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Los números deshacen el mito del voto progresista juvenil

La diversidad entre jóvenes abarca variables de geografía y del nivel socioeconómico o educativo, como es de suponer; pero ahora se sabe que tampoco hay una característica general que los defina en el dilema entre conservadurismo y progresismo.

“Los jóvenes son rebeldes, contestatarios y comprometidos con una visión progresista sobre derechos humanos y valores; alejados de lo religioso, de su discurso conservador y de las creencias tradicionales ligadas al catolicismo o a las crecientes iglesias evangélicas.”

El párrafo anterior puede sonar familiar, pero es falso.

Los números indican que no hay discriminación de edad en las posiciones conservadoras que se trenzan con la discusión política y que se manifestaron como nunca antes en las elecciones del 2018. Jóvenes liberales en lo social votaron como los conservadores por Restauración Nacional y por Acción Ciudadana en esa primera vuelta.


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Es más: en la elección de febrero 2018 había mayor probabilidad de que las personas jóvenes, los menores a 35 años, votaran por el partido que presentaba como candidato al predicador Fabricio Alvarado, en relación con el resto de partidos.

Por Carlos Alvarado también votó una cantidad considerable de jóvenes que le permitió pasar a la segunda ronda, pero un análisis probabilístico demostró que muchos de ellos lo hicieron no por su condición de edad, sino por otras características geográficas o de grado educativo.

Estos son hallazgos de la investigación de Ilka Treminio y Adrián Pignataro realizada en el Centro de Investigación y Estudios Políticos (CIEP) de la Universidad de Costa Rica, con base en encuestas realizadas en momentos previos y posteriores a esa elección.

Los hallazgos de este estudio están contenidos en el libro Tiempos de travesía, publicado por la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales (Flacso) en estas semanas previas al inicio de una nueva campaña electoral, la que permitirá elegir más de 6.000 cargos municipales en un proceso que resuma la discusión de tipo religioso de los comicios del 2018.

El voto joven cobra relevancia porque representa el 40% del padrón electoral. Esta cifra sube a 50% si se considera a las personas que tienen menos de 40 años. Este volumen y el grado de participación política elevan la posibilidad de que sean los jóvenes los que decidan quién gane una elección, en caso de que esta población tuviera un comportamiento uniforme. Pero ahí está el punto: no lo tiene.

La diversidad entre jóvenes abarca variables de geografía y del nivel socioeconómico o educativo, como es de suponer; pero ahora se sabe que tampoco hay una característica general que los defina en el dilema entre conservadurismo y progresismo.

Se equivoca cualquier partido, político o estratega que dé por descontado el apoyo de los jóvenes a propuestas que prioricen los derechos humanos igualitarios, que separen del todo la religión de la política.

El 51% de los jóvenes encuestados en 2018 por el CIEP apoyaba que el Estado tenga una religión oficial, el 53% rechazaba el matrimonio igualitario y el 58% censura el aborto, según el análisis segmentado de los datos.

Aunque los promedios de esas posiciones suben un poco al considerar la totalidad de la población, es claro que la información “no permite generalizar que los jóvenes del 2018 sean culturalmente liberales o progresistas y más bien se colocan en el statu quo”, concluyeron los investigadores.

Tampoco es predecible entonces el comportamiento electoral de los jóvenes ahora que es importante en la política el grado de conservadurismo o de progresismo de las personas, como se evidenció en los comicios de 2018 y como ya se prevé en muchos de los 82 cantones que elegirán alcaldes y regidores el 2 de febrero.

El impactante rostro conservador de la juventud, sin embargo, puede manifestarse más allá de los próximos comicios municipales, pues estos jóvenes llevarán a ser en sus edades adultas el grueso del padrón, según un análisis etario del politólogo Ronald Alfaro. Esto como consecuencia de la mayor caída en la tasa de natalidad en el siglo actual.

 El mundo de la juventud

Los menores de 35 años son la población más expuesta a las nuevas realidades políticas, alejadas del bipartidismo PLN-PUSC de la segunda mitad del siglo XX, de una participación electoral más alta y de la fuerte caída de la propensión de los ciudadanos a integrar partidos políticos de cualquier bandera.

