Recordémoslo sentado en un sillón de la casa histórica de su madre Karen Olsen, rodeado de casi 30 periodistas que acudieron al importante no-anuncio: el hijo de Don Pepe no aspiraría a reelegirse, ser precandidato no le movía ni una hormona (decía), la burocracia estatal es inhibitoria y quería ayudar a Costa Rica pero desde una plataforma de ciudadano común (decía). Se sentía el mejor para los comicios del 2014, pero no quería ser candidato y entonces nada. Tenía un papel con frases escritas como para repartir titulares a los reporteros.
Su reloj Rolex marcaba las 10:02 a.m. del 1° de noviembre del 2012 y ese que hablaba era José María Figueres Olsen, el exgobernante 1994-1998 que después, sin que nadie lo pronosticara, se haría presidente de su Partido Liberación Nacional (PLN) por un año y renunciaría para decir cosas muy distintas: será precandidato presidencial, no cree ser el mejor de todos, pero espera ver quién se le mide en una convención interna. Lo dijo este sábado 2 de abril durante una asamblea de la agrupación que básicamente sirvió para eso: José María Figueres ya sacó del clóset su proyecto electoral. (“La vida misma es una campaña”, decía aquella hoja de frases del 2012”).
La diferencia entre un momento y otro son solo cuatro años. Ahora Figueres tiene 61 años y casi cinco de haberse instalado en Costa Rica. Dice estar más empapado de lo que necesita el país, de lo que quiere y también de lo que no quiere. Es el viejo conocido, pero ya no es el recién llegado. Su PLN ya no está pagando el costo político del poder presidencial y cree haber cumplido con creces la responsabilidad de llevar la manivela liberacionista después de la depresión causada por la inédita derrota en las presidenciales del 2014. Es más, ya ni siquiera está Johnny Araya dentro del partido y eso también se lo abonan a Figueres, para bien o para mal. (“El país está inundado de candidatos más que de ideas”, decía otra de las frases de aquel 1° de noviembre).
Ya se ha visto que el PAC tampoco llena las expectativas, que el PLN volvió a llevarse la mayoría de cargos municipales en las elecciones de febrero y que todavía, por razones o por emociones, hay gente orgullosa de la fuerza política más tradicional de Costa Rica. Ya se ve que la intolerancia ciudadana no afecta de manera exclusiva a los verdiblancos y que la desventaja del “continuismo” jugaría en 2018 en contra del PAC. Tantos guarismos en la mesa. (“La competitividad empieza por uno; por vos, y vos y vos”, pudimos leer también aquella mañana en la hojita de Figueres).
La carta de renovación la quiere jugar Figueres a pesar de representar bien a la “casta política”, como llamarían en España a los dirigentes tradicionales. Es el hijo del caudillo liberacionista, ese por cuyo nombre suspiran algunos adultos mayores y preguntan muchos jóvenes, porque Don Pepe murió en 1990 y para recordar su rostro hay que ir a las fotos o acercarse a las facciones de este José María ahora con canas de abuelo inminente y sin el bigote de cuando gobernó 20 años atrás. O buscar la cara del benemérito en el billete de ¢10.000.
Lo nuevo no viene en su figura, con sus gestos ni su estilo envolvente según quien lo diga. Lleva toda su vida subido en las tarimas y hasta ha bailado para ganar votos un ritmo para coreografías que en mitad de los 90 estaba de moda. Luego acaparó sin querer las portadas con el caso Alcatel que todavía, 12 años después, sigue generando preguntas. A principios de milenio vivió entre Suiza, Madrid y Nueva York, pero hace cinco años quiso volver a radicarse en Costa Rica, donde no ha dejado de salir en sus noticias. Se ha dejado ver llorar, comer tamales y presentar con rimbombancia en 2012 el plan “país” bautizado Vía Costarricense, que ahora parece extinto. Con la presidencia del PLN, tras derrotar a la tendencia liderada por Óscar Arias, reclamó micrófonos con palabras optimistas y algunos dardos al gobierno de Solís. Habrá que reconocerle la autoría de las siglas “FAC”, como una mezcla de FA (Frente Amplio) y PAC.
Lo nuevo de Figueres, si fuera el caso, es su mensaje. Varias entrevistas en las últimas dos semanas le han servido para hablar del plan 20-21, un conjunto de ideas de políticas públicas para desarrollar en los próximos cinco años. Es decir, usar dos años del gobierno de Solís (gobierno al que ve extraviado) y los primeros tres de la administración siguiente. Ya se puede saber por dónde iría su programa de gobierno, con la meta de reducir a 5% el desempleo y restarle 5 puntos porcentuales a la pobreza, mediante un crecimiento económico de al menos 5%. Todo iría de la mano de lo que llama “economía ecoeficiente”, con energías limpias, con “impuesto cero” a productos ecoamigables, con una simplificación de controles… Él le llama “traer el mundo a Costa Rica”. (En noviembre del 2012 escribió: “creo posible el milagro costarricense”, pero advertía: “mientras otros quieren ser presidentes, yo quiero cambiar el país”).
