País Eduardo Lizano, economista

“No queremos choferes que sean doctores en biología”

El dos veces presidente del Banco Central de Costa Rica (BCCR) afirma que, hasta ahora, “el experimento de la alianza entre el PAC y el PUSC está funcionando”.

Licenciado en economía por la Universidad de Ginebra, Suiza, M.Sc. en Economía por la London School of Economics and Political Science, de Inglaterra y Ph. D. en Economía del Desarrollo por la Universidad de Paris, Francia, Eduardo Lizano Fait, ocupó la presidencia del BCCR en el apogeo del bipartidismo (los períodos 1984-1990 y 1998-2002).

Profesor emérito de la UCR (impartió clases entre 1958-1990), fue uno de los actores clave en transformar la pequeña economía costarricense en una cada vez más abierta al intercambio comercial con el mundo.

En la siguiente entrevista, hace un balance sobre lo que ha funcionado y lo que no de los distintos modelos económicos desarrollados en el país, la potencialidad real de la economía para generar empleos, el desempeño del actual gabinete económico, la correlación de fuerzas políticas en juego, la necesidad y viabilidad de los eurobonos e incluso repasa su relación con la Agencia Internacional para el Desarrollo (AID), de EEUU, en los conflictivos años 80 del siglo XX, cuando el país recibió una donación diaria de $1.000 para financiar la creación de la banca privada.

A partir de la experiencia de tanto tiempo ¿qué de las teorías o debates sobre los modelos económicos seguidos por el país se sigue sosteniendo y qué queda fuera de juego?

–Hay un primer punto muy importante, que es el tamaño del mercado.

Desde que arrancamos con el café es porque encontramos un mercado en Europa que nos permitió exportar de una manera eficiente, pero rudimentaria, hasta en veleros, por Perú, Cabo de Hornos, etcétera.

Con el modelo agroexportador se dio la expansión cafetalera en una amplitud mucho más grande, no por el Pacífico, sino por el Atlántico. Sin embargo, el gremio cafetalero tuvo el problema de que, si bien encontraron la posibilidad de canalizar buena parte de su excedente a otras actividades, sobre todo ganaderas, a la expansión en Guanacaste, en la frontera norte, en San Carlos, esta gente, por decirlo metafóricamente, se cansó de tener que vivir las vicisitudes del mercado internacional.

Los altibajos del café les producían una gran inseguridad para la inversión de su excedente. Allí surgió la idea, entonces, de tratar de ir a la industrialización con base en las ideas de (Raúl) Prebisch y la Cepal.

Pero las mini economías centroamericanas no podían industrializarse ellas solas. Entonces, se planteó cambiar el modelo agroexportador por uno de desarrollo hacia adentro, pero dentro del ámbito centroamericano. Cinco economías consolidadas y no quedó nadie por aparte.

Otros países latinoamericanos, México, Argentina, podían empezar a avanzar significativamente en el campo de la sustitución de importaciones con solo el mercado local, pero en Centroamérica eran mercaditos muy, muy pequeños.

Hubo algunas actividades que se pudieron desarrollar bien y hubo un principio de industrialización, no solamente con excedentes nacionales sino con inversión extranjera, para brincarse, por así decir, las barreras proteccionistas. Tuvimos una industrialización incipiente.

El problema fue que, rápidamente, los empresarios también descubrieron que aún el mercado centroamericano consolidado para una industrialización más fuerte era muy pequeño.

Algunas actividades permitieron una competencia entre Centroamérica y, entonces, no había mucha diferencia entre los precios internos y los precios internacionales. En camisas, por ejemplo. Ese tipo de industrias florecieron y su mercado era bastante satisfactorio para ese tipo de actividades, medido por la diferencia que había en los precios internacionales y los precios locales.

En otras actividades, como la fabricación de llantas, por ejemplo, el mercado centroamericano era muy pequeño aun para una fábrica. Se estableció una fábrica de llantas para Centroamérica. Y en esos casos sí había una diferencia importante entre el precio exterior y el precio interno.

