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La reencarnación del PUSC: ser o no ser

Pronto a cumplir sus 4 décadas y con recuerdos de la debacle del 2004, la agrupación rojiazul, que suponía era aliada de este Gobierno, sufre dilemas existenciales y falta de liderazgo. Nada exclusivo, pero con Piza todo es más notorio.

Aquel 8 de marzo, mientras su candidato presidencial, Rodolfo Piza, presentaba al público su acuerdo con el aspirante Carlos Alvarado, decenas de dirigentes del Partido Unidad Social Cristiana (PUSC) manifestaban su apoyo a Fabricio Alvarado para la segunda ronda, que se iba celebrar en poco más de tres semanas.

“Yo diría que marquen este 8 de marzo como el inicio de una ruta hacia un gobierno de unidad nacional”, decía en micrófonos el candidato Piza. Así, nacía ese concepto tan criticado de “unidad nacional”, como si fuera una evocación de los orígenes históricos del Partido Unidad Social Cristiana que venía de quedar de cuarto en las elecciones presidenciales (324.904 votos, 1 de cada 10 empadronados) y de colocarse con 9 diputados como una de las 4 fuerzas principales del Congreso.

El abogado Piza, con imagen de hombre curtido, culto, cabezón y conservador, se decantaba por el candidato que dos meses después, con la banda presidencial, lo estaría juramentando como ministro de la Presidencia. De esta manera, Piza llegaba con varios personajes afines, como señal de alivio para el sector más religioso y más preocupado por el equipo económico del PAC, o la falta de él, como decían.

El problema era que a esa misma hora, junto a la piscina del hotel Corobicí, decenas de dirigentes del partido socialcristiano se apartaban de semejante anuncio y daban su apoyo a Fabricio Alvarado. Abundaban las figuras de los años dorados del PUSC, dirigentes que se quedaron en la casa rojiazul a pesar de la debacle que comenzó en 2004 con los procesos judiciales de los caudillos Rafael Ángel Calderón y Miguel Ángel Rodríguez. Carlos y Fabricio estaban empatados, decían las encuestas.


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En la firma del documento de apoyo aparecía también la forma de Pablo Heriberto Abarca, que en ese momento ya tenía segura su curul como miembro de la bancada socialcristiana. Es decir, Piza prometía unidad con Carlos Alvarado, pero quedaba abierta la fractura en el partido que había venido en lenta resurrección después de 2006.

El PUSC no es un zombie, pero nadie puede decir con certeza en qué se convirtió después. Lo indudable es su crecimiento progresivo: pasó de 5 diputados en 2006 a 6 en 2010, de 8 en 2014 y a 9 en 2018, mientras los votos presidenciales subieron de 57.000 en 2006 a 74.000 en 2010, luego con 123.000 en 2014, hasta los 324.000 en 2018, a pesar de que Calderón le hacía la competencia desde otro partido. Se había recompuesto de manera suficiente para poder dividirse entre dos candidatos ajenos.

Por consiguiente, 14 meses después, los diputados del PUSC se esfuerzan por sacudirse de cualquier germen de gobierno. A su vez, Piza, cuyo protagonismo ha resultado inferior al que algunos querían y otros temían, anuncia que pronto dejará el gobierno, pero no precisa cuándo y, de esta manera, abrió la puerta a rumores, especulaciones y cálculos en su propio PUSC. Podrá volver y postularse gracias a reformas estatutarias aprobadas a la carta en abril de 2018, pero las cosas han cambiado en la casa rojiazul.

Ahora los diputados elevan el volumen para renegar de Piza, las pretensiones electorales empiezan a brotar y la dirigencia territorial se concentra en los comicios municipales de febrero próximo, donde el PUSC aún sabe jugar sin necesidad de ese gran líder nacional que siempre ha extrañado después de la caída de los exmandatarios. “Se pudo haber pensado que ese nuevo líder era Piza, que llenaría los zapatos de un líder nacional fuerte y que al mismo tiempo daba confianza a sectores económicos fuertes, pero la segunda ronda del 2018 dejó ver que este partido también tiene problemas de dirección”, explica el politólogo Sergio Araya, estudioso de los partidos de ideología demócrata cristiana desde la Fundación Konrad Adenauer.

Y un partido sin dirección, como un vehículo, no funciona bien. El accidente del 2004 no dejó el auto con pérdida total; el motor le servía y poco a poco le fueron remendando lo necesario para echarlo a competir por el poder, pero nadie sabe bien de qué lado de la autopista ideológica lo haría. “El PUSC es muy de centro con la posibilidad de poder avanzar en proyectos hacia la izquierda o hacia la derecha”, decía el diputado Erwen Masís a este semanario en junio del 2018, cuando fungía como jefe de la bancada legislativa.

