País

¿Por qué el machismo, el individualismo y la desigualdad agravan el contagio del COVID?

Estudio de Cicde-UNED propone atender la crisis sanitaria contemplando los problemas socioculturales y económicos que la agravan.

Patricia vive en Tres Ríos, trabaja en una soda y limpia casas dos veces a la semana. Todos los días tiene que subirse a buses abarrotados para ir a trabajar, no puede darse el lujo de quedarse en casa: su familia tiene que comer.

Cuando las clases de sus hijos eran virtuales, ambos se quedaban en casa y la mayor cuidaba al niño. Ahora, ambos reciben lecciones presenciales y no siempre calzan los horarios, por lo que muchas veces le toca llevar al menor al trabajo, pues no tiene quién lo cuide ni recursos para pagar.  Como si fuera poco, a menudo tiene que ayudarle a su mamá —una adulta mayor— con el cuido de su hermano que tiene una discapacidad y no cuenta con más apoyo.

En el bus, en la escuela y la universidad, en la soda y en casas ajenas: las posibilidades de exponerse al virus se multiplican. Patricia es cuidadosa, usa mascarilla y aplica las medidas, pero entiende el riesgo al que se enfrenta.

Hace unos meses le dio una “mala gripe”, y su familia se encerró por dos semanas, por si acaso. “Fueron dos semanas dificilísimas y no por esa gripe, que no sabemos si fue el virus, si no porque no estaba recibiendo ni un cinco y siempre hay que comer, ahora más bien estoy trabajando más, todavía debo plata a gente que nos ayudó”, relata. Si alguien más se enfermara en la casa, dice, no sabe si podría costear otro aislamiento.

“En materia de atención de la emergencia, no tenemos nada que envidiarle a Bolsonaro o a Donald Trump porque estamos haciendo lo mismo: nada”, Luis Paulino Vargas.

Para Patricia, así como para miles de costarricenses, la “crisis” no empezó con el COVID-19. Ser mujer, pobre, jefa de hogar y tener a cargo el cuido familiar no fueron elecciones, es lo que “le tocó”. Con la pandemia, no solamente se puso cuesta arriba la economía, sino que todos los días tiene que salir a exponerse, arriesgando su vida y la de sus familiares.

El Centro de Investigación en Cultura y Desarrollo (Cicde) de la Universidad Nacional a Distancia, analizó estos factores sociales, culturales y económicos hoy profundizados por el COVID-19 en el documento “COVID-19: sindemia más que pandemia. Factores socioculturales y económicos detrás de la crisis sanitaria”, que remitió al presidente Alvarado y a las autoridades de salud. El estudio determinó que lo que hoy vivimos, más que una pandemia, es una sindemia.

Esta palabra implica la coexistencia de dos o más epidemias que comparten factores sociales, de modo que se potencian entre sí.

En el caso del coronavirus, condiciones de salud como la hipertensión, asma, diabetes y tabaquismo han agravado las consecuencias del virus. Además, las mismas desigualdades sociales y económicas que generan estos padecimientos, hoy maximizan el riesgo para los sectores menos favorecidos y agravan los problemas sociales, generando un círculo vicioso.

Medidas no atienden problemas subyacentes

El uso del término sindemia, explica Luis Paulino Vargas, economista y director a.i. de ese centro, sirve para analizar y abordar la crisis como lo que es: un evento multifactorial.

Esta mirada permite reconocer los efectos de la pobreza, las inequidades sociales, educativas y económicas y las diversas formas de violencia estructural que amenazan más que nunca a ciertos sectores de la sociedad. Así, indica, podría trazarse política pública para atender estas problemáticas, al tiempo que se atiende la situación sanitaria.

“Estos factores sociales, culturales y económicos han sido completamente ignorados por las autoridades, que se han concentrado en repetir discursos de regaño, como si todas las personas tuviéramos las mismas posibilidades de quedarnos en casa o el mismo acceso a productos sanitarios”, indicó en entrevista.

