País

¿Por qué el huracán Otto azotó así a Upala?

Detrás de la tragedia y del duelo nacional hay explicaciones climáticas, de historia y de negligencia ante advertencias claras.

El primer huracán que entra con su ojo al territorio de Costa Rica dejó, esta semana, 10 muertos, 40 mil afectados y miles de millones de colones en pérdidas en un cantón al que nadie, nadie, creyó que iba a ser el más golpeado.

El apacible, pobre y agrícola Upala, en el extremo norte de Costa Rica, acabó siendo el escenario de los peores estragos del huracán Otto. El distrito central, partes de distritos alrededor y sitios aledaños de otros cantones, quedaron convertidos en un embarrijo de lodo y destrozos.

Upala y alrededores son todavía una colección imparable de historias sobre el anochecer de ese jueves, o de lamentos por la forma como la corriente de agua borró vidas y casas, puentes, pertenencias, tallercitos, cultivos, postes eléctricos, la cañería… Todavía muchos lugareños, los que no aceptan esto como un designio inevitable, se preguntan: ¿por qué llegamos a esto? y ¿cómo?.

¿Por qué?¿Por qué? Las explicaciones pueden alcanzar dimensiones planetarias como para señalar los cambios climáticos en el orbe. Pueden devolverse al año 1900 cuando un grupo de nicaragüenses fundó el primer caserío de Upala, junto al río Zapote, que este jueves bajó del volcán Miravalles como un demonio de agua, barro y árboles.

O pueden ir a la gaveta de la Municipalidad de Upala donde permanecían archivados los estudios con el mapa de riesgos del cantón.

Las explicaciones al desastre pueden, incluso, reflejarse en un tuit en que el presidente Luis Guillermo Solís pedía, dos días antes del impacto de Otto, evacuar el centro de Upala mientras muchos allí ni siquiera sabían que estaban en ruta de peligro serio. O no querían saberlo.

Una semana después, con la vigencia de un decreto de Duelo Nacional y otro que declara emergencia en Upala y otros lugares también afectados en la zona Norte el país, el Gobierno intentaba levantar lo que quedó; además de atender a miles de damnificados y explorar formas de ayudarles a retomar la vida. También las donaciones de alimentos parecen masivas y la atención de la emergencia continúa, pero la pregunta sigue ahí: ¿por qué pasó esto en Upala?

Desde hace 120 años

 Dentro de los cantones del norte, la ciudad de Upala presenta una condición especial por su ubicación dentro de lo que los expertos llaman “valle de inundación fluvial” del río Zapote. Es decir, la zona natural que quedaría anegada ante una crecida del cauce. Esta zona cubre a la mitad del centro urbano, según Allan Astorga, geólogo especialista en ordenamiento territorial y profesor de la Universidad de Costa Rica (UCR).

Los fundadores de Upala llegaron en busca del árbol de hule que abundaba en la zona y decidieron instalarse en un área de fácil acceso a riego para sus cultivos o de transporte fluvial para materiales, como el caucho mismo. Es una explicación aplicable también para otros centros urbanos en riesgo como Turrialba o Filadelfia, señala Astorga.

Como es normal en el país, el pueblo fue creciendo enfocado en prioridades que se alejan mucho del ordenamiento territorial y el uso correcto del suelo.

Su Índice de Desarrollo Humano (IDH) lo ubica en el puesto 78 de los 81 cantones del país, víctima del centralismo costarricense y la debilidad institucional local.

Así, con normas de construcción laxas o nulas, Upala se desarrolló hasta lo que es hoy, o era al menos hasta la tarde del jueves, cuando aún sus pobladores y autoridades locales confiaban en que nada muy grave iba a ocurrir.

“Uno como autoridad tiene que cuidarse de no causar pánico. Se ha tratado de buscar culpables, pero todo lo causó esa avalancha que bajó por el río Zapote, de tantísima lluvia que cayó”, alegó el alcalde Juan Acevedo, quien se considera libre de responsabilidades en la atención de la emergencia.

Advertencias en la gaveta

La emergencia tomó dimensiones impensables, pero el riesgo de inundaciones y avalanchas estaba advertido desde hacía mucho. Lo había hecho la Comisión Nacional de Emergencias (CNE) en un diagnóstico de 2003, y también especialistas de la Universidad Nacional (UNA) cuando prepararon un plan regulador que nunca se aprobó, en buena parte por oposición de algunos vecinos y comerciantes.

