País

Ligia Fallas: el factor que nadie esperaba

Un acercamiento a la diputada sindicalista que tan fuerte critica a su Frente Amplio (y a casi todo) y que reconoce sentirse ajena al sistema.

Si los dirigentes sindicales no le hubieran dado el arreglo floral en la acera mientras hablaban de un proyecto de ley, nada habría indicado que este día ajetreado de Ligia Fallas era el de su cumpleaños.

p-53-img_2725La diputada alajuelense, que ocupa una de las nueve curules del partido Frente Amplio (FA) al cual critica sin tibiezas, no para de ir y venir entre plenario y comisiones, dolida por la noticia de que la Sala IV había objetado la ley de bienestar animal que ella había defendido tan a su manera.

Dos asesores intentan seguirle el ritmo y mantenerla informada del cuórum, de quiénes la esperan aquí, de qué discuten más allá o de cómo responder a la Sala IV. “Una mierda”, exclamó ella.

Además la esperaban más tareas en su despacho legislativo, que tiene poco de legislativo y mucho de local de asociación de estudiantes universitarios de ciencias sociales.

Y ahí va contestando preguntas y diciendo cosas como “el FA no es de izquierda ni de nada”. Va lamentando tener tanto trabajo porque no puede confiar en los otros ocho diputados de este FA que, asegura, perdió el camino hasta quedar absorbido por el sistema que antes criticaba.

Camina rápido sonando las sandalias. Casi hay que perseguirla. Da la impresión de estar hablando con una política antisistema, pero ella lo rechaza con contundencia: antisistema sí, todo lo que quiera, pero política no, jamás. Volverá al terreno una vez que acaben estos cuatro años porque esta no es su vida. Ella fue diputada por error, asegura.

Así explica su vestimenta de señora de barrio. El mismo abriguillo de siempre, negro de punto, y las infaltables sandalias de hule tantas veces enfocadas por los camarógrafos en las sesiones de los 1° de mayo, mientras otros estrenan ropa comprada para la ocasión. Cabello amarrado en cola, tinte casero y primero muerta que maquillada.

Ella es Ligia Fallas Rodríguez, el “factor Ligia” como le dicen dentro de la bancada de Frente Amplio que lidera a control remoto el excandidato José María Villalta, ese a quien ella llama “zafatabla”. Es decir, desconfiable.

Es la diputada más autónoma o más rebelde dentro una fracción de nueve diputados que puede ser clave según el momento para el gobierno de Luis Guillermo Solís, ese a quien ella llama “incompetente”.

Se le ve al trabajar. Sus diálogos con otros frenteamplistas son los mínimos necesarios y entre sus carreras abundan más los dirigentes sindicales, excepto los que considera perjudiciales, como Albino Vargas, ese a quien ella llama “traidor”.

Y así va dedicando palabras a los distintos dirigentes de un lado y otro, guiada solo por lo que digan las bases en los territorios, según ella.

Se refiere sobre todo a bases sindicales, a las que ella ha pertenecido casi desde que debutó como maestra en la escuela de La Virgen de Sarapiquí. Siempre con el Sindicato de Educadores Costarricenses (SEC), aunque acabó como coordinadora de organización de la Central de Trabajadores Rerum Novarum (CTRN), “un grupo de derechas”, como lo critica ella.

Por eso ese miércoles 21 de setiembre, en medio de las carreras, de su cumpleaños y de la mala noticia venida desde la Sala IV, igual sacó tiempo para salir a la acera donde estaban cinco dirigentes sin credenciales para ingresar al Congreso. Ella va y los atiende bajo la lluvia, protegida solo por el gorro de abriguillo negro y cuidándose de no mojar el bolso de tela donde lleva documentos y pertenencias.

Después sí tiene chance de sentarse a contestar preguntas en su despacho, mientras varios muchachos merodean con papeles y el olor a comida se esparce por el lugar. Es que aquí cocinan y trabajan en lo suyo. Aquí hacen su vida “los güilas”, como llama ella a esos jóvenes que tampoco empatizan ya con Frente Amplio.

* * *

p-53-img_2720Días atrás hubo una alerta por una supuesta bomba. Un salveque en la repisa de la ventana del despacho de Fallas (fuera de la Asamblea Legislativa, sobre la calle este) motivó un despliegue de seguridad por el presunto artefacto explosivo que tenía dentro. Todo acabó, sin embargo, cuando ella misma lo tomó y lo lanzó al suelo.

