País Tras embotellamiento en Paso Canoas, la brújula les marca de nuevo hacia Estados Unidos

Migrantes africanos: un paso por la sombra

El Gobierno tico intenta registrarlos sin pasaportes y después les concede libertad de tránsito. Ellos pueden aprovechar para cruzar hacia Nicaragua

El Gobierno tico intenta registrarlos sin pasaportes y después les concede libertad de tránsito. Ellos pueden aprovechar para cruzar hacia Nicaragua por sus propios medios o con la ayuda de coyotes.

Hay fronteras permeables. Hay una ley garantista en Costa Rica. Y hay urgencia de cruzar suelo tico para meterse, por cualquier hueco, a Nicaragua y continuar así su camino con rumbo a Estados Unidos, con la guía de ‘coyotes’.

Estas son las circunstancias de la ruta de cientos de migrantes africanos que retoman su marcha silenciosa hacia el “sueño americano” a pesar del estancamiento notorio en vía pública que formaron más de 600 hace dos semanas en Paso Canoas, frontera sur. No era Costa Rica un final de calle, era solo un tramo con obstáculo en su ruta de migración informal.

Beneficiados con la interpretación legal que impide tener detenidos a extranjeros por tiempo indefinido, cientos de ellos aprovechan la libertad de tránsito otorgada después de un procedimiento migratorio que aplica el Gobierno de Costa Rica hasta donde le es posible, pues los foráneos ni siquiera portan pasaporte y sus datos de identidad no son fidedignos (así lo hacen a propósito para reducir el riesgo de ser deportados a sus países).

Una vez con libre movilidad en suelo tico, su brújula les marca de inmediato la ruta hacia el norte, pues en todo momento han reiterado que su meta es Estados Unidos y que su llegada a Costa Rica es solo de paso, como parte del camino centroamericano obligatorio al que se siguen sumando más peregrinos.

“Sería ingenuo pensar que no es así”, dice la defensora de los Habitantes, Montserrat Solano, tras conocer las medidas del Gobierno de Costa Rica, que atiende a los migrantes “extracontinentales” entre tres recintos transitorios en la zona sur del país.

Cerca de 350 migrantes esperan su turno de trámite en el campo ferial de Paso Canoas, 100 en un centro de atención para familias con niños en el cantón de Buenos Aires y 100 más en un centro de control en Río Claro de Golfito, informó el ministro de Comunicación, Mauricio Herrera. Es la respuesta transitoria para un problema que, lo saben, es permanente ya.

En esos centros se reúnen migrantes de Congo, Senegal, Ghana, Burkina Faso y otras nacionalidades. Hablan inglés, francés, alguna lengua oriunda de sus países o unos pocos, español, lo que les da cierto liderazgo. Dicen huir de la pobreza, de la violencia política o religiosa. Una parte tiene familiares en Estados Unidos. Hay católicos, musulmanes y evangélicos. Unos cuantos manejan buena información sobre Costa Rica y Centroamérica y saben si un grupo ya está en Honduras o en México.

Después de que las autoridades los registran y realizan consultas de rigor con Interpol, de acuerdo con el nombre que den, los migrantes quedan facultados para moverse por todo el territorio nacional con la condición de presentarse a firmar después, pero nada les impide ir a Peñas Blancas, en la frontera norte, y colocarse justo frente a la puerta del camino que los hará cruzar Nicaragua. Es cuestión de paciencia.

Así lo explica Herrera: “Les decimos con claridad que no les darán paso en Nicaragua. Esto es lo que les decimos si han logrado entrar a territorio nuestro, antes del proceso migratorio apegado a la ley. Se les abre un expediente, se les da un trámite individualizado y se emite una resolución para cada uno. Pueden ser candidatos a deportación (opción poco probable por peligrosa, cara e incierta), a refugio (aunque los africanos lo que desean es llegar a Estados Unidos) o a otras opciones intermedias, como la de firmar periódicamente”. En estas dos semanas no se ha dictado ninguna deportación ni refugio, confirmó la directora de Migración, Kathya Rodríguez.

