“Entramos hace doce días a Costa Rica, estuvimos cinco días en un refugio (CATEM), nos salimos escapados por un hueco porque no nos dejaban salir y no teníamos para los pasajes a la zona norte del país, entonces decidimos fugarnos para reunir el dinero suficiente y así poder seguir. Un señor nos ayudó, dándonos trabajo, reunimos suficiente para llegar hasta la zona de Uvita. Aquí pusimos carpas y conseguimos empleo en construcción para juntar e irnos a la capital”.
Con un bollo de pan bajo el brazo, que era el desayuno para los cuatro miembros de la familia, Didier Aular, Cristian Aular, Kenia Cabriles y Gabriela Casadiego contaron a UNIVERSIDAD la travesía que han tenido que pasar los dos últimos meses, desde que salieron de su natal Venezuela.

Su paso por la selva del Darién fue dramático, no solo por lo difícil del terreno, sino también porque no tenían suficiente comida, y las energías se acaban en medio del camino. Los encontramos ya en territorio costarricense, en Uvita de Osa, un pequeño pueblo en el sur del país en la costa de Bahía Ballena a dos horas de la frontera con Panamá.
“En el CATEM nos daban comida, y nos ofrecieron trabajar allí para que nos dieran pasajes y así ir a la Zona Norte; sin embargo, llegando allí, no teníamos dinero, por lo que necesitábamos resolver. Toca caminar muchísimo, en múltiples ocasiones sin comida y durmiendo a la intemperie y para todo nos cobran”, contó Kenia Cabriles.
Tocó escaparse para hacer la plata de los tiquetes
Dania Ayala, migrante ecuatoriana que viaja con su esposo y sus dos hijos, relató que en el Darién (selva entre Colombia y Panamá) les fue muy difícil. “En Panamá los policías migratorios extorsionan a la gente, nosotros vivimos cuando incendiaron un refugio, porque un guardia de migración apuñaló a un migrante colombiano y le echó gas a la cara a un niño de seis años. En el refugio de Costa Rica no nos dejan salir, nos tienen encerrados como que fuéramos delincuentes, la gente del pueblo ayuda”.
Durante su paso por el Centro de Atención Temporal de Migrantes (CATEM), en la frontera sur, por un lapso de una semana recibieron atención, pero se escaparon por una quebrada, recorrieron kilómetros y duermen en la calle; durante el día piden ayuda a los turistas que llegan a vacacionar a la zona de Bahía Ballena, porque saben que necesitarán mucho dinero para seguir su camino hacia Estados Unidos.
La situación se torna muy difícil cuando las personas migrantes en tránsito por Costa Rica descubren lo costoso que puede resultar salir del país “promotor de los derechos humanos” y cuando se enfrenta a las redes que lucran con la desgracia humana.
Estas dos familias no tenían los recursos suficientes para afrontar los cobros excesivos que les hacen en todo el recorrido, desde la frontera sur hasta la frontera norte del país, y, por ello, se vieron obligados a quedarse en el camino buscando la forma de recoger dinero.