¿Qué mundo quiere traer a Costa Rica? Está por verse. Tiempo atrás dijo al diario La Nación que el PLN debía virar más hacia la izquierda para retomar la posición socialdemócrata del siglo XX y en una entrevista reciente les reconoció que su gobierno fue uno de los que impulsó las políticas del Consenso de Washington con el recordado Programa de Ajuste Estructural (PAE III). Este fue aprobado gracias al pacto Figueres- Calderón, firmado en 1995 como el ejemplo máximo de los acuerdos en el bipartidismo del siglo pasado.
Hoy lo que propone es un pacto, sí, pero multisectorial. Habla de conversar, de dialogar, de negociar por el bien del país. Es lo que dice ofrecer: “músculo para la acción y visión de futuro”, aunque su capacidad para generar confianzas ha salido hasta ahora cuestionada incluso dentro del PLN. Las encuestas disponibles tampoco le ofrecen certezas, pero su equipo tiene claro de que este anuncio prematuro le permite manejar el proyecto electoral como una maratón y recuperar terreno después. (“Las encuestas no me dicen qué debo hacer; para eso tengo mi conciencia”, era otra de aquellas frases preparadas).
No podrá, opinaba Óscar Arias, su añejo rival intrapartidario y eventual adversario por la candidatura liberacionista si así lo indican sus reflexiones de estos meses. No lo ha descartado, aunque otros en el partido sí; creen que no se medirá en una eventual convención contra Figueres. Puede ser una señal su propuesta de negociar con Figueres una tercera opción, a la que este le contestó que ya pasaron esos tiempos de designar a dedo. Le quedó fácil para contestarle por su perfil de Facebook (27.000 seguidores y decenas de comentarios en su contra. Alguna lo defiende diciendo que prefiere “lo viejo conocido” y otro con esa frase que nunca dijo Don Quijote, de “ladran, Sancho, señal de que cabalgamos”). También se lo dijo por teléfono. Hablaron.
Figueres sabe que nunca serán suficientes sus explicaciones para convencer a todos sobre su inocencia en el caso Alcatel, sobre la realidad de un servicio de asesoría por el que cobró $906.000. Cree que un tercio del electorado jamás votaría por él por ser quien es, por figuerista o por liberacionista. Quizás debería considerar también cómo llegar a los cientos de miles de jóvenes nacidos después de aquella contienda electoral del 94 contra Miguel Ángel Rodríguez (“es algo que me he planteado”, reconoce). Y también a un amplio grupo que le ve falso su llamado a retomar la socialdemocracia original o que lo culpa del cierre técnico del ferrocarril, más allá de su explicación de que ese era un sistema quebrado. Pocos saben que antes, en 1986, tuvo bajo su mando el Instituto Costarricense de Ferrocarriles (Incofer), tan vigente en estos tiempos.
“Estoy preparado anímicamente para recibir críticas y ataques. Tengo ilusión de hacer las cosas de mejor manera, aunque no tengo las soluciones mágicas”, dijo a UNIVERSIDAD. Claro, tiene que estar preparado. La ofensiva le viene desde su propia casa partidaria. Arias lo acusa de haber mentido al negar que tomaba la presidencia del partido por un objetivo electoral; también lo ve incapaz de ganar unas elecciones. Otros dirigentes de menor rango no le disparan así, pero tampoco hay un júbilo en torno a Figueres. Hay expectativa. ¿Se lanzará Arias? Y si no, como parece ocurrirá: ¿quién será el rival de Figueres? ¿Será un ungido por el arismo? ¿Lo sería el alcalde de Alajuela? ¿Un exministro de Hacienda? ¿O acaso un diputado volvió a abrirse a las tentaciones electorales? Los rumores verdiblancos en estas semanas corren entre signos de pregunta.
Mientras, Figueres trabaja y se cuida de no abrir nuevos frentes. Sabe que para triunfar necesitaría de mucha gente que no se declara liberacionista ni de broma. Sabe que otros aspirantes han madrugado también en otros partidos y parece consciente de que corren tiempos de volatilidad. Sabe que deberá ir acomodándose a las circunstancias. Lo ha repetido en esta semana: si el entorno cambia, uno cambia. Otra manera de decirlo la tenía escrita en aquella hoja de noviembre del 2012: “un Figueres no se retira; solo se reinventa”.