Incluso ampliando el foco a las personas de menos de 40 años de edad, resulta determinante que ninguno de ellos votó antes de las elecciones presidenciales de 1998, cuando los mayores de ese segmento alcanzaban la mayoría de edad y los menores, ni habían nacido. Este proceso marca un hito en la historia política de Costa Rica, como señaló también el investigador Alberto Cortés en otro capítulo del libro Tiempos de travesía.

En esos comicios (posteriores al gobierno de José María Figueres, entre los candidatos José Miguel Corrales, del PLN, y Miguel Ángel Rodríguez, del PUSC) la abstención electoral creció alrededor de un 50%, al pasar de 20% del padrón a 30%, en números redondos.

Los jóvenes han vivido su ciudadanía con la existencia del Partido Acción Ciudadana (PAC, nacido en el 2000) y han llegado a convertirse en una tercera opción fuerte para competir por el poder. Además, como un hecho relacionado, han observado como normales las segundas rondas electorales, pues la primera fue en 2002 y después se repitió en dos de los cuatro procesos electorales nacionales.

También desde 1998 se aceleró la desafiliación partidaria y la fragmentación de partidos, así como la dificultad de predecir con facilidad los resultados de las elecciones, incluso con encuestas en mano. Esto por la tendencia a tomar una decisión del voto muy cerca de la fecha de los comicios, como señala Pignataro en trabajos anteriores.

En el 2016 una encuesta del Proyecto de Opinión Pública de América Latina (Lapop, de Vanderbilt University) mostró que solo el 20% de los costarricenses simpatizaba con un partido político, pero esta cifra cayó a 13% entre los jóvenes.

Además, la mayoría de los jóvenes vivieron después de 1998 sus años formativos determinantes (entre los 15 y los 25, según estudios previos en ciencias políticas).

Todas estas circunstancias resultan en una baja influencia de los partidos políticos y un mayor peso de otras fuentes de poder, como las religiosas. Entre estas, la Iglesia católica siempre ha ocupado un papel relevante en Costa Rica, pero en las últimas tres décadas se han multiplicado las iglesias evangélicas neopentecostales y, en años más recientes, su participación en política de manera organizada.

Datos del Pew Research de 2015 indican que el 45% de los jóvenes en Costa Rica profesaban la religión católica ( 15 puntos menos que el porcentaje de la población total) y el 21% se declaran evangélicos neopentecostales, una cifra incluso mayor que la correspondiente a la población total (16%). Mientras tanto, el 22% decía carecer de religión (13% si se considera el país completo).

Nunca como en 2018 la discusión electoral giró en torno a valores asociados a las organizaciones cristianas, como la defensa del matrimonio tradicional, entre parejas heterosexuales.

Con la relevación de la opinión consultiva de la corte Interamericana, al matrimonio entre parejas del mismo sexo quedó servido como tema eje de la campaña en su etapa final, lo elevó el debate entre conservadores y progresistas. Estas posiciones las abanderaron por separado el candidato Fabricio Alvarado con el Partido Restauración Nacional (PRN) y  Carlos Alvarado con el PAC.

Ambos nuevos, ambos jóvenes para el promedio de los políticos, pero enfrentados en posiciones, lo que les pudo valer para quedar primero y segundo respectivamente en la primera ronda. Lo que pasó después, en la segunda vuelta, fue una historia distinta y, aunque Carlos Alvarado ganó el pulso, el tema quedó humeante en el escenario político.

Ahora, con el inicio de una nueva campaña electoral hay señales de que el tema religioso retornará a los estrados políticos. El impacto del PNR, sin embargo, está por verse, pues aunque quedó fuerte después del 2018, una parte de sus dirigentes se separó y fundó la agrupación que ahora representa Fabricio Alvarado. A ellos se suman posiciones conservadoras de numerosos dirigentes políticos, tanto de los partidos tradicionales como de los nuevos.


 

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