“Los migrantes irregulares no pueden ser detenidos de manera indefinida, ya lo ha dicho la Sala IV. Entonces se les inicia proceso y se les cambia medida de aprehensión por medida cautelar menos gravosa, como firmar cada dos semanas. Y sí, quedan con libertad de tránsito”, explicó Mauricio Herrera

Las autoridades ticas entienden que es imposible -como lo es para el resto de países en la región- bloquear las permanentes corrientes migratorias, menos aun cuando van trenzadas con el negocio de los traficantes de personas, como dejaron ver algunos de los migrantes entrevistados por UNIVERSIDAD en Paso Canoas, la semana antepasada, y como dan por un hecho en la Dirección de Migración. “Si vienen de tan lejos, sin manejar el idioma, sin mucho dinero… el nivel de vulnerabilidad que tienen es muy grande”, señaló Kathya Rodríguez.

También es imposible retenerlos, señala la viceministra de Gobernación, Carmen Muñoz. “Nadie está obligado a lo imposible. No podemos tener aprehendidos por un mes. Nadie puede tener a nadie a la fuerza en su casa. Están libres. No son delincuentes. Pueden moverse por territorio nacional con absoluta libertad. Esto pueden aprovechar para saltar la frontera y continuar ruta al norte, sí”, reconoció.

Es posible que sí logren cruzar a suelo nica, pues no hay hasta ahora informes públicos de aglomeraciones de migrantes africanos en algún punto de la frontera norte, aunque las autoridades tampoco podrían registrarlas en caso de que ocurra en fincas privadas o de que haya un ingreso sigiloso a territorio de Nicaragua, cuya postura pública es de rechazo a los migrantes irregulares.

“Migración está cumpliendo la ley y no se hace de la vista gorda, pero al final acaba siendo casi lo mismo que dejarlos pasar libremente o con una visa de tránsito. A fin de cuentas no se desarticulan las redes de coyotaje, aunque se sabe bien que Costa Rica no lo puede hacer sola”, comentó la Defensora de los Habitantes.

Las soluciones para Costa Rica son escasas, si no nulas. Desde hace más de cinco años miles de migrantes asiáticos, africanos y cubanos se enrumban desde Suramérica por tierra hacia Estados Unidos, con la pasividad o tolerancia de autoridades de los distintos países. O la ayuda, como ocurrió con los cubanos que protagonizaron entre noviembre y marzo la mayor crisis migratoria de Costa Rica, cuyo Gobierno atendió de manera humanitaria y encauzó vía aérea hacia el norte, pues Nicaragua les rechazaba el paso.

Costa Rica ofrece una frontera sur permeable a través de tiendas, gasolineras o calles, potreros, ríos, mar o bosque; no tiene capacidad ni vocación de rechazo a migrantes que ingresen y tampoco desea tener que rehabilitar albergues para casi 8.000 migrantes ni pedir la colaboración de los vecinos de Mesoamérica, como ocurrió con los cubanos.

El problema es que las autoridades calculan que hay miles de migrantes, en su mayoría asiáticos y africanos, caminando incesantes como hormigas por países del sur y que pronto llegarían a Costa Rica. Son más de 9.000, dijo el canciller de Costa Rica, Manuel González, en una sesión extraordinaria del Consejo Permanente de la Organización de Estados Americanos, en la sede en Washington.

A Panamá también se le ha hecho problema. Debido a los intentos de Costa Rica de frenar el tránsito de flujos migratorios, se han atascado grupos en suelo panameño, tanto de cubanos como de africanos.

Por eso, el gobierno de Juan Carlos Varela programó vuelos desde su país hasta México para los cubanos, al tiempo que anunció el cierre de su frontera sur, colindante con Colombia. Esto, con la intención de “combatir el narcotráfico” y también de desincentivar también el ingreso de quienes se dirigen hacia Estados Unidos, a pesar de que por mucho tiempo también han cruzado suelo panameño sin demasiados obstáculos, sin necesidad de documentos y sin sellos migratorios. Como si no pasaran.

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