País Exministro de Hacienda:

Guillermo Zúñiga critica “el fetiche” de bajar el gasto público en nuevo libro

En vez de afirmar —como hace el actual ministro— que el dinero “no alcanza para pagar el contrato social”, dice Zúñiga, hay que buscar cómo financiarlo, pues de lo contrario se trata de una economía con “números bonitos”, pero fallida.

El exministro de Hacienda durante el periodo 2006-2010, Guillermo Zúñiga, considera que la Ley de Fortalecimiento de las Finanzas Públicas, conocida como plan fiscal, no fue exitosa porque apostó por el control del gasto público, sin considerar los efectos negativos que eso traería en los planos económico y social.

Recientemente, el economista, exprofesor y exdiputado, publicó el libro El fetichismo del déficit fiscal en que desmiente nociones económicas que se han asumido como ciertas y reconoce la dimensión ideológica de la economía, planteando así la urgencia de tratar dicha disciplina como la ciencia social que es.

La publicación, según afirma Zúñiga, tiene por objetivo desinstalar ideas que se han asumido como verdades a pesar de ser postulados ideológicos al tiempo que trata de persuadir que la economía sólo es útil cuando está al servicio de la sociedad, y no al revés, como parece suceder en la actualidad.

“Cuando el Gobierno entra a contraer el gasto se está pegando un balazo en el pie”, Guillermo Zúñiga.

El libro analiza postulados como que el equilibrio fiscal es necesario, que no se necesitan nuevos impuestos, que “hay que” controlar el gasto público o que tener déficit fiscal es malo y tener superávit fiscal es favorable, y los desmonta, no porque sean premisas siempre falsas, sino porque carecen de significado por sí mismas e incluso pueden ser perjudiciales si no se analizan los efectos de los mecanismos que se usan para alcanzarlas.

Así, el experto analiza que no toda reforma que resulte en “mejores números” es favorable y que eso se demuestra en la actualidad cuando se dice que el país está obteniendo buenos resultados económicos, pero el propio ministro de Hacienda (Nogui Acosta) asegura que el “contrato social no se puede financiar”.

Además, el documento reconoce con absoluta claridad que el estudio de la economía como ciencia no son los recursos, los bienes, los servicios o incluso el mercado, sino que son las relaciones entre personas. “Se reivindica de esta manera la naturaleza social de la ciencia económica y que el objeto de estudio en todas estas disciplinas es el ser humano”, agrega.

Züñiga asevera que es indispensable que se reconozca que la economía, como todas las ciencias, “está llena de ideología” y que todas estas ideas instaladas responden, por ende, a ideologías e intereses.

En el marco de la publicación, el exministro conversó con UNIVERSIDAD sobre el libro y su análisis de la realidad económica del país, entrevista de la cual se presenta seguidamente un extracto.

La frase que dijo Nogui Acosta, de que el contrato social no se puede financiar, ¿fue la motivación del libro?

—No necesariamente, el libro es un esfuerzo por tratar de poner en orden un conjunto de cosas conceptuales de cómo yo creo que se maneja la política económica y fiscal, pero, sí, la frase que dijo el ministro simplemente es una frase más que, si nos descuidamos ahorita, pasa a ser parte de esos criterios usualmente aceptados que yo desmonto en el libro.

En el libro usted afirma que el ministro hace el análisis del contrato social y su financiamiento al revés, ¿cómo?

—Es que la pregunta tiene que ser al revés, no es preguntarse “¿se puede financiar?”, sino que lo que hay que preguntarse es ¿qué hay que hacer para que se pueda financiar?

Entonces, ¿qué es primero, qué es más importante, o son interdependientes el contrato social y los resultados económicos?

—Yo creo que todo contrato social debe tener pacto fiscal. No se puede poner la carreta en frente de los bueyes. Cuando se hacen leyes principalmente de tipo hacendario, ahí se está pensando en una cierta política, en un cierto modelo y en una cierta propuesta.

El ejemplo más claro es cuando decidimos o se decidió en el país que teníamos que proteger las zonas francas, ahí hay una voluntad política de dar una serie de beneficios a ese sector; o cuando se decide bajar los aranceles a la importación del arroz, ahí hay una decisión, por eso digo yo que el acuerdo nacional o el pacto social un pacto fiscal que puede irse conversando y ajustando.

