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Extensión de monocultivos amenaza biodiversidad agrícola

Fusiones de empresas multinacionales buscan control sobre los recursos genéticos a través de regímenes de propiedad intelectual.

Durante el siglo XX, se perdió el 75% de la diversidad genética de los cultivos, pues agricultores de todo el mundo abandonaron múltiples cultivos locales en favor de variedades genéticamente uniformes y de alto rendimiento.

Ello incidió en que, para 1999, tres cuartas partes de los alimentos del mundo se generaban a partir de solo doce especies vegetales y cinco animales.

Esos datos de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) son recogidos en el documento titulado Observatorio del Derecho a la Alimentación y a la Nutrición “Las Semillas en Manos de los Pueblos”, el cual es editado por varias organizaciones no gubernamentales internacionales como Pan para el Mundo, FIAN Internacional, la Plataforma Interamericana de Derechos Humanos, Democracia y Desarrollo (PIDHDD) o la Red Africana por el Derecho a la Alimentación (RAPDA).

El documento fue publicado en octubre y apunta que detrás de esa destrucción de la biodiversidad agrícola están las corporaciones transnacionales de las semillas y los agroquímicos, las cuales “buscan privatizar, monopolizar y controlar las semillas; están patentando y mercantilizando la fuente misma de la vida”, a través del desarrollo de organismos genéticamente modificados (OGM).

La categoría de OGM incluye a los transgénicos, diseñados a partir de la ingeniería genética para incorporar características ajenas en un organismo, por ejemplo para que sea más resistente a plagas o plaguicidas.

El documento subraya que ese sistema de protección de propiedad intelectual tiende a crear monopolios. “Se estima que Monsanto, DuPont y Syngenta controlan el 53% del mercado del comercio mundial de semillas”, al tiempo que se insiste en llamar la atención en que las distintas fusiones donde participan las seis grandes corporaciones agroquímicas -BASF, Bayer, Dow, DuPont, Monsanto y Syngenta- “llevarán a una concentración de mercado incluso mayor”.

Al respecto, el informe apunta con preocupación la “nueva ronda de fusiones gigantes”. Específicamente se refiere a los casos de Bayer con Monsanto, Dow Chemicals con DuPont y