El 11 de julio del 2014, una semana antes del 35 aniversario del triunfo de la revolución que llevó al poder por primera vez a Daniel Ortega en Nicaragua, se anunció de manera sorpresiva la visita relámpago de Vladimir Putin a Managua.
De repente el canal oficial 19 Digital interrumpió su programación y transmitió en vivo el aterrizaje del socio de altísimo valor estratégico para el Gobierno de Ortega. El gobernante de la potencia rusa había decidido, en última hora, hacer una parada en el aeropuerto Sandino; en mitad de su viaje entre La Habana y Buenos Aires.
En las imágenes televisivas se ven las caras ansiosas del mandatario nicaragüense y su inseparable Rosario Murillo en una tarde ventosa pero memorable para la pareja presidencial. Los acompañaba el jefe de las Fuerzas Armadas, Julio César Avilés, uno de los bastiones internos del orteguismo.
Era la primera vez que un presidente de Rusia ponía pies en suelo nica y ahí estaba el anfitrión recibiéndolo al pie de la escalinata, mirando hacia arriba, esperando el momento en que se asomara el aliado que después de 2014 cobraría aún más importancia por los contratiempos de países amigos en la región, como Cuba (en acercamiento con Estados Unidos) y Venezuela (en una dura crisis económica y política).
Era algo caído del cielo. “Una visita histórica; es como un rayo, como un relámpago”, le dijo después Ortega a Putin sentados en una mesa rectangular, como se ve en las grabaciones de 19 Digital y de Rusia Today. El visitante sonreía. Le alababa su empeño por la paz mundial, la fraternidad internacional y la generosidad con el pueblo de Nicaragua.
Fueron solo dos horas, pero resultó suficiente para el mensaje. Aquí estamos, cuente con nosotros. Nos necesitamos, parecía expresar Putin, consciente de la histórica relación bilateral con el Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN) y de la exquisita ubicación geográfica de Nicaragua.
Así quedaba libre de dudas la presencia rusa en la Nicaragua contemporánea. Era la señal superior a otras que se manifiestan a diario en las calles de Managua, como los casi 500 autobuses blancos de fabricación rusa y otro tanto de taxis marca Lada que operan las cooperativas de transporte público. O las miles de toneladas de trigo donadas a Nicaragua.
O los tanques de guerra exhibidos en agosto de este 2016 en la céntrica Plaza de la Fe Juan Pablo II, que forman parte del arsenal que Moscú envió a Managua.
O la extraordinaria construcción que avanza en el terreno de la embajada de Rusia, cubierta por un muro y vigilada mediante cámaras que permiten abordar a cualquier curioso que ose sacar su celular para tomar fotografías.
Es el Centro de Capacitación Antidrogas del Servicio Federal para el Control del Tráfico de Drogas de la Federación Rusa, un proyecto que junto a la instalación de bases satelitales rusas es interpretado por algunos críticos como una mampara para el espionaje electrónico de Moscú en mitad del continente.
Y así muchas otras manifestaciones rusas de la relación contemporánea de Rusia con Nicaragua. Han hablado de integrar a los rusos en el ostentoso proyecto del canal interoceánico o en montar en suelo nica una ensambladora de vehículos rusos para vender en Centroamérica. También de un nuevo hospital militar o de nuevas inyecciones financieras que ayuden a paliar la caída de la cooperación venezolana.
A ellos se suma la estrecha cooperación militar entre ambos países, con capacitación de oficiales y cadetes nicaragüenses en Rusia y el acuerdo para el avituallamiento de naves militares rusas en puertos de Nicaragua.
Además, la donación y venta de equipo militar que incluye los 20 tanques T-72B1 enviados ya desde el puerto de Vladivostok hasta el de Corinto, dos lanchas con cohetes y cuatro patrulleras.
“Rusia suministró también a Nicaragua 12 sistemas de defensa antiaérea ZU-23-2 en 2014, un lote de vehículos blindados GAZ-2330 Tigr en 2012 y dos helicópteros Mi-17V-5 en 2009.
“Actualmente Rusia realiza actividades de reparación de estos vehículos en tierras nicaragüenses”, informó en agosto la agencia rusa Sputnik, una corporación privada multimedia, citando a la revista especializada en defensa IHS Jane’s. “La relación bilateral en materia militar entre los dos países atraviesa su mejor momento”, subrayaba Sputnik.
