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Migrantes que buscan retornar a sus países comienzan a atorarse en la frontera sur

El panorama hoy es distinto que el de hace un año. Las personas que esperaban llegar a Estados Unidos hoy están regresando, encontrando grandes dificultades para llegar a Colombia o Venezuela.

Desde Paso Canoas.

Con la mirada caída, el corazón estrujado, el estómago vacío, los pies cansados y un sentimiento de derrota han llegado cientos de personas a la frontera sur de Costa Rica en las últimas semanas.

Son esas mismas personas que, en algún momento, emprendieron la ruta desde sus países de origen, pasaron por la selva del Darién entre Colombia y Panamá y cruzaron todo Centroamérica buscando una mejor vida en Estados Unidos, no con pocas dificultades. Muchos se quedaron en el camino, perdieron sus vidas, otros, sus pertenencias y sus sueños.

Hoy, las políticas migratorias de la Administración de Donald Trump en Estados Unidos los golpea como un muro de acero y ya comienzan a llegar a tierras costarricenses los primeros que decidieron volver a sus países, pese al temor de ser procesados como traidores a la patria.

(Foto: Fabián Mena)

Pero el panorama es diferente al que encontraron en su recorrido inicial de sur a norte, ya no se observan deambulando por las calles de la frontera entre Costa Rica y Panamá, se esconden, casi que se guardan en cuartos de hoteles por el temor de que la policía los encierre y no puedan regresar a sus tierras.

Las organizaciones de ayuda humanitaria no están operando como lo hacían hace meses, pues Estados Unidos les recortó los fondos la semana pasada, el Centro de Atención Temporal de Migrantes en la frontera Sur (Catem) está prácticamente vacío y los pobladores de las zonas fronterizas no tienen tanto entusiasmo por ayudarles.

En Paso Canoas la gente migrante tiene temor, se esconden, tratan de pasar desapercibidos. (Fotos: Fabián Mena)
(Foto: Fabián Mena)

Desde Costa Rica se les deja continuar con su ruta hacia Panamá, muchos de ellos le pagan a “coyotes” que los llevan hacia el otro lado, pero en el país vecino no tienen tanta suerte, si los atrapan, sobre todo si son venezolanos, los encierran y pronto son devueltos a tierra costarricense, porque no hay plan de repatriación a su país, lo que ha producido que muchos se queden atrapados en la frontera sur.

Los que tienen la suerte de no ser atrapados, ya no encuentran ayuda ni campamentos humanitarios y deben pagar como mínimo $700 (unos ₡350.000) por persona para ser llevados en lancha hasta Colombia. El asunto es cómo conseguir el dinero, si vienen prácticamente sin nada.

La desgracia no termina

Según relató Lucy Nájera, lideresa comunal en la zona sur del país, las personas no vuelven igual que cuando pasaron en su ruta migratoria, pues aseguran sentirse derrotados, porque en su país de origen vendieron casa, posesiones, todo. Al volver no tendrán nada.

“Tenemos el caso de una mujer con sus cuatro chicos adolescentes y una niña de cinco años. Iba a reunificación familiar porque su esposo la había mandado a traer desde Estados Unidos, pero no pudo pasar. En estos momentos se mantiene en el área de Paso Canoas en una situación muy difícil”, relató Nájera.

La dinámica ahora es todavía más difícil que cuando empezaron la travesía. El retorno implica pagar coyotes para pasar a Panamá, ahí tienen que irse por trochas porque las autoridades les impiden montarse en un bus, se van hasta Puerto Bello y los montan en una lancha por la peligrosa ruta de los archipiélagos de Guna Yala hasta Turbo en Colombia.

El costo de este viaje es más elevado que el que tuvieron que incurrir al subir por la ruta migratoria, incluso fuentes confidenciales que trabajan en organizaciones de ayuda humanitaria aseguraron que les puede costar hasta $1.000 por persona, que les pagan a los coyotes y tienen que evadir los puestos de control en Panamá.

Daniel (nombre ficticio para guardar la confidencialidad) es miembro de una familia de cuatro hermanos, todos menores de edad, que viajan con su madre. Llegaron en octubre pasado a México, ahí los secuestraron, les quitaron todo lo que llevaban y pidieron una recompensa de $100 dólares por cada uno, los cuales tuvieron que enviarles algunos familiares radicados en Estados Unidos.

“Nos quedamos en México tres meses, nos mantuvimos encerrados, volvimos hace dos semanas y queremos regresar a Venezuela, no nos dicen nada, no hay programas de deportación. Pasamos a Panamá de noche, pero nos devolvimos porque no sabíamos para dónde agarrar y en Migración de Costa Rica no nos dan razón de nada. Por el momento mi mamá está trabajando para conseguir algo de comida”.

“Solo queremos volver a nuestro país”

Geiber Paredes y Karina Obregón son migrantes venezolanos, se devolvieron desde México, un lugar que para ellos es el verdadero infierno, ellos no están interesados en pedir asilo en Costa Rica, ni de quedarse en Panamá o Colombia.

“Solo queremos volver a nuestro país. Ha sido muy difícil, sufrimos subiendo y ahora seguimos sufriendo en la bajada. En México vivimos el terror, duramos 20 días caminando, pidiendo, y al llegar a la ciudad no nos dieron la oportunidad de solicitar asilo, perdimos plata en muchos trámites y ahora nos vinimos. Estamos en Costa Rica varados por falta de plata y lo que uno medio consigue es para la comida, no nos dejan pasar en Panamá, dicen que la gente se está quedando”, recordó Karina.