Entonces, nuevamente con la Cepal, se fue a una integración más abierta y no una integración que se desarrollaba detrás de un muro proteccionista. Hubo el pensamiento del Banco Mundial, del BID (Banco Interamericano de Desarrollo), de buscar la posibilidad de una producción nacional tanto agrícola como industrial, pero para ir a los mercados internacionales.

En la etapa de sustitución de importaciones, los grupos empresariales centroamericanos de nuevo podían invertir su excedente en Centroamérica, pero llegó un momento en que también el mercado centroamericano era muy pequeño. El modelo de sustitución de importaciones comenzó, no a abandonarse totalmente, pero sí a ampliarse hacia el mercado internacional.

La idea entonces fue tratar de invertir el excedente en un mercado más amplio, de una manera indirecta, produciendo en Centroamérica y exportando al exterior. Un poco el reemplazo del modelo de sustitución de importaciones por el de la apertura y la promoción de exportaciones fuera de Centroamérica. En eso es en lo que hemos estado durante varias décadas.

Todavía Centroamérica sigue siendo importante para Costa Rica. Un 20% de nuestras exportaciones van allá y nos interesa mucho ese mercado, porque allí es donde aprendemos a hacernos competitivos. Pero, ahora nuestro desarrollo depende mucho más de las exportaciones. Ya el 80% de estas van fuera de Centroamérica, incluidos Estados Unidos y la Unión Europea, con productos agrícolas tradicionales, como el café, el banano y la piña, pero ahora también con productos manufacturados.

Entonces, este tema del tamaño del mercado me parece que es una de las cosas importantes. La otra es la necesidad de ir a una economía relativamente abierta en conexión, en contacto con los mercados internacionales tanto en bienes como en servicios. En los últimos años, Costa Rica ha tenido una expansión muy importante en servicios, que va reduciendo su diferencia con la exportación de bienes.

Costa Rica sigue teniendo un sector agrícola de exportación muy, muy dinámico. Por cada dólar que nosotros importamos de productos agrícolas, exportamos tres. Y, en algunos productos como el banano y la piña, competimos en los mercados internacionales. Además, ya estamos exportando productos manufacturados, también, con el desarrollo de las Zonas Francas y la inversión extranjera.

Economista Eduardo Lizano: “Dentro del PAC hay gente que resiente tener a gente como Rocío, Edna, el mismo Rodolfo Piza, metidos en un gobierno del PAC”. (Foto: Katya Alvarado).

Es decir que, en su balance, no es necesario pensar en otro modelo de desarrollo, por ejemplo, ante la nueva revolución tecnológica. Hay elementos de los modelos anteriores que se quedan.

–Cuando pasamos del modelo agroexportador al de sustitución de exportaciones no fue que abandonamos totalmente el modelo agroexportador, seguimos exportando café, piña y bananos. Cuando decidimos reemplazar el modelo de sustitución de importaciones por el de la apertura, tampoco fue que lo eliminamos totalmente. Lo que nosotros tenemos es una superposición de elementos de los tres modelos.

En esto se producen algunas contradicciones. Porque una de las dificultades del modelo de sustitución de importaciones es que encarece la producción local, porque debemos poner barreras arancelarias y, al aumentar los costos internos, perdemos competitividad a la hora de exportar.

Entonces, allí tenemos que mantener cierto cuidado. Lo que sí me parece a mí es que a este modelo de promoción de exportaciones, que arrancó a mediados de los 80 -son treinta años-, siempre hay necesidad de hacerle algunos ajustes. Y ahora tenemos algunos ajustes importantes que hacer para profundizar ese modelo.

¿Qué ajustes hay que hacer?

–El primero es que los costos internos se han estado modificando. Costa Rica era un país donde la energía era relativamente barata y podíamos atraer la producción local o de extranjeros que consumiera bastante energía. Hoy en día ya hay un cambio importante. Por equis circunstancias, en otros países la energía se ha abaratado, incluyendo Estados Unidos; entonces, ahora difícilmente vamos a poder crecer en el sector industrial o en algún otro sector de la economía que requiera de mucha energía.