Nada detonó ni sonó dentro. Estaba vacío, como sospechaba ella antes de asegurar que la intención de las autoridades administrativas del Congreso era meter un perro para revisar si en ese despacho había marihuana. “Pura payasada. Seguro creen que esto está lleno de hidropónica”, dice sin ofenderse.

Ella favorece el consumo y la producción libre de cannabis, la legalización del aborto y el matrimonio entre personas del mismo sexo. Va mucho más allá de las propuestas del FA. Así, sin medias tintas. Sin cálculos políticos, dice ella, aunque seguro sus propuestas simpatizan a un sector popular.

Tal vez algo explique que uno de sus asesores profesionales sea el abogado Marco Castillo, vocero del Movimiento Diversidad. “Es una persona muy auténtica. Es fácil trabajar con ella porque uno sabe que ella es esa que se ve”, explica el dirigente pro derechos de la población sexualmente diversa.

Castillo se despide de ella y le dice que va a tomarse un vino en el Acapulco. Ella se queda en el despacho trabajando. No hay celebración de cumpleaños ni nada que se parezca. Son casi las 8 p. m. y ella trata de responder rápido porque otros diputados están en una reunión para definir qué hacer con el fallo de la Sala IV sobre la ley de bienestar animal.

Está inquieta. Esta ley es una de sus banderas. Se recuerda su imagen, en una comisión, luciendo una camiseta con el lema “#leydemierda” y una bolsita con simulación de excrementos de perro, como parte de una campaña para evitar que alivianaran el contenido de ese proyecto, que podría llegar a referendo nacional. La Sala IV frenó el proyecto porque considera que las multas son demasiado altas.

“Es que en este país queremos hacer todo como a medias, como con miedo”, se justifica ella, defensora de penas de cárcel para quien incurra en faltas contra los animales. Es parte del radicalismo que ella admite tener, ese que la ha empujado a votar en contra proyectos que reciben un consenso legislativo por considerarlos imperfectos o con efectos contradictorios.

Un ejemplo: el día en que votaron un proyecto para combatir las relaciones impropias, con menores de edad. Consideraba que más bien se desprotegía a un grupo etario y por eso el “no”, junto a dos libertarios que daban razones completamente diferentes.

“A mí me critican diciéndome que yo voto todo igual que Otto Guevara, pero ellos votan igual que Liberación Nacional”, responde con referencia a los demás diputados del FA.

Recuerda el discutido proyecto de Reforma Procesal Laboral, aprobado a finales del 2015, al cual critica porque asegura que debilitó el derecho a huelga. Ella se opuso y dijo desde entonces estar decepcionada del FA.

También lleva línea propia en el proyecto de ley sobre fraude fiscal, apoyado por la bancada del FA. “El fraude es el proyecto de ley en sí mismo. Lo que recupera es apenas un 0,8% y sirve de pretexto para que avancen con los recortes a las prestaciones laborales contenidos en la Ley de Empleo Público”. De nuevo, FA estuvo de acuerdo, pero ella no, subraya.

Igual ocurre con el proyecto de Ley de Recurso Hídrico, al cual apoya la bancada del FA, pero no Fallas, porque considera que es la forma de privatizar el agua.

“El aliado natural nuestro debería ser la clase trabajadora, pero la estructura le ha dado la espalda y fuera de la estructura estoy solo yo aunque sea de paso, porque le insisto en que esta no es mi vida. Es como si yo estuviera haciendo un viaje de cuatro años a un lugar de donde yo no soy. Es raro, porque se le ve trabajar y parece muy hallada, como dicen en su natal San Ramón.

“Yo me entrego porque sé que es por un tiempo (dice que llega a las 6 a. m. desde San Ramón y se devuelve a las 10 p. m.) y no ando haciendo cálculos para después, negociando cosas a cambio”, dice. Y uno sabe que está hablando contra Frente Amplio y su líder José María Villalta.

* * *

p-53-img_2731El Frente Amplio no puede contar con ella. Ni ella cuenta con el FA. Es una desconfianza correspondida. Ella no ha renunciado al partido solo porque cree que perdería recursos importantes para su trabajo.

“Yo llegué aquí solo porque fuimos muy eficientes en la campaña y se nos pasó la mano. A mí me pusieron de segundo lugar en la papeleta por Alajuela porque la idea era meterle fuerza a la candidatura de Edgardo (Araya, primer lugar en la nómina) y trabajamos tanto que hasta salí yo electa, para sorpresa de todos.