Geiber relató cómo hace unos días llegaron a Panamá, donde los recibieron como si fueran delincuentes. Allá lo esposaron de manos y piernas y lo amarraron de un tubo, al día siguiente los devolvieron a Costa Rica.

“Hay que dormir en las calles, en las terminales, aceras, uno se desvalora como persona, pasa con hambre. Hay mucha gente que se está devolviendo, la multitud que subió viene para atrás, queríamos ser los primeros porque se sabe que la gente se aprovecha cuando vienen las masas de personas, lo ven como un negocio”, dijo el joven.

(Foto: Fabián Mena)

Lo que se viene

“Yo estaba en México, había trabajado por varios meses y tenía la cita para la solicitud de refugio en Estados Unidos. El mismo día que Donald Trump anunció medidas contra migrantes, me la cancelaron. Éramos 4.000 personas las que estábamos esperando que nos atendieran y no pudimos hacer el trámite”, contó Carlos (nombre ficticio para guardar la confidencialidad), migrante venezolano que está varado en Paso Canoas.

Se tuvo que regresar desde México. Venía acompañado de un grupo de unas 400 personas a las cuales les dieron paso en México para retornar hasta Guatemala, allí solo nos dejaron entrar a 37, a quienes les cobraban 700 quetzales (unos ₡45.000) por persona para cruzar la frontera.

“Nos tuvimos que venir por trochas, no nos permitían viajar en bus, en las fronteras nos dieron paso hasta llegar a Costa Rica, pero en Panamá estamos topando con obstáculos. Ahora este país debería estar preocupado porque viene muchísima gente bajando que está tratando de regresar a Venezuela, Colombia o Ecuador y probablemente muchos busquen quedarse porque si tratan de regresar en un vuelo son de 15 a 35 años en la cárcel por traición a la Patria”, advirtió Carlos.

Otro líder comunal, del cual se guarda la confidencialidad, relató a este Semanario que claramente el flujo de migrantes provenientes del Darién es menor, cuando mucho entran uno o dos buses al Catem por día. De hecho, UNIVERSIDAD pudo constatar, en una visita que hizo al Centro, que desde las afueras de las instalaciones se aprecia que están prácticamente vacías.

“Ahora el flujo migratorio es a la inversa: personas que intentan regresar a su país, Venezuela o Colombia. Nos preocupa que esas personas que están en movimiento hacia Panamá están siendo rechazadas y regresadas a Costa Rica, pues la indicación oficial del Gobierno panameño es que no recibirán a nadie de manera irregular. Con el agravante que tanto Panamá como Costa Rica rompieron relaciones con Venezuela y no hay consulados de ese país que faciliten una tramitología para un retorno seguro y acompañado”, indicó el líder comunitario.

En estos momentos el flujo de migrantes que provienen, tanto del sur como del norte, no es muy grande, pero sí significativo, y lo que se espera es que se intensifique en las próximas semanas, con el riesgo de que más gente se quede varada en la frontera de Paso Canoas.

“El panorama es complicado y más grave si estos flujos crecen, lo cual creemos que sí sucederá. Ya vemos gente atascada en Paso Canoas y se sumarán otros con múltiples necesidades de atención humanitaria, como hospedaje, alimentación, acceso a la salud, acompañamiento y orientación legal, mientras que hay un recorte de fondos estadounidenses para financiar la operación de las organizaciones no gubernamentales”, señaló.

(Foto: Fabián Mena)

El negocio de la deshumanización

Quienes están de regreso, cuentan que al pasar por el Darién creían que habían vivido lo peor, pero luego de transitar por Guatemala y México se encontraron con que allí estaba el verdadero infierno. Hay muchas historias de secuestros, violaciones, robo de niños y niñas para explotarlos sexualmente y personas desaparecidas.

“Hay puntos en México donde le dicen a los papás ‘véndame a la niña’, si recibe el dinero queda como el peor papá del mundo, y si se niegan se las roban y hay testimonios de que en esos puntos llegan estadounidenses y europeos a hacer uso de las niñas sexualmente”, contó a UNIVERSIDAD una fuente que pidió ser protegida.

Y de los que decidieron regresar hay muchos que experimentan la explotación de redes que no sólo se aprovechan de su necesidad, sino que se disfrazan de benefactores y ciudadanos solidarios.

Caminar por las calles de la frontera sur podría dejar una sensación de que nada está pasando, pero cuando se conecta con las personas indicadas se puede apreciar cómo en pequeños hoteles, casas o negocios que están clausurados hay habitaciones llenas de personas migrantes, quienes tienen temor. Muchos han solicitado refugio en Costa Rica y otros tantos quieren conseguir recursos para regresar a su país.

Pero estar en esos insalubres espacios no es gratuito, deben pagar la noche, por lo que muchos son enviados a pedir, a robar e incluso a vender sus cuerpos para conseguir dinero; hay quienes consiguen trabajo en los puestos o negocios aledaños, con extenuantes jornadas, salarios miserables y ni un solo derecho laboral.

Los dueños de esos hostales los convencen de que deben andar con cuidado, que no los vean la policía o migración porque serán detenidos, aunque en la práctica esto no es cierto.

Y aunque aún hay muchas ONG, organizaciones locales y entidades de apoyo, los recursos son cada vez más reducidos, por lo que las ayudas llegan a cuentagotas y a las redes que se aprovechan de la desgracia humana se les hace más fácil atrapar a los migrantes que están más vulnerables.



 

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