La misma mano de obra. Hemos ido creando una cantidad de empleo importante y eso ha conllevado también ciertos ajustes en los costos salariales, sobre todo cuando ya se trata de manufactura más sofisticada, donde necesitamos gente más profesional, ingenieros, técnicos.

Allí el gran reto es el de la competitividad, es el de hacernos eficientes y productivos para poder seguir compitiendo.

En tercer lugar, otra de las dificultades es que gran parte de nuestro crecimiento ha sido a base de subsidios, concesiones. Todos sabemos que en las Zonas Francas no pagan Impuesto sobre la Renta. Y hemos tenido tarifas eléctricas para los grandes consumidores, se han tenido que tomar una serie de medidas para favorecer las exportaciones.

Esa etapa la vamos a tener que ir superando y que esas empresas prácticamente se comporten igual que todas las empresas locales, lo cual significa poner el énfasis ahora en la productividad. Porque la productividad es lo que nos permite, que a pesar de que los costos internos van aumentando, alcanzar una mayor producción. Con una misma cantidad de factores de la producción unitarios, ahora podemos ser competitivos.

Y otro de los grandes retos que tiene ahora el país es cómo hacemos para aumentar la productividad.

Allí es donde hay que mejorar la educación y la capacitación de la fuerza de trabajo.

–Necesitamos un esfuerzo que es como una yunta de bueyes, que tienen que ir tirando en la misma dirección. Necesitamos mejorar mucho la productividad en el sector privado, pero igualmente en el sector público, y los dos tienen que ir en la misma dirección.

No sería muy competitivo si mejoramos la productividad en la finca y la fábrica para adentro, si resulta que en el sector público tenemos una infraestructura que aumenta los costos de producción, transporte, si la energía no funciona adecuadamente, si no hay un programa de capacitación de mano de obra.

Hay una serie de elementos que van a depender no de las empresas individualmente, sino de las empresas hacia fuera, y esto es básicamente servicios públicos. Por eso, el mejoramiento de la productividad en el sector público es clave.

En el sector privado necesitamos entrenar mejor a la gente. Con un buen entrenamiento, con el mismo tractor o en la fábrica, van a producir cada día una mayor cantidad. Allí hay todo un tema de la educación y cómo adecuamos la producción de mano de obra a los requerimientos de la demanda.

No queremos que haya choferes que sean doctores en biología. Algunas veces lo que nos falta son técnicos electricistas más que ingenieros eléctricos. Ahora se está hablando mucho en el país de la educación dual, de la educación técnica, es una parte de la educación que no se lleva a cabo en las aulas académicas, sino directamente en las empresas, sean agrícolas o industriales.

Sin copiar lo que han hecho en otros países, hay lecciones importantes que podemos aprender. Esto implica un esfuerzo importante de las empresas y de las instituciones de enseñanza.

¿Qué hacer en Costa Rica, con un mercado tan pequeño, para bajar los costos de intermediación bancaria y financiera?

–Necesitamos competencia. Cuando se eliminó la nacionalización bancaria no pensamos en vender los bancos estatales. Tampoco cuando se abrió el mercado de seguros se intentó vender el INS. Cuando se abrió la telefonía no se pensó en privatizar esa parte del ICE. Nosotros lo que hemos hecho es ponerles competencia a empresas estatales, básicamente.

Algunas han resultado exitosas. El INS, por ejemplo, compite activamente con compañías de seguros privadas. Tenemos un sector bancario privado y los bancos estatales siguen siendo los que sobreviven, porque algunos de ellos han salido del juego. Pero el Banco de Costa Rica y el Banco Nacional siguen siendo los bancos más importantes, han aprendido a competir.

Lo que nos falta es la banca de desarrollo, en esa hemos tenido altibajos. Hay una cantidad importante de recursos, pero todavía no hemos podido ponerlos a funcionar, sobre todo para ayudar a las pymes. No hemos sido capaces de tener algo que haga impacto nacional.

Si la gran tarea es aumentar la productividad, no hemos sido capaces de mejorar el sistema de crédito, que es indispensable para mejorar la productividad de estas pequeñas fincas y empresas.