Ahora la jefa es María Inés Solís, una de las figuras que en 2018 aprovechó las intenciones del PUSC de mostrar rostros nuevos, jóvenes y vitales, sin importar demasiado su historial. Ella dice que el PUSC puede recoger apoyos desde la derecha, pues asegura que PAC y el histórico Liberación Nacional ya se baten con la socialdemocracia. En ese afán hubo cabida para que anunciaran la militancia de Juan Carlos Hidalgo, un analista político de ideas libertarias conocido entre los medios de comunicación y los círculos de redes sociales.

Tampoco está claro el público propio. En las elecciones del 2018 el PUSC perdió las 3 provincias costeras que dominaba hasta hace 10 años atrás. No sacaron ni un diputado en Limón, por ejemplo. Tampoco quedó claro a quién siguen los electores afines o las dirigencias en las bases: 8 de cada 10 votantes de Piza en primera ronda se inclinaron por Carlos Alvarado en la segunda, según la encuesta posterior del Centro de Investigación y Estudios Políticos (CIEP). De poco sirvió que el local del PUSC en Goicoechea lo hubieran pintado de repente con los colores azul y amarillo que representaban a Fabricio Alvarado.

Aquí calza el apunte histórico de Sergio Araya: “el PUSC está en una suerte de búsqueda de identidad propia y de posicionamiento. No se ha recuperado de la pérdida de sus referentes y ahora se ve en un momento similar al de su fundación (1983), junto a 4 partidos que tenían bastantes divergencias entre sí y querían combatir al PLN”. En ese momento el líder indiscutible era, claro, Calderón Fournier, el hijo del caudillo y reformista social Calderón Guardia.

Ahora no hay un líder de ese tamaño, ni nada que se parezca. “Lo que hay son pseudolíderes”, en alusión a Piza, al diputado Pedro Muñoz (a quien le acreditan deseos presidenciales) y otras figuras que miran atentos desde la sombra, incluidos dirigentes provinciales que cobran relevancia en una agrupación donde son las asambleas de escala provincial los que definen las listas de diputados.

Al aún ministro de la Presidencia lo tienen advertido: “nuestros partidarios y militantes más bien han visto con un poco de desánimo las posiciones de don Rodolfo”, dijo a otro medio el actual presidente de la agrupación, Randall Quirós. Este fue ministro de Transportes en el último gobierno PUSC, con Abel Pacheco, y uno de los dirigentes que firmó el manifiesto en favor de Fabricio Alvarado aquel 8 de marzo del 2018.

De momento Piza mantiene en incertidumbre al PUSC y al Gobierno, donde el mandatario Carlos Alvarado más bien dice que quisiera tenerlo los cuatro años por sus consejos y porque hace un trabajo que no necesariamente recibe aplausos en público.

Pero Piza no es el único socialcristiano en el Gobierno. Allí están aún su candidata a la vicepresidencia, Edna Camacho, el viceministro de Presidencia, Agustín Castro, Patricia Vega en el Patronato Nacional de la Infancia (PANI) y diplomáticos como Emilio Arias (en Guatemala) o el exdiputado y ex precandidato presidencial Rafael Ortiz (en Londres).

El politólogo Araya cree que igual ya hubo una huella en el concepto de “gobierno de unidad” y que la eventual salida de Piza no debería afectar demasiado al Gobierno. “El Ejecutivo sigue inclinado de alguna manera a esa agenda que interesa a sectores económicos poderosos, de estabilizar la economía nacional. Y si uno ve, no es que Piza haya tenido una función determinante en facilitar los caminos en la Asamblea Legislativa, ni siquiera con la que se supone era su fracción”. Al final, han resultado más cercanos los diputados del PLN.

En el álbum del ministro Piza quedan sus respuestas conservadoras (negativas) sobre el aborto terapéutico o el papel secundario en la negociación dura de la reforma fiscal en 2018, cuando optó por salir de San José para visitar concejos municipales donde no siempre era bienvenido. La posibilidad de presentarse para ser alcalde de San José, sin embargo, es otra de las cartas que le han atribuido.

En el PUSC, persiste la búsqueda existencial, se admite a otro dirigente que prefiere el anonimato. “Es que nadie te va a decir esto en público, pero está claro que se quiere un candidato bien conservador que no sea pastor, claro. Este país se va a volver a polarizar al margen de la economía y el desempleo; los temas van a ser aborto y migración, lo que emociona, y ya se sabe que el PAC tiene ahí una tesis, pero algunos planteamos que conviene ser la antítesis”.

Ser la antítesis, oponerse, combatir a un partido colocado en el poder. El PUSC enfrenta, con distintas circunstancias, un desafío similar al de su fundación de hace casi 4 décadas. Puede ser una crisis de los 40 o una nostalgia ambivalente por los tiempos aquellos de liderazgos caudillistas y del orgulloso mote de “mariachis” el cual también se diluyó.

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