Entre los múltiples efectos que ha producido la pandemia de COVID-19 se encuentra la actualización del debate sobre la utilidad potencial del numerario digital, mejor conocido como criptomonedas.
Así lo señala Jorge Madrigal, economista jefe de la Secretaría Ejecutiva del Consejo Monetario Centroamericano (Secmca), quien en la Nota Económica 118 del mes de enero se pregunta, incluso, si un “Peso Centroamericano” —digital— podría lograr el milagro de la integración regional que no han conseguido varias décadas de buenas intenciones y de políticas públicas.
“Algunas características estructurales de la región Centroamericana y República Dominicana, tales como el alto nivel de informalidad y la reducida bancarización de la población, ofrecen oportunidades interesantes para iniciar la discusión y explorar la posibilidad de implementar el numerario digital, con sus respectivas implicaciones en un nuevo enfoque de política monetaria”, escribió.
Sin embargo, consultado por UNIVERSIDAD, también se refirió a los obstáculos y preguntas que todavía es necesario dilucidar, para que el uso de las monedas virtuales se masifique (ver la entrevista).
Desde la creación, en 1983, de la tecnología que las hace posible y del Bitcoin, en el 2010, este tipo de medio de pago y objeto de inversiones ha dejado de ser un recurso marginal, buscado principalmente por quienes trafican ilegalmente en la “Internet obscura” y hoy es reconocido por muchas empresas internacionales formales.
Según el sitio web 99 Bitcoins, una encuesta realizada el año pasado por la aseguradora HSB encontró que el 36% de las pequeñas y medianas empresas de los Estados Unidos acepta el Bitcoin como medio de pago.
En la lista de empresas grandes se encuentran: Wikipedia, Microsoft, AT&T, Burger King y Pizza Hut (en el mercado de Venezuela mediante una alianza con Cryptobuyer); Burger King en Alemania y KFC en Canadá para pedidos en línea únicamente; además, Overstock, Subway, Twitch (plataforma de juegos en línea de Amazon); la Miami Dolphins Foundation y los Dallas Mavericks (para comprar tiquetes de los partidos y mercadería del equipo).
La empresa Virgin Galactic, de Richard Branson, permite pagar viajes espaciales de sus aerolíneas Virgin Mobile y Virgin Airlines, lo mismo que la Compañía de Lanzamiento Espacial de Noruega, que es descrita como la aerolínea con el tercer presupuesto más grande de Europa. Y la lista continúa.
La operación reciente más importante con una criptomoneda fue la realizada por el presidente ejecutivo de Tesla, Elon Musk, quien hace unas semanas compró $1.500 millones en bitcoins, lo cual de inmediato empujó su valor al alza. Hace quince días, esta moneda virtual se encontraba al borde de alcanzar un precio de casi $62.000 la unidad.
Además, Tesla acepta que sus automóviles fabricados con tecnología de punta sean comprados con bitcoins.
La empresa intermediadora de pagos Pay Pal —que interconecta a 26 millones de comerciantes— anunció que sus usuarios en los Estados Unidos pueden comprar, vender e invertir en criptomonedas usando sus cuentas con aquella.
Y en la actualidad hay identificadas más de 2.250 criptomonedas (llamadas “altcoins”), que utilizan la misma tecnología o con algunas modificaciones.
Hoy, una persona puede transar “de punta a punta”, con fines legales o ilegales, con estos medios de pago digitales desde un teléfono celular y utilizando plataformas gratuitas y fácilmente accesibles, sin pasar por los bancos.
Consultamos al Banco Central de Costa Rica (BCCR), sobre los desafíos que esta nueva realidad tiene para el mercado de la intermediación bancaria y financiera supervisada y para los bancos centrales en tanto autoridades monetarias.
Según los únicos dos documentos oficiales que ha emitido al respecto: un comunicado de prensa publicado el 9 de octubre del 2017 y la Nota Técnica No. 001/2019, la entidad mantiene una posición de cautela y previsión.
Por su parte, Rodrigo Cubero, presidente de la entidad, dijo a UNIVERSIDAD que “si una empresa Fintech realiza algún tipo de negocio que no contravenga ningún tipo de regulación prudencial, estaríamos ante una situación que debe tolerarse e incluso facilitarse, dados sus potenciales efectos positivos en la eficiencia de los sistemas financieros”.
