País Carolina Hidalgo, presidenta de la Asamblea Legislativa

Hay confianza en el liderazgo de nosotras, pero los cambios no son fáciles ni prontos

Para la presidenta del Congreso, las diputadas que conforman la Asamblea Legislativa tienen que trabajar de una manera más articulada en proyectos que favorezcan la igualdad y los derechos de todas las mujeres.

El 1 de mayo del 2018 el diputado oficialista y presidente provisional de entonces, Mario Castillo, leyó las cinco candidaturas para ocupar la presidencia de la Asamblea Legislativa para el periodo 2018-2019. Ante los micrófonos del Plenario pronunció los nombres: tres diputados y dos diputadas, y entre ellos la oficialista Carolina Hidalgo, quien finalmente resultó electa.

Hasta entonces, hacía 18 años que una mujer no lideraba la Asamblea Legislativa. La última en hacerlo fue Rina Contreras del Partido Unidad Social Cristiana (PUSC) en el periodo 2000-2001. Luego pasaron por esa silla 13 diputados más para que el puesto de la presidencia tuviera de nuevo un rostro de mujer.

Junto a Hidalgo, otras 25 mujeres fueron electas para representar a la ciudadanía en este periodo legislativo desde distintos partidos políticos. El hecho de que una mujer ocupara de nuevo el cargo de presidenta fue celebrado, así  como el hecho de que las mujeres alcanzaran participación histórica en el Congreso y en el Gabinete. No es un secreto que la política ha sido un terreno mayoritariamente acaparado por hombres.

Ocupa un puesto que por años ha sido ocupado por hombres, también es la mujer más joven en asumir esta responsabilidad. ¿Cómo ha sido la experiencia?

–Creo que la posibilidad de que una mujer joven pudiera presidir la Asamblea Legislativa tiene que ver no con un asunto reciente, sino que con la lucha y el esfuerzo de muchas mujeres en la gestiones anteriores. Recordemos que la legislatura anterior inclusive conformó el grupo parlamentario de mujeres, cuya agenda prioritaria era que una mujer presidiera la Asamblea Legislativa. No fue posible en ese momento, pero la idea sí queda posicionada en el ámbito político. El  esfuerzo de ellas y también de otras mujeres que han presidido espacios, como Laura Chinchilla (expresidenta de la República 2010-2014) y Zarela Villanueva (expresidenta de la  Corte Suprema de Justicia 2013-2017), ya tenía un antecedente. Hay que hacer ese reconocimiento.

Una Asamblea de 26 mujeres, que significan el 48% de paridad, era una realidad política innegable a la que esta Asamblea tenía que enfrentarse. Ha sido un año en el que hemos podido avanzar en materias pendientes. No solo hacemos un cambio en el liderazgo, sino que, además, podemos entrar a conocer agendas pendientes.

La negociación del plan fiscal era un tema que, de antemano, se sabía iba a provocar una discusión fuerte y polémica en la Asamblea desde distintos puntos. ¿Cómo fue esa negociación día a día y en particular con los jefes de fracción –todos hombres–?

–Fue retadora. Creo que el hecho de que 26 diputadas estemos en la Asamblea Legislativa, significa un cambio en la forma de ejercer el poder en política, y eso genera incomodidad a quienes han estado acostumbrados a un liderazgo y una toma de decisiones totalmente liderada por hombres. Entonces, de manera consciente o inconsciente, hay muestras de esa incomodidad, a veces con enojo, con limitación de participación de la mujer en política y también se ha manifestado en cosas tan evidentes como agresiones verbales. Creo que es por todos conocido que varias hemos tenido que presentar denuncias por violencia política, tanto a compañeros como a personas externas a la Asamblea Legislativa, que muestran esa incomodidad.

Falta camino pero, ¿cuáles retos son los que ha podido identificar en el tema de género?

–En política no hay sillas vacías y los hombres tienen la costumbre, naturalmente, de llenarlas. En algunas ocasiones dudamos de nosotras mismas o no nos involucramos por distintas razones, y es importantísimo que nos empoderemos y podamos demostrar que tenemos la capacidad de actuar desde lo técnico y desde lo político con total fortaleza y, cuidado y no, de una manera más objetiva y enfocada en resultados.