“Nos ponen a lavar los buses”
Una situación similar vivió Armando Porras, quien viajó desde Chile por la ruta migratoria, incluido el Darién, acompañado de su esposa y sus tres hijos. Luego de recorrer siete países, en medio de la extorsión de la guerrilla colombiana y de los grupos organizados en la selva panameña, al igual que el resto de migrantes, fueron robados y violentados.
“Nos quitaron la platita que traíamos. Llegamos a Costa Rica, directamente al CATEM. Me tocó hacer ayuda humanitaria por mí, mi esposa y mis hijos; es decir, nos ponen a limpiar, lavar los buses cuando llegan al Centro. A mí me tomó seis días de trabajo para lograr que nos llevaran en el bus hacia la frontera norte”, contó Porras.
De acuerdo con cifras de la Dirección General de Migración y Extranjería (DGME), desde el 1 de enero 2024 han ingresado al país 90.212 personas migrantes, mediante el proceso de flujo migratorio controlado que se coordinó de manera binacional con Panamá, mediante el cual se traen en buses desde el país vecino, directamente hasta el CATEM, pero cada uno debe pagar su pasaje, incluso los niños más pequeños.
En una consulta realizada por UNIVERSIDAD, la oficina de Comunicación indicó que el 100% de las personas que ingresan al CATEM salen en bus, aunque la mayoría de las personas entrevistadas aseguraron haberse “escapado” del centro.
“Se considera que el 95% de las personas sale de forma diaria, y el otro 5% permanece en el CATEM alrededor de 48 a 72 horas, mientras logra reunir el dinero para salir o salir a través de uno de los buses humanitarios. Al 10 de marzo del 2024 se contabilizaron 5.541 personas que habían sido albergadas en el CATEM, con un promedio de 300 personas por día”.
Lucy Nájera, líder comunal en la zona sur del país, ha hecho voluntariado desde que empezó el tránsito de personas migrantes por la frontera con Panamá, hace años, y ha visto con mucha tristeza las penurias que pasan, no solo por las enormes dificultades que deben pasar por la selva del Darién, sino también por la exclusión en las comunidades y los enormes riesgos a los que están expuestos.
“La gente que anhela quedarse en las comunidades son quienes no tienen recursos, porque necesitan conseguir dinero para continuar con su camino. He visto historias terribles: madres que vieron morir a sus bebés, otras que fueron abusadas, niñas embarazadas y, a cada país que llegan, se encuentran una nueva cultura, por lo que los orientamos sobre sus derechos y, en muchas ocasiones, hemos tenido que coordinar con centros médicos para que sean atendidos”, relató Nájera.

Un negocio que opera libremente
Carmen Contreras ha vivido una experiencia inimaginable desde que migró desde Venezuela, “siempre a un mal paso de caer al vacío, vimos personas que perdieron la vida en el camino, los indígenas en la selva violan a mujeres y niños, hay que andar en grupos, unidos”.
Fue enfática en que la gente que decide migrar debe hacerlo con bastante dinero y andar en grupo, porque lo necesitarán en todo el trayecto. En la selva todo tiene un precio: subirse a las pangas para pasar los lagos vale plata, una botella de agua puede costar hasta $4, un paquete de pan en $10 y el bus desde Panamá hasta el CATEM cuesta $40.
Pero el negocio no solo es en la selva panameña: al cruzar la frontera de Costa Rica también hay grupos que se han organizado, unos de manera legal, como el transporte o el envío de dinero, y otros totalmente al margen de la ley, sacando provecho de la desgracia que viven estas miles de personas, que lo único que buscan es un mejor porvenir.
Hay diferentes formas de sacarle el dinero a los migrantes y que vayan dejando lo poco que traen en su camino, entre ellas:

Transporte desde CATEM
Pese a que la tarifa establecida para viajar en los buses de Tracopa es de $30 por persona, los migrantes entrevistados aseguraron que les cobran $60 por cada uno y de ahí la dificultad que muchos encuentran para viajar de inmediato, porque deben juntar el dinero, sobre todo cuando van en familia.
Un líder comunal que trabaja activamente apoyando a las personas migrantes y del cual se guarda la confidencialidad de su identidad (por seguridad) indicó que estos buses hacen una parada en un restaurante cerca de Orotina, para que las personas puedan comer y, en ese punto, en no pocas ocasiones, los choferes suben personas de más que van sentadas en los pasillos, a esos les cobran lo que consideren y es ganancia para ellos.
“No es cierto que lo ayuden a uno con tiquetes, hay que ganárselo o pedirle a la familia que envíen plata, pero, ahí adentro (CATEM), un solo tiquete del bus cuesta $60, y si somos cinco personas ¡imagínese! Todo son pérdidas. Es una mafia que hay: tienen un control total para que todo el mundo deje su platita”, relató un migrante de apellido Porras.
Desde el inicio, declaró el líder comunal, se dijo que Tracopa donaría espacios de manera solidaria, que consistía en diez pases diarios, pero, en realidad, se otorgaban después de ocho días de que las personas migrantes hicieran trabajo comunal, recogiendo basura o lavando los buses.
“Algunas organizaciones no gubernamentales pusieron buses humanitarios, pero el Gobierno nunca ha puesto nada, incluso el CATEM ni siquiera es un logro gubernamental, aunque han querido hacerlo ver así. Fueron ONG, la fuerza pública de Paso Canoas, que intervinieron para que se diera. El PANI brilla por su ausencia y, si una persona pide refugio, la sacan de inmediato del Centro y le dejan a la deriva”.
Su dinero…pero no sin dejar una buena porción
Las personas migrantes aseguran que, a lo interno del CATEM, hay un servicio de recepción de dinero, de manera que pueden solicitar a familiares o amigos que les envíen para cubrir el monto del pasaje y seguir la ruta.
No obstante, muchos consideran que el monto de comisión que les cobran es muy elevado, pues les rebajan $30 por cada $100 que les mandan, lo que dificulta mucho juntar para el viaje.

Los Talibanes en zona norte
En la zona Norte del país, hacia donde se dirigen todos los migrantes para seguir con la ruta migratoria, también hay una fuerte red delincuencial que ha sacado clavos de oro con la necesidad de las personas que viajan.
Según una fuente confidencial que viaja con frecuencia a Los Chiles y acompaña a muchos migrantes, agentes de Policía de Migración advierten a los choferes de bus que no hagan paradas en la comunidad El Parque, donde opera un grupo organizado denominado “Los Talibanes”.
A través de todo un sistema de confusión, miembros de esta red, hacen creer a los migrantes que si llegan a la terminal serán detenidos y devueltos, por lo que les instan a bajarse esta comunidad, donde la banda organizada llena carros con personas migrantes y les cobran $20 o $30, o incluso más, por persona para ir a Los Chiles.
Además, ya en Los Chiles hay una red de coyotaje (que trasladan e introducen de forma ilegal), en transportes totalmente inadecuados y peligrosos. De hecho, semanas atrás falleció una mujer ecuatoriana y su hija en un vehículo que se volcó.
Servicio Jesuita para Migrantes de Costa Rica denunció que esta es la evidencia de un entorno hostil y peligroso en el que se desplazan miles de personas que transitan por Costa Rica hacia Estados Unidos.
No obstante, el riesgo no se queda únicamente con el grupo los talibanes y coyotes, sino que el líder comunal entrevistado aseguró que la misma policía ha comprado vehículos para transportar de forma ilegal a migrantes y cobrarles por llevarlos desde la frontera Los Chiles; es decir, compiten en el “negocio” con los coyotes. Sumado a esto, los migrantes están expuestos a secuestros, extorsión, violaciones y trata de personas.

Luego, ya en la frontera Norte, quienes logran pasar sin mayores inconvenientes tienen que pagar $60 por persona para ser llevados al lado nicaragüense.
“La desesperación, la desinformación y el miedo a ser capturados o interpelados por agentes policiales obliga a miles de migrantes a tomar rutas riesgosas, someterse a extorsiones y cobros abusivos. Cientos de familias se movilizan en transportes inseguros, mientras que las redes de la trata y tráfico de personas que aprovechan la inacción de las autoridades y expanden sus tentáculos”, denunció Roy Arias Cruz, coordinador de Fronteras del Servicio Jesuita para Migrantes de Costa Rica.
UNIVERSIDAD solicitó a la Dirección de Migración y Extranjería el permiso para ingresar a las instalaciones del CATEM para ver la situación en la que se albergan los migrantes y conocer sobre los procesos de transporte que se siguen; sin embargo, nos informaron que al equipo de este Semanario debía acompañarlo personal institucional y que no había disponibilidad.