La mayor parte de nuestro pacto social está sustentado en la Constitución, pero con el paso del tiempo los gobernantes han perdiendo la capacidad de pensar un poquito fuera de la caja para darle sustento financiero y esa es básicamente la razón por la que escribí esto.

En su criterio, ¿cómo se debería entonces procurar ese sustento?

—Cuando yo estuve en Gobierno y en la Asamblea, mandé unas iniciativas: transformar impuesto de ventas en IVA (impuesto sobre el valor agregado), el impuesto a las casas de lujo, el impuesto a las sociedades, cosas de los últimos años se han aprobado algunas.

Desde entonces el país tiene ese reto de reformar la política fiscal, pero se intentó la reforma que doña Laura (Chinchilla) pactó con Ottón (Solís, del PAC) pero se cayó en la Sala (Constitucional).

Después, fue cuando llegó Luis Guillermo y nos dijo “no hay plata”, ahí empezó el tema de los eurobonos y se disparó la deuda. Entonces, llegó Carlos Alvarado con la ley 9635, que negoció la amnistía tributaria, la regla fiscal y que le faltaban muchas cosas, porque se decidió que iba por el lado de controlar el gasto, nada más. Entonces, si uno ve las cifras, hubo una mejora, pero ya no, ya la recaudación se está cayendo.

¿Cómo entonces financiar ese pacto fiscal sin perder de vista los resultados económicos?

—Es que estamos en una economía absolutamente dual. El sector externo va bastante más dinámico, pero aporta poco, y el sector interno va muy lento.

El mejor aliado del Ministerio de Hacienda es una producción creciente a lo interno, y para lograr eso hay que hacer muchas cosas y aquí hablo de cosas que a mí me gustarían: Si tenemos un sector externo que está caminando, maravilloso, pero cuando yo estaba en Gobierno planteamos pasar una reforma para las zonas francas que era una exoneración por ocho años y después iban a contribuir, con esa contribución creciendo lentamente de forma escalonada. A mí siempre me llamó la atención que yo no sé qué pasó con eso.

Por otro lado, es que la economía no está creciendo y ¿qué hay que hacer para que crezca? Hacer una política productiva. Empecemos por la agricultura: por mucho tiempo yo adhería a la idea de la seguridad alimentaria, de que se garantizara alimento, no importa cómo o si se traía de afuera, ya yo cambié y pienso que la tesis que el país tiene que garantizarse su seguridad alimentaria internamente, y lo que me hizo cambiar es que el cambio climático es una realidad y, por eso, no podemos depender de lo que venga de afuera.

Por otro lado, el país debería poder costear su propia fuerza laboral, que es la comida, la casa, el transporte, las escuelas, el ocio y demás que necesitan las personas que trabajan para poder justamente trabajar. Y en eso, de nuevo, la comida es central y ojalá ese sector fuera productivo, pero para eso tiene que haber asistencia y crédito para aumentar la productividad.

También, debe haber una robusta política para la industria y para eso, para que ese sector pueda vender, hay que tener una política de capacidad de compra. Eso significa que hay que revisar la política de gasto.

Pero más bien la política ha sido recortar, congelar salarios en lo público y en la práctica en lo privado…

—Hay una idea muy vieja: la teoría del multiplicador del gasto, por cada colón que se invierte se genera cierta dinamización de la economía, por eso hay que intervenir en ese ciclo de efectos, hay que reactivar el ciclo. Cuando el Gobierno entra a contraer el gasto se está pegando un balazo en el pie, porque no le da capacidad de comprar a la gente, ni a los que le venden al Gobierno.

El gran problema es pensar que esos ajustes son los que nos van a sacar adelante, esos ajustes nos pueden dar un número bonito de deuda, de déficit, de lo que sea, pero no están resolviéndo los problemas principales y, por eso, en vez de medir números, tenemos que medir la política de Hacienda considerando que se hizo para que la población esté bien, para que tenga salud, educación, seguridad. De otra manera, no importa cómo sean los números, la política hacendaria falló.

 

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