Usted ha planteado que el país necesita crecer a un 6% anual para poder desarrollarse, pero ¿es viable que el país alcance y mantenga tal ritmo de crecimiento económico?

–La parte negativa es que si seguimos creciendo al 3% o al 3,5%, que es el promedio de los últimos diez años, la “cobija” no alcanza los programas de distribución privada y pública que se requieren para hacerle frente a la oferta de trabajo originada en el crecimiento demográfico.

Necesitaríamos crecer 5,5%, 6% y, todavía peor, no solo hay que alcanzar esa cifra, sino que hay que hacerlo de manera sostenida. Habría que tener 10, 12 años o más de promedios de crecimiento como estos. Me parece que es indispensable.

Eso es posible, pero requiere de una revolución desde el punto de vista de la productividad, tanto en el sector privado como en el público.

¿Cómo atacar también, en el corto plazo, esa desigualdad que vemos reflejarse geográficamente, sobre todo en las zonas costeras y fronterizas, que están rezagadas, con altos niveles de desempleo y se han convertido en los electores de los grupos más fundamentalistas y más antiliberales?

–Desde el punto de vista del sector público se ha hecho un esfuerzo importante. Cuando uno ve la evolución de los niveles de vida de los grupos más pobres, gran parte de las mejorías que ha habido es porque se puso una escuela, una cañería, una línea de autobuses, porque llegó el Ebais, porque hay comedores escolares. Ha habido mecanismos de redistribución del sector público muy importantes.

También ha habido movimientos migratorios de gente, muy importantes, que han emigrado a otras partes del país donde encuentran mejores condiciones de vida.

Parte del reto es en el sistema educativo. En educación primaria ya cubre casi el 100%, en educación secundaria, después de mucha labor, estamos aumentando la cobertura, pero allí nos falta. Y ni qué decir de la educación antes de la primaria, la red de cuido.

De nuevo, se ha avanzado, pero cuando hablamos de que es un 5% o 6% hay que meter cantidades para dar resultados, para que “se mueva la aguja”.

¿Cree usted que es posible y necesario que sigan produciéndose gobiernos que sean resultado de alianzas como la que existe en este momento, con un gabinete que incluye al PAC, el PUSC e incluso a una ministra del Frente Amplio, para hacerle frente al fenómeno fundamentalista y poder jalar la agenda del desarrollo hacia adelante?

–La palabra “alianza” presenta problemas en cuanto al alcance. Lo que quiero decir es que, en los períodos en que hemos tenido crecimiento sostenido siempre ha habido acuerdos.

Personalmente, me tocó estar en el período 82-90, cuando don Luis Alberto (Monge, expresidente 1982-1986) y don Óscar (Arias, expresidente 1986-1990). Si bien los dos fueron gobiernos de Liberación, había acuerdos permanentes con la contraparte que teníamos en la oposición.

Por ejemplo, los acuerdos entre Luis Alberto Monge y Rafael Ángel Calderón fueron una “bendición” para el país. En la crisis del 81-82, una crisis económica muy profunda, una crisis política, teníamos el problema de Nicaragua. Había gente aquí, grupos que decían que tenían que irse a la montaña. Fue en gran parte gracias a los acuerdos a los que llegaron entre ellos dos, a la química que lograron hacer, que se dieron una cantidad importante de acciones.

Y, después, del 86 al 90, que llegó Óscar Arias, también. Negociamos entre el PLN y el PUSC lo que tiene que ver con la deuda externa y una cantidad de decisiones no se hubieran podido hacer si no hubiera ese tipo de acuerdos. Pero allí no había una alianza formal. Y permanentemente se han dado este tipo de acuerdos en la Asamblea Legislativa, sobre todo cuando había dos grandes partidos y los demás prácticamente no contaban, porque eran dos, tres diputados.

Claro está que la atomización de los 57 diputados en la Asamblea Legislativa presenta dificultades importantes, porque no solamente hay ese fraccionamiento en la Asamblea, sino también fuera de ella. Allí tenemos dificultades.