Se queda en silencio como recordando la campaña. “Ahora seguro están arrepentidos de haberme metido”, añade. Es probable que tenga razón. (Cuatro días después se publicaría en La Nación una entrevista con Villalta, en la que él sostiene que se equivocaron en la escogencia de diputados y que Ligia Fallas es más radical que su fracción).

Sus críticas van contra todo el partido. A Villalta le reclama más firmeza, a Patricia Mora (presidenta del FA) la describe como parte de la burguesía y a Edgardo Araya, actual jefe de fracción, como antipático. (“Un caemal”, dice como quien habla en una esquina). A Gerardo Vargas lo llama por su apodo, “barbas” y lo considera decepcionante.

A duras penas le reconoce méritos al fallecido José Merino, fundador del FA. “una guía y alguien que al menos dio esperanza y unidad en ese momento”. Después de ahí, nadie. No tiene referentes políticos. En su oficina hay dos retratos del Che Guevara, pero asegura que solo los colgó porque fueron obsequios de personas queridas.

Tampoco se deja encantar por el expresidente uruguayo José Mujica, a quien culpa por desarrollar un puerto de aguas profundas en su país con graves perjuicios ambientales. Lo imita en un pretendido acento uruguayo y acaba con una expresión coloquial: “hasta que dan ganas de matarlo a ese hombre”. No parece haber en el planeta liderazgos aceptables para ella.

“Tratan de buscar líderes, referentes y cabezas, pero es la estructura la que no sirve. El sistema no ha caído porque no lo hemos dejado caer. En nuestra desesperación, cada vez que vemos que va a caer, le metemos una estaca para que no caiga, pero debimos haberle pegado una gran patada para construir algo distinto. Seguro que sí hay algo de anarquía en lo que pienso”.

“Estamos jugando aquí porque no queda otra cosa. Deberíamos haber hecho un proceso de formación y de consolidación para un socialismo de base como existe en otros países de América Latina, pero claro que sin la corrupción de la izquierda”.

Por eso la defrauda Frente Amplio, por no haber barrenado el sistema. En comparación con ella, el FA gana puntos en la casilla de moderación ante el gran público, reconocen dentro de la bancada, cosa que no les desagrada de cara al nuevo proceso electoral.

¿Proceso electoral? Parece lejano todavía. Villalta ha dicho a la prensa que es prematuro, aunque los rumores nunca faltan y Fallas está al tanto de algunos.

“Dicen que ha habido conversaciones en serio para ir junto con el PAC, lo cual sería de nuevo una traición a las fuerza de izquierda, caer de nuevo en la tentación de crecer electoralmente sin madurar en lo interno”. Nadie confirma tales conversaciones.

Fallas prevé una disminución de la bancada del FA. “Con seguridad veo a José María Villalta, que quizás no se lance a la Presidencia; no ganaría. Fuera de él, no garantizo nada más. El FA ha hecho un trabajo terrible porque ha cerrado filas con esa propuesta de ceder y ceder. Eso la gente de las bases lo va a cobrar y más si no ven una figura fuerte por la presidencia. ¿Edgardo Araya? ¡No me diga! José María puede ser un ‘zafatabla’, pero al menos tiene una fachada que vende”.

Araya es más cuidadoso para referirse a ella. La considera una compañera de fracción con sus aportes particulares, aunque sabe que no es mujer de consensos. “Sí le puedo decir que lo que argumenta lo sostiene después”, le acredita.

Ella no solo critica a la fracción, también quiere denunciarla. Menciona también el caso de un asesor que supuestamente habría abusado de una niña y que lo tienen protegido en el partido porque podría ser candidato a diputado, según ella. No da pruebas ni nada, pero menciona nombres y apellidos. “No sé cómo hacer para sacarlo a la luz pública”.

Incluso se levanta de su silla, se cambia las sandalias y sigue preguntándose cómo sacar a divulgar ese supuesto caso sin exponerse a demandas. La idea le da vueltas en la cabeza y se la llevará a la reunión sobre el proyecto de maltrato animal, la irá mascullando en el bus de vuelta a San Ramón. Porque además ella viaja siempre en bus, incluso en su día de cumpleaños. Un día cualquiera.

 

 

 

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