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Poderosos insecticidas amenazan a poblaciones de abejas

Prohibición europea de venenos conocidos como neonicotinoides alza voces de alarma en Costa Rica. Activistas, productores y científicos han constatado reducción en poblaciones.

“Son productos son tan eficientes, que se llevan absolutamente todo, no perdonan nada”. Así puntualizó el productor Francisco Elizondo parte del problema que significa el uso de los insecticidas conocidos como neonicotinoides, sobre todo por sus efectos en las poblaciones de abejas, importantes como agentes polinizadores de muchos cultivos.

Elizondo es apicultor y productor de aguacates, y además es presidente del Centro Agrícola Cantonal de Tarrazú. Él relató cómo, hace unos seis años, se dio una situación en la que “aplicaron el neonicotinoide en el momento de floración” del aguacate, tras lo cual se dio la muerte de un gran número de esos insectos.

Aseveró que el mal manejo de insecticidas incide en una “pérdida muy grande de abejas”, a lo que añadió su preocupación porque no se cuantifica el daño que esos químicos producen en especies silvestres de polinizadores.

“Somos los productores los que vemos reducidas las colonias casi a punto de desaparición, eso se refleja en los ingresos”, subrayó.

El tema cobra relevancia luego de que a finales de abril la Unión Europea (UE) tomara la decisión de prohibir el uso de los neonicotinoides en espacios abiertos.

La decisión de las autoridades europeas llegó tras los hallazgos de la  Agencia Europea de Seguridad Alimentaria (EFSA), que determinó que este tipo de venenos es particularmente nocivo para las abejas, fundamentales para la alimentación humana.

Fue el pasado 28 de febrero que la EFSA comunicó al mundo que sus estudios confirmaban los riesgos para las abejas que representan los neonitotinoides, particularmente los conocidos como clotianidina, imidacloprid y tiametoxam y sobre los cuales ya se habían impuesto algunas restricciones desde el 2013.

Elizondo aseveró que “lo mínimo” que debe hacerse con los neonicotinoides es una prohibición como la adoptada por las autoridades europeas, de manera que solamente se permita su aplicación en invernaderos, y añadió que la venta de los venenos debe autorizarse solo con una receta profesional.

De acuerdo con una nota enviada por Mauricio Álvarez, coordinador del Programa Kioscos Socioambientales de la UCR, y Fabián Pacheco, encargado del Centro Especializado de Agricultura Orgánica del Instituto Nacional de Aprendizaje (INA), estos neonicotinoides son utilizados en Costa Rica en cultivos de algodón, arroz, banano, café, calabacín, caña de azúcar, cebolla, cítricos, chayote, chile dulce, melón, naranja, papa, papaya, pasto kikuyo, pasto peludo, pepino, piña, plátanos, ornamentales, rosa, salvia, sandía, tomate, verbena y yuca.

INSECTOS DE GRAN IMPORTANCIA

“Tengo 28 años de estar en el país y he notado una disminución en las poblaciones de las abejas”, afirmó el científico Johan van Veer, investigador del Centro de Investigaciones Apícolas Tropicales (Cinat) de la Universidad Nacional (UNA).

Tras apuntar que sus observaciones en el campo han confirmado estudios hechos por otros científicos en territorio nacional desde hace tres décadas, el especialista enfatizó que no se debe culpar únicamente a los neonicotinoides, pues “nuestras acciones como seres humanos sobre el medio ambiente, como quemas de árboles, destrucción del hábitat, la construcción de urbanizaciones en ciertas áreas, las prácticas agrícolas, inclusive el mismo cambio climático, todo este conjunto de factores generan una presión sobre las abejas y lógicamente sobre otros insectos y animales”.

Sin embargo, apuntó que en Europa las alertas sobre los efectos de este tipo de venenos datan de los años 90 y que “si uno sigue el rastro, ve lo desastroso y la correlación entre el uso de este tipo de productos y la muerte masiva entre las colmenas”.

Informó que en el mundo se calcula que existen unas 20 mil especies diferentes de abejas y que constituyen el grupo polinizador más grande para plantas con flores. Añadió que en total, alrededor de 175 mil especies de plantas dependen para su sobrevivencia de la acción polinizadora de algún animal.

“En otras palabras, si se extinguen las abejas prácticamente no van a quedar plantas con flores. 175 mil especies, sería una catástrofe”, observó.

Van Veer, quien coordina el Programa Regional de Apicultura y Meliponicultura del Cinat, destacó que, a nivel alimenticio, se estima que aproximadamente una tercera parte de lo que consumimos depende de la polinización por parte de las abejas.

“Aproximadamente son 90 cultivos de gran importancia económica polinizados por las abejas. En otras palabras, son muy importantes para nosotros”, sentenció.

Fernando Ramírez, investigador y docente del Instituto Regional de Estudios en Sustancias Tóxicas (IRET), de la misma UNA, explicó que los neonicotinoides son insecticidas sistémicos; o sea, que ingresan a la planta y se distribuyen dentro de ella. Además se utilizan mucho para tratamiento de semillas, cuando la planta germina y crece, el veneno se mantiene ahí dentro y tiene el efecto insecticida.

Apuntó con gravedad que se ha buscado que la sustancia insecticida tenga “una persistencia muy alta dentro de las plantas”. El principal efecto de esto es sobre las abejas, porque como se distribuye por toda la planta –incluyendo flores o polen–, “la miel y todos los derivados que utilizan las abejas para alimentarse son altamente tóxicos para ellas”.

Ramírez coincidió con van Veer en la importancia biológica y para la alimentación humana que tienen las abejas, por ello consideró que una prohibición en los términos en que la decidió la UE debería ser “de prioridad”.

BAJO PRESIÓN

En la localidad de Paquera, Puntarenas, la Asociación Salvando Abejas se dedica a actividades como la meliponicultura –la crianza de abejas denominadas meliponas, sin aguijón y nativas– y al turismo educativo.

Víctor Hugo Alas, quien forma parte de esa iniciativa, informó que desde que la Asociación inició su trabajo hace unos cinco años, se conocía de la preocupación por los efectos de ese tipo de venenos y se ha podido constatar la disminución en poblaciones.

Además, llamó la atención a que el indicador que se utiliza para medir los efectos de los venenos es la abeja de la variedad apis –la africanizada y las de origen europeo–, pero “no se ha hablado nada con relación a las abejas nativas, cómo estos venenos afectan a la población de abejas propias del país y que tienen una función vital para la polinización de nuestros alimentos”.

Por su parte, Mauricio Álvarez llamó la atención sobre que los neonicotinoides forman parte de un amplio catálogo de agroquímicos utilizados en el país, sobre todo en cultivos industriales.

“Lo que aducen los agricultores, y sobre todo las cámaras de insumos, es que no hay sustitutos, sabemos que está pasando con el paraquat y el glifosato. Así lo ha sostenido el Ministerio de Agricultura y Ganadería (MAG)”, apuntó.

Añadió al respecto que si no hay sustitutos porque, por ejemplo, el gigante Bayer produce neonicotioides, que ya no se usarán en Europa, “por supuesto que hasta que no agote las existencias, no va a dejar de vender”, a lo que se suma el hecho de que formular un producto nuevo implica una onerosa inversión.

Ante la pregunta de si entonces la prohibición en Europa significa más presión para que esos venenos se utilicen en países como Costa Rica, Álvarez recordó que “igual que pasó con el paraquat, está prohibido en casi todo Europa y se sigue exportando”, lo cual juzgó como “un doble estándar, la típica doble moral de europeos y estadounidenses”.

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