el proceso de hacer las llamadas y se completan las encuestas, se puede caer en cuenta de que hay proporcionalmente más personas con educación universitaria de las que hay en el país, y menos con educación primaria.
Ello se ajusta de manera que las personas con educación primaria pesen un poco más, a través de un proceso matemático. “El ponderador nuestro es tan pequeño, que los ajustes son mínimos, por debajo del margen de error”, observó.

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