Esta es la manera mediante la cual en Nicaragua se informan sobre las decisiones de su gobierno, señala el politólogo nicaragüense e investigador Roberto Cajina, quien sostiene que en realidad Rusia nunca se fue de Nicaragua después de la estrecha relación con el FSLN hasta los años 80.
“En la realidad Nicaragua nunca perdió su relación con Rusia mediante el Ejército. Siempre hubo aquí una misión técnica. Desde 2007, con Ortega de nuevo en el poder, comenzó una recuperación de esa relación en todos los ámbitos, pero con un apego especial a lo militar. El 2 de Setiembre (Día del Ejército) mucha gente fue a ver los tanques que estaban en exhibición. La gente se desbordó porque aquí hay una cultura militarista en el inconsciente colectivo. Se admira profundamente al Ejército y se le respeta”, explica Cajina.
Las encuestas en Nicaragua son recurrentes en colocar al Ejército a la cabeza en las mediciones de confianza popular de las instituciones, con márgenes muy superiores a instancias meramente políticas o religiosas. Es el fruto de la profesionalización que experimentaron las fuerzas armadas durante los años de democracia posteriores a la revolución, además de que representa la defensa contra las amenazas a la soberanía nacional, un peligro latente en la percepción popular del país y en el manual de estrategias políticas infalibles para crear unidad en torno al nacionalismo.
Sin embargo, en 2007 Ortega quiso cambiar la dirección al Ejército. Por la vía de los decretos fue creando fórmulas para que los oficiales de mayor rango respondieran a él.
Llegó incluso a suspender la norma de no reelección quinquenal del jefe mayor, cuando en 2014 anunció que al frente de las Fuerzas Armadas continuaría Julio César Avilés. Este es el hombre que en 2010 tomó el mando en sustitución de Omar Halleslevens (quien en 2012 fue electo vicepresidente de Ortega) y que acompaña al comandante en jefe en los actos históricos, como la llegada de Putin.
“El Ejército ha apoyado el continuismo de Ortega y él nunca le había retribuido ese respaldo incondicional. Le había dado facultades mayores al calor del conflicto con Costa Rica sobre Harbor Head, pero nada más”.
“Ahora varios oficiales participan como particulares o a nombre del Ejército en negocios, inversiones, comercio y cuentas bancarias en paraísos fiscales”, apuntó Cajina, miembro de la Red de Seguridad y Defensa de América Latina (Resdal).
El informe Estado de la Región 2016 señala que Nicaragua no ha realizado una militarización tan visible como sus vecinos del norte centroamericano, pero el Ejército (con poco más de 10.000 hombres) sí participa en operativos en zonas rurales debido a la “politización de las fuerzas armadas y sus vínculos con el partido gobernante”.
Estos operativos se han centrado en represión de las protestas de organizaciones de campesinos, finqueros y activistas contrarios a la construcción del canal interoceánico y los amplios poderes de expropiación entregados al inversionista chino Wang Jing.
En el municipio San Miguelito, en el departamento de Río San Juan (colindante de Costa Rica) se dio una de esas represiones en diciembre del 2014, lo que llevó a un teniente a calificarlo como una nueva “Navidad Roja”, la operación de traslado forzado de comunidades indígenas hecha por la Contra en 1982 en oposición al entonces gobierno sandinista de Daniel Ortega.
Esta comparación hizo que el oficial fuera condenado en marzo del 2015 por “delito contra el decoro militar” y encarcelado durante 100 días, reportó la prensa.
Así se cuida el decoro militar, el orgullo de esas Fuerzas Armadas que se ondea cada 2 de Setiembre, como ocurrió en este año ante la mirada curiosa y satisfecha de cientos de ciudadanos que llegaron a la Plaza de la Fe a mirar los tanques.
Alejandra Córdoba, estudiante universitaria de un municipio al oeste de Managua, estuvo ahí con su madre y una tía. Se tomaron una fotografía y la postearon en sus perfiles de redes sociales. “Aquí sintiéndome segura con mi Ejército y los nuevos recursos que le entrega mi presidente comandante Daniel. ¡Y son rusos!”.