“La amenaza por inundación en el cantón Upala se caracteriza por la presencia de dos tipos. El primero se asocia a zonas más planas, o casi planas, del territorio comprendiendo a pendientes menores al 15%, abarcando un 11,7% del territorio total del cantón”, señalaba el diagnóstico a cargo del geógrafo Dionisio Alfaro.

Señalaba: “Parte de los poblados afectados por este tipo de amenaza son Upala Centro, Canalete, Rosario, Montecristo, San Judas, San Isidro (por el río Zapote), Santo Domingo, Chimurria Arriba, Chimurria Abajo, Colonia Puntarenas (por el río Chimurria), San José, Cuatro Bocas, Porvenir (por el río Pizote), San Jorge (por el río Caño Negro), Las Brisas, Santa Clara y Moreno Cañas (por el río Guacalito)”.

La segunda clase de inundación que se mencionaba era de tipo urbana “asociada al deficiente sistema de drenaje fluvial de las aguas en la ciudad y por la característica del relieve, al ser un sector donde se dificulta la evacuación de las aguas hacia el río Zapote por la inclinación que se presenta”. También se señalaban riesgos en el distrito Bijagua, donde murieron cinco personas.

Aunque habría sido improbable la reubicación de medio pueblo para cumplir con las zonas de riesgo estipuladas en el proyecto de plan regulador, el informe sí consideraba “necesaria” la implementación de un plan de gestión de riesgo por parte del gobierno local y la comunidad misma.

Lo paradójico es que este informe con las advertencias del riesgo que se corría se puede descargar libremente  en la página web de la Municipalidad de Upala.

El diagnóstico de la CNE de 2003 lo había dicho antes: “Los ríos y quebradas han disminuido el período de recurrencia de inundaciones, lo anterior por causa de la ocupación de las planicies de inundación, y el desarrollo urbano en forma desordenada y sin ninguna planificación, y al margen de las leyes que regulan el desarrollo urbano y forestal.

“A lo anterior, se suma el lanzamiento de desechos sólidos a los cauces, redundando en la reducción de la capacidad de la sección hidráulica, y provocando el desbordamiento de ríos y quebradas. Esta situación ha sido generada por los serios problemas de construcción de viviendas cercanas a los ríos en el cantón de Upala”, además de la deforestación en la cuenca alta y media, decía el informe titulado

“Amenazas naturales del cantón de Upala”.

En ese momento se recomendaba limitar los permisos de construcción, construir obras de protección en márgenes de ríos y formar grupos comunales de vigilancia de las cuencas, pero nada se ha cumplido del todo.

Acevedo ya fungió como alcalde de Upala entre los años 2003 y 2010 y regresó a la jefatura municipal en febrero de este año, él preside el Comité Local de Emergencias y alegó que en la gestión anterior a la suya hubo mucho rechazo popular al plan regulador y eso hizo que nada se cumpliera. Ganaba la idea de que nunca iba a pasar nada.

Actuar a última hora

 El huracán Otto llegó el pasado jueves decidido a hacer un recorrido paralelo a la línea fronteriza, aunque con suficiente tiempo para que las autoridades y la población se prepararan y evacuaran sus casas en caso de ser necesario.

El martes 22 el presidente Luis Guillermo Solís comunicó la emisión de alerta roja para varios cantones, entre ellos todos los de la zona Norte del país. “Les pedimos evacuación”, dijo por televisión y escribió en su cuenta de Twitter el martes a las 12:31 p. m., 48 horas antes de que Otto tocara el litoral caribeño.

De eso se cumplió solo de manera parcial, muy parcial. Mientras la costa caribeña tica era desalojada con  asistencia policial, en la zona Norte todo quedó a iniciativa de la población. Había albergues habilitados, pero pocos consideraron necesario ocuparlos para el momento del huracán.

Lo contaba después Octavio Ordóñez, jefe policial de Las Delicias de Upala: “Hubo como una cultura de seguridad, porque las personas estaban informadas, la gente se resistió. La gente del centro nunca pensó en eso, nunca creyó aunque estaban todos informados. Los de la comisión de emergencias anduvieron informando”.

Más o menos

En un recorrido de UNIVERSIDAD por la zona de desastre, varios vecinos dijeron desconocer cualquier tipo de advertencia: “Nunca, en esta zona no se nos pidió evacuar, salimos por nuestros propios medios. Mi primo fue el que pasó y me avisó y salimos apenas”, dijo José Vinicio Quesada en el barrio El Rosario, como a kilómetro y medio del centro, una de las zonas más amenazadas por el río Zapote, según los informes previos.