Empujar una agenda que le facilite la vida y la participación a otras mujeres es, quizá, la tarea más compleja frente a los otros actores que participan o tienen dinámicas con nosotras. Creo que hay que partir de una sensibilización; creo que la transformación en los hombres se va a dar a partir de que ellos conozcan el privilegio que han tenido. Que desde ese reconocimiento puedan llevar adelante esos cambios de manera más empática y no con la resistencia que hay.

¿En qué dirección se debe de seguir durante los años que le resten a la administración para avanzar en el tema de la igualdad desde el espacio legislativo?

–La identificación de una agenda conjunta en donde todas estemos claras en los conceptos y en los cómo, porque estar de acuerdo en la materia global es muy fácil, pero no tanto en lo que cada una concibe que debería ser el ejercicio de nosotras en la política. Eso hay que alinearlo, funcionar como un solo bloque, empujando esa agenda. Lo digo porque a pesar de todos estos elementos que estemos conversando, lo cierto es que se votó de manera negativa la posibilidad de avanzar con un proyecto de ley que les daba paridad horizontal y vertical a los partidos políticos. Es un asunto que ya está consolidado en el Tribunal Supremo de Elecciones (TSE) y, a pesar de eso, fue votado de manera negativo en el Plenario, y eso demuestra que esas 26 mujeres no están absolutamente convencidas de cómo deberían de asumir las mujeres un rol más fuerte. Es decir, ¿cómo un proyecto de estos se archiva en un momento en el que la Asamblea está conformada por más mujeres?

¿Durante estos siete meses de gobierno ha presenciado algún cambio en este sentido?

–Creo que poco. Alguno pero poco. Porque al final, recordemos que hemos tardado 200 años en ver ese proceso finalizar. Solo tres mujeres liderando este espacio y, por supuesto, eso no va a hacer  un cambio rápido.

Creo que estamos apenas arrancando porque, además, el tema de la violencia política, no está tipificada en nuestro ordenamiento jurídico, no hay una lista taxativa, por ejemplo, de qué son las agresiones políticas y cómo deberían de sancionarse. Parte de las dificultades a las que nosotras nos enfrentamos acá es que el concepto de violencia política, contra las mujeres que participamos en estos espacios, todavía no está consolidado ni cultural ni jurídicamente. Apenas empezamos a posicionarlo desde ese espacio. Además, este tipo de violencia no solo se da en este espacio, sino en otros entornos que tienen otros sectores de reconocernos a nosotras como líderes en materia política.

¿Hay proyectos que se estén gestando en temas de violencia hacia las mujeres?

–Encaminados a la prevención, está el tema del acoso callejero, que, al igual que la violencia política, son tipos de violencia que son comportamientos que hay que visibilizar y sancionar.

Si ligamos los dos fenómenos, ¿qué ganan las mujeres que no están en el espacio político? Con una cantidad mayor de mujeres en el Congreso, ¿cómo se traduce eso en derechos hacia las que no gozan de ciertos privilegios?

–Por ejemplo, una de las gratificaciones que yo experimento es coincidir con mujeres en la calle, en eventos o en diferentes lugares, y de todas las edades además, que siempre me han planteado: “el hecho de que vos podás estar ahí significa para mí que yo puedo llegar”. Al final, es posible que alguien que no tiene una familia política, que además es de clase media y joven, tiene la posibilidad de llegar a un lugar donde se tomen decisiones de esta manera. También con mujeres más jóvenes, lo que me dicen es: “esto me da la oportunidad de recalcar que lo que uno quiere es posible alcanzarlo”.

¿Cómo valora la participación de las mujeres en los otros espacios de la arena política?

–Muy positiva. Vemos que, por ejemplo, cuando se dio el fallo de la Sala IV sobre el plan fiscal, este tenía que ver con el reconocimiento de Rocío Aguilar, que era uno de los cambios más importantes a nivel nacional, o cómo ha cambiado la gestión de la Fiscalía General con la gestión de Emilia Navas. También mujeres como Claudia Dobles, quien lidera los procesos de cambio urbano. Ves a mujeres liderando proyectos realmente complejos, pero donde estás recibiendo resultados de manera muy inmediata.

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