Pero, sobre la perspectiva de buscar la creación de una criptomoneda común centroamericana, consideró que, para Costa Rica, los riesgos serían mayores que los beneficios (ver la entrevista).
Posibilidades y limitaciones
La nota técnica del BCCR afirma que, hoy, “muchos bancos centrales promueven el desarrollo de mecanismos de pago digital con el objetivo de reducir la circulación de billetes y monedas y bajar el costo que representa para la sociedad realizar transacciones”. Pero recalca que, para generalizar esto, aún se investiga y se realizan pruebas.
Por ejemplo, “los agentes económicos realizarían sus transacciones por medio de un dispositivo que el emisor debería definir, podría tratarse de una tarjeta o un teléfono celular. Estas cuentas de depósito operarían de forma similar a las que actualmente tienen los intermediarios financieros en los entes emisores. Allí se mantendrían los saldos monetarios que de otro modo portarían en la forma de billetes y monedas”.
También, los bancos centrales podrían emitir su propio token o moneda digital de circulación electrónica y las personas usuarias transferirían recursos entre una billetera o dispositivo a otra, lo cual, como se ve, pondría en cuestión el futuro de la intermediación que realizan los bancos.
Pero la nota técnica del BCCR coincide con Madrigal en que las criptomonedas tienen el potencial de convertirse en una herramienta para promover la inclusión financiera.
Se incentivaría a las personas “para que realicen un traslado parcial de recursos desde las entidades financieras directamente hacia las cuentas de depósito en un banco central. De esta forma, podría convertirse en un instrumento de política por medio del cual incidir sobre las decisiones de consumo, ahorro e inversión de familias y empresas”.
Esto, porque, “un banco central tendría la posibilidad de situar la tasa de interés en un valor negativo, lo cual resolvería el problema de límite inferior de cero para la tasa de política monetaria”.
Pero la contraparte es que, si este traslado llegara a ser generalizado, “la capacidad de otorgar crédito al sector privado que tiene el sistema financiero se restringiría, con el consecuente efecto sobre la actividad económica”.
Por último, para que sean funcionales, la velocidad de confirmación actual de su valor y contabilidad, tendría que multiplicarse, pues las tarjetas de crédito procesan alrededor de 375 veces la cantidad de transacciones que, como máximo, pueden procesarse con el Bitcoin.
Entre los bancos centrales que han iniciado estudios para evaluar las posibilidades de la tecnología, como el Banco de Canadá (Proyecto Jasper), el Banco Central Europeo y el Banco de Japón (Proyecto Stella) o la Autoridad Monetaria de Singapur (Proyecto Urbin); también el de los Estados Unidos, Canadá e Inglaterra; otros han realizado pruebas con esa tecnología incluso con pagos de bajo valor (China, Senegal y Suecia), concluye.
Jorge Madrigal, economista Jefe de la Secmca
“La clave es la confianza”
El alto nivel de informalidad y la reducida bancarización de la población en la región, ofrecen oportunidades interesantes para el uso de las criptomonedas.
¿Hay experiencias concretas de los bancos centrales de la región con criptomonedas?

—Por el momento, no hay experiencias concretas. Desde el punto de vista de los bancos centrales, existe interés dado la evolución de los medios de pagos de los principales bancos del mundo y el creciente interés que despierta el numerario digital. Principalmente, debido al dinamismo que está teniendo la emisión de criptoactivos a nivel mundial y porque todavía no existe un consenso sobre los efectos potenciales de su uso sobre la efectividad de la política monetaria.
¿Cuáles características de esta región se prestan para impulsar el numerario digital?
—El alto nivel de informalidad y la reducida bancarización de la población, ofrecen oportunidades interesantes para iniciar la discusión y explorar la posibilidad de implementar el numerario digital. Sobre todo, ante la influencia que han enfrentado los bancos centrales para aplicar una política monetaria expansiva y con instrumentos no tradicionales para paliar los efectos económicos de la pandemia del COVID-19.
¿El hecho de que haya al menos dos economías dolarizadas, interferiría con un proyecto común?
—Entendiendo como “proyecto común” una moneda única para la región, es claro que la dolarización interfiere con ese objetivo. Sin embargo, a mi manera de ver, hay factores todavía más relevantes que impiden avanzar en esa dirección, tales como la necesidad de una mayor integración política y económica entre los países de la región.
¿El papel de los bancos centrales y de los bancos comerciales se tornaría cada vez menos relevante?
—La tecnología ha permitido un rápido desarrollo de empresas financieras con modelos de negocio alternativos que compiten con los servicios de la banca tradicional (las llamadas “Fintech”).
También es innegable el entusiasmo que han generado algunas criptomonedas como el Bitcoin.
Sin embargo, más que un asunto de posibilidades tecnológicas, la clave para un uso generalizado de estas tecnologías es la confianza que puedan generar entre los agentes económicos de que sus transacciones se pueden llevar a buen término.
En ese sentido, a las Fintech les queda camino por recorrer, sobre todo en economías tan poco desarrolladas financieramente como las centroamericanas.
Rodrigo Cubero, presidente del BCCR
“Una moneda común no nos dejaría tener control sobre la política monetaria”
El colón ya circula ampliamente en forma digital en el país por medio de Sinpe y Sinpe Móvil, afirma.
Las inversiones en criptomonedas son cada vez más comunes y están en creciente acceso para el público. ¿Cuál es el enfoque del BCCR frente a estas?
—El BCCR se mantiene atento a la evolución de las criptomonedas, las monedas digitales y los criptoactivos, con el fin de determinar si en algún momento llegan a representar un riesgo para la estabilidad del sistema financiero y de pagos o resultan un obstáculo en la implementación de la política monetaria.
Por el momento las monedas digitales en Costa Rica y el mundo son esencialmente activos de inversión, muchas veces especulativa y sus valores con frecuencia han tenido una alta volatilidad. Es decir, esos activos cumplen parcialmente con la función de ser depósitos de valor, pero no cumplen con las otras dos funciones básicas de una moneda, que son servir como medio de pago generalmente aceptado y servir como unidad de cuenta para la fijación generalizada de precios.
Por lo tanto, las criptomonedas realmente no son monedas, sino simplemente activos financieros. Además, los que quieran invertir sus ahorros en este tipo de activos lo hacen bajo su propio riesgo, pues esos activos no tienen ningún tipo de respaldo por parte de ningún banco central o gobierno.

¿El BCCR se prepara para encarar esa tendencia a la desintermediación?
—Es necesario notar que los préstamos entre iguales (“peer to peer lending”) o el financiamiento colectivo (crowd funding) son parte de lo que se conoce como actividades Fintech, que utilizan tecnologías disruptivas en negocios financieros. Esas actividades Fintech no son lo mismo que las criptomonedas, y de hecho, por lo general, utilizan como subyacente una moneda oficial, no una criptomoneda.
El BCCR y las superintendencias financieras han venido estudiando la industria Fintech y sus posibles efectos en la estabilidad del sistema financiero. Si se detectara que se está llevando a cabo algún negocio que se asimile a la intermediación financiera (esto es, cuando el negocio implica captación de depósitos del público en forma habitual para prestar los recursos y se cumplen las otras condiciones definidas en el artículo 116 de la LOBCCR) sin que cumpla la regulación respectiva, se tomarán las medidas del caso.
Ahora bien, si una empresa Fintech realiza algún tipo de negocio que no contravenga ningún tipo de regulación prudencial, estaríamos ante una situación que debe tolerarse e incluso facilitarse, dados sus potenciales efectos positivos en la eficiencia de los sistemas financieros.
¿Puede tener beneficios crear una moneda común centroamericana?
—En el contexto costarricense, no parece necesario que el BCCR emita su propia moneda digital, porque los beneficios que se podrían alcanzar ya de todas formas se tienen en Costa Rica, en la forma de un sistema de medios electrónicos de pago ampliamente extendido, eficiente, ágil, seguro y barato: el Sinpe y el Sinpe Móvil.
Es decir, el Colón ya circula ampliamente en forma digital en el país. En ese sentido, tampoco parece que una moneda común centroamericana pueda tener algún efecto positivo para nuestro país y nos sujetaría más bien a los problemas de una integración monetaria, que es que los estados individuales dejan de tener control sobre su política monetaria y consecuentemente pierden la posibilidad de ejercer una política monetaria contracíclica.
Eso resultaría en una profundización de los efectos de los choques reales (como cambios abruptos en la oferta interna o en la demanda) sobre la economía nacional y en una mayor volatilidad del crecimiento.