Con él coincide su vecino Marlon Monroy: “Supuestamente estas casas están fuera de peligro, porque donde se llena es el centro de Upala, por eso estábamos confiados nosotros y aquí fue lo peor”.

A él, contó, le avisaron del peligro el jueves por la tarde, con el huracán casi en la cocina de su casa, a punto de provocar la avalancha sobre el cauce del río Zapote y de arrasar con diez vidas e incontables bienes materiales.

Lídier Esquivel asegura que, en general, las municipalidades del país no tienen desarrolladas sus capacidades para gestionar los riesgos , pero reconoce que en esta zona hubo un llamado a la población para alejarse de zonas de peligro, sin que se sepa con total claridad cuáles son y cuáles no.

Una alerta roja sobre un cantón, no quiere decir que haya que desocuparlo completo, pero sí desalojar las zonas que se han establecido según el trabajo que se ha hecho en seco, si se ha hecho, comentó Esquivel. “Lo difícil es generar conciencia y tratar de convencer a ese vecino que sale y dice que conoce muy bien al río y que en 60 años no ha pasado nada, sin saber que hay estudios científicos y registros históricos. Eso puede ser la diferencia entre la vida y la muerte”.

“Es una pena que no se haya considerado seriamente esa situación de riesgo”, lamentó el vocero de la CNE sin obviar que la idea era minimizar los riesgos de manera realista, consciente de la imposibilidad de blindar a cada pueblo ante eventos incontrolables como los huracanes.

“No vamos a crucificar Upala, que ya mucho dolor sufre. Aquí tenemos que ver ahora la oportunidad en la fase que viene, de la reconstrucción con recursos nacionales o internacionales. Lo peor que puede pasar, los más desastroso, sería pensar que algo así no volverá a ocurrir”.



Las sorpresas del clima

El jueves 24 de noviembre, mientras el huracán Otto se encaminaba a la costa caribeña centroamericana, los meteorólogos vigilaban atentos un fenómeno particular por trayectoria y fecha. Estaba ubicado muy hacia el sur del mar Caribe y en las postrimerías de la temporada de huracanes, lo que interpretan como una ampliación de las propensión de eventos de este tipo para el país, asociada al fenómeno La Niña y a la alteración de temperaturas oceánicas.

Según diversos estudios científicos, esto tiene el trasfondo del calentamiento global como efecto de gases invernadero, pero no es algo comprobado y otros especialistas más bien lo rechazan de manera expresa.

La CNE manejaba que la propensión de Costa Rica a alojar un huracán en su suelo era menor a un 1%, contó Lídier Esquivel, director de Investigación y Riesgos de la institución, consciente de que en adelante esta propensión habrá que recalcularla.

Además de la ubicación del huracán, Otto resultó ser una caja de sorpresas antes y después de tocar tierra. En el mar Caribe se había degradado a tormenta tropical y había vuelvo a fortalecerse como huracán con categoría 2, mayor a la anterior.

¿Cuáles fueron las sorpresas en tierra? La velocidad que mantuvo el huracán después de que, antes del mediodía, su ojo entró a la costa por el Caribe Sur de Nicaragua. “Se comportó de manera distinta a los modelos meteorológicos. Cuando ingresa a tierra un huracán suele descender en intensidad y velocidad, pero no sucedió así.

La lluvia cayó como un enorme chorro a presión, como si no fueran gotas sino una cascada gigante alterada por vientos de hasta 150 kilómetros por hora sobre suelo centroamericano que llevaba ya muchos días de precipitaciones y su capacidad de absorción era cero.

A mitad de la tarde el huracán cruzó más hacia el sur por un punto del cantón de Los Chiles. Era el primer huracán en registros de suelo tico. Tampoco se esperaba ese trazado, señala Esquivel. “Esa ruta es absolutamente anómala dentro del cono. La mayor posibilidad no era esa”, comenta.

En todo caso, desde temprano el jueves se conocía la afectación  directa de manera general a los cantones de la zona Norte, como le hizo saber el presidente de la CNE, Iván Brenes, al alcalde upaleño Juan Acevedo, en una llamada a las ocho de la mañana.



[padding type=”medium_right”][quote_colored name=”Juan Acevedo, alcalde de Upala” icon_quote=”no”]

“Uno como autoridad tiene que cuidarse de no causar pánico. Se ha tratado de buscar culpables, pero todo lo causó esa avalancha que bajó por el río Zapote, de tantísima lluvia que cayó”.
[/quote_colored][/padding]

Suscríbase al boletín

Ir al contenido