Los diferentes grupos de notables han discutido si el semiparlamentarismo servirá. Por otro lado, pueden ser las alianzas de diferentes partidos, como en Europa, en casi ninguno de ellos hay mayorías absolutas. Los alemanes tienen que negociar entre ellos, hacer una alianza tipo la que hizo el Presidente actual con Piza, 87 acuerdos por escrito, firmados, etcétera. Y allí, en algunos de esos países, funciona la cosa.

Aquí estamos haciendo este experimento, por el momento parece que va funcionando.

¿Cómo lo está haciendo el gabinete económico de este gobierno?

–Está funcionando, pero tenemos una condición muy especial. Hasta el momento hemos tenido un problema muy importante entre manos. Me parece bien, no tanto que haya acuerdos ideológicos o programáticos, sino que tienen una “papa caliente”, que aún el nuevo Presidente ha tomado algunas medidas que ideológicamente no debe estar muy cómodo con ellas, pero que él comprende que, ante la situación, a veces hay que hacer cosas que no le gustan mucho.

Y eso ha concentrado mucho la atención, primero, en la parte económica; y dentro de la parte económica, en la cuestión fiscal. Edna (Camacho, ministra Coordinadora del Equipo Económico), por ejemplo, no ha tenido mucha oportunidad de plantear un programa de reactivación económica. Pero es que no ha habido tiempo.

Han estado apagando un incendio.

–Y apoyando a Rocío (Aguilar, ministra de Hacienda). Se le resuelve ese problema políticamente y entonces allí es donde viene la prueba de fuego. Porque, entonces, hay gente dentro del PAC que resiente tener a gente como Rocío, Edna, el mismo Rodolfo Piza, metidos en un gobierno del PAC, y todavía para hacer algunas cosas con las que ellos no están de acuerdo.

En el tanto en que se resuelva el problema fiscal, allí es donde se va a poner a prueba, porque hay gente que no está de acuerdo. El Presidente le puede decir a Rocío: “Muchas gracias, hizo un trabajo excelente, pero ahora nos toca a nosotros”.

La siguiente etapa, para el Ministerio de Hacienda, es la propuesta de colocar $6.000 millones en eurobonos y parece que por allí van a comenzar algunos “tiros” en la Asamblea Legislativa. ¿Qué piensa usted sobre esto?

–Para este 2019 se va a requerir una parte importante de financiamiento. Este año no va a ser tan complicado como el 2018. Ya Rocío dijo uno de estos días que “la mochila está menos pesada”. Pero aun así va a ser una cuesta muy empinada, vamos a necesitar un vehículo de doble tracción para salir adelante en el 2019.

Al país lo que se le plantea es: o vamos a un financiamiento externo o vamos a uno interno, pero que se va a requerir financiamiento, se va a requerir.

Los montos para ser un financiamiento solo interno son muy elevados, lo cual presionaría las tasas de interés y afectaría a los consumidores -las tarjetas de crédito- y a los empresarios se les encarecerían sus requerimientos de financiamiento.

Me parece razonable que se trate de dividir, que sí haya un cierto financiamiento interno, que venga acompañado con financiamiento externo.

Rocío está planteando tres fuentes de financiamiento externo: los $6.000 millones, que no sería un cheque en blanco y que no sería de una sola vez. Están planteando $1.500 millones el 2019, $1.500 el 2020 y luego tres tractos de $1.000 por año. Está planteando también, en ese mismo proyecto de ley, que la autoricen a un endeudamiento de corto plazo con los bancos por $800 millones. Y también anunció que ya tiene conversaciones avanzadas con el Banco Mundial y con el BID por $700 millones. Eso tal vez podría complementarse con algo del BCIE, pero no me extrañaría que el “financiamiento internacional” sería de hasta $1.000 millones.

La dificultad para el 2019 no va a ser tanto la política -porque las tres cosas necesitan 38 votos en la Asamblea por ser endeudamiento externo-. Lo que creo que va a ser muy complicado es lograr el paquete de los $6.000 millones. No creo que haya mucho problema con que se financie el 2019, pero financiar todo ese paquete me parece que va a ser políticamente complicado.