Según el investigador las estrategias que se han aplicado no atienden problemáticas que agravan el contagio del coronavirus como la pobreza, el desempleo y la informalidad “que mandan a la gente a la calle a ganarse el sustento a diario”, o el acceso limitado a la vivienda y el hacinamiento en que viven muchas familias, que también maximizan el riesgo.

Tampoco se han implementado suficientes medidas para minimizar el riesgo al que se exponen especialmente mujeres y niños encerrados en hogares donde hay violencia o para redistribuir las responsabilidades de cuido, que hoy se encuentran recargadas en mujeres que deben asumir roles de profesional o empleada, mamá, ama de casa, cocinera y hasta enfermera.

La cultura machista en la sociedad obstaculiza las prácticas de cuidado. Por ejemplo, el machismo propicia comportamientos riesgosos especialmente en hombres jóvenes que se asumen “imbatibles” y se resisten a usar mascarilla o mantener distanciamiento.

El individualismo que exalta el poder económico, la rentabilidad empresarial y el éxito personal también ha permeado cierto sector social, lo que ha impedido reacciones solidarias para paliar la crisis. Esto se evidencia, según el informe, en la actitud de las cámaras empresariales que tienen “una larga lista de exigencias de interés gremial, sin jamás expresar ningún compromiso ciudadano, y sin jamás ofrecer un aporte solidario”.

Sobre las medidas anunciadas en días recientes, Vargas afirmó que el país continúa “por el mismo rumbo que nos tiene donde estamos” y que es poco probable que esto cambie, por lo que vaticina que la crisis solo se agravará.

“El discurso de responsabilidad personal y el regaño constante no ha funcionado, es evidente, pero seguimos por el mismo camino o peor. En materia de atención de la emergencia, no tenemos nada que envidiarle a Bolsonaro o a Donald Trump porque estamos haciendo lo mismo: nada”, concluyó Vargas.

Propuestas integrales para una crisis multifactorial

El Cicde dirigió a las autoridades una misiva en la que proponen medidas para atender de manera integral esta “sindemia”, entre las que se encuentran.

  • Desarrollar campañas educativas, casa por casa, con distribución de productos de higiene en barrios y comunidades vulnerables.
  • Crear “hogares de acogida” para aislar casos positivos, cuando en la casa no sea posible.
  • Fortalecer mecanismos de apoyo a mujeres, para prevenir y proteger frente a la violencia machista.
  • Reordenar paradas de buses para alejar unas de otras y que las personas puedan distanciarse.
  • Establecer límite máximo de personas que pueden viajar en el transporte público.
  • Incrementar el número de buses y que circulen en intervalos más cortos.
  • Implementar un programa de entrega de alimentos y de artículos de higiene a los hogares más pobres, con apoyo de las municipalidades.
  • Eliminar barreras de acceso a la vacuna para la población migrante. Priorizar vacunas para recolectores de basura, docentes de primaria y secundaria. Recurrir a más oferentes de vacunas.
  • Contemplar la suspensión de clases al menos en zonas con tasas de contagio más altas.
  • Agilizar la utilización de los recursos de Fonatel para garantizar conectividad, incluyendo conexiones abiertas y gratuitas en los sitios de mayor exclusión socioeconómica.
  • Desarrollar estrategias educativas diferenciadas e inteligentemente diseñadas, alejadas del discurso de la responsabilidad personal que no ha funcionado, para inducir cambios de comportamiento.
  • Incorporar profesionales de alto nivel en ciencias sociales en los equipos que asesoran las decisiones relacionadas con el manejo del COVID-19.
  • Movilizar recursos económicos sobre una base justa y equitativa, a través de impuestos temporales sobre salarios, ganancias empresariales, rentas y ganancias de capital, y grandes patrimonios familiares y personales.

 

Suscríbase al boletín

Ir al contenido