Por otro lado, uno entiende que se quiera plantear todo el paquete de una vez, porque, a medida que se acerquen las próximas elecciones, conseguir 38 votos va a ser más complicado. Uno entiende que quieran ya la aprobación, aunque sea por tractos anuales, pero que ya la autorización esté.

Y es contradictoria la oposición porque, por otro lado, suponiendo que alguien de la oposición ganara las elecciones, le convendría tener saneadas las finanzas públicas.

–Todavía, de los $6.000 millones quedarían $1.000 millones o $2.000 millones para la próxima administración.

Ese es el anzuelo.

–Ese es el confite.

¿Usted diría que se ha acelerado un poco el “nadadito de perro”?

–La aprobación del paquete fiscal no tuvo que ver nada con el “nadadito de perro”. Eso fue un brinco, tamaño brinco.

Pero quedan por hacer una serie de cosas: la aplicación y la vigencia del paquete, que implica cosas complicadas como echar el IVA a andar, la factura electrónica, hay 12 o 15 reglamentos que aprobar. Allí hay una tarea importante. Allí podemos volver al “nadadito de perro” o acelerar.

Economista Eduardo Lizano: “Todos sabemos que en las Zonas Francas no pagan Impuesto sobre la Renta… Esa etapa la vamos a tener que ir superando”. (Foto: Katya Alvarado).

Sobre los $1.000 millones diarios que donó la AID en los años 80: “Daniel Chaij hizo lo que nosotros queríamos hacer”

En su libro sobre la política de EEUU en Costa Rica en los años 80, la periodista Martha Honey documenta que el dinero de la AID fue fundamental para desarrollar la apertura de la cuenta de capitales. Pero afirma que Daniel Chaij, el director de la AID aquí, manejó ese dinero a su antojo, incluso contra las reglas de esa agencia, y que favoreció la expansión de la banca privada de los grupos de renombre en la sociedad costarricense, que eran cercanos a él. Entre ellos, lo menciona a usted –entonces director del BCCR como a una persona cercana. ¿Cuál es su opinión sobre esto?

 –La ayuda de la AID fue muy importante. Nos daban como 2% del PIB, que con el PIB actual serían $1.200 millones al año. Regalados, eran una donación.

La discrecionalidad es sí y no. Hay algunos programas que los negociamos directamente con Washington y en los que Chaij era simplemente el ejecutor. Ahora, el director de la AID tenía cierta discrecionalidad.

En Washington se complicó la cosa porque se consideró que la discrecionalidad era por montos mayores de lo que normalmente debía ser y que, efectivamente, eso se había hecho sin aprobación y que debieron tener esa aprobación, etcétera.

Pero, lo importante de eso es que las cosas que él hizo eran cosas que, básicamente, nosotros queríamos hacer también.

Es verdad que hubo un programa de la banca privada, pero uno de los objetivos importantes que teníamos nosotros era crear el sector financiero privado. Al Banco Central se nos dio una serie de recursos y se trató de matar dos pájaros de un solo tiro. Esos recursos se canalizaron a la promoción de exportaciones en banca privada.

De esa manera, el ‘modelo’, por así decir, de apertura y promoción de las exportaciones y de promover la banca privada, se dio.

En cuanto a la promoción de la banca privada, allí tuvimos gente que era conocida y desconocida. A nosotros nos tocó cerrar seis o siete bancos privados, incluyendo dos bancos cooperativos, porque era gente que no supo manejar. Tuvimos bancos panameños, iraníes, uno de ascendencia alemana, unos mexicanos que vinieron.

Cuando se comenzó a abrir, mucha gente consideró que era una oportunidad, algunos sabían, otros no sabían mucho de banca y se metieron al redil. Pero mucha de esa gente desapareció. Lo que quiero decir es que la creación de la banca privada no solamente favoreció a algunas personas, sino a un grupo bastante más amplio. Unos sobrevivieron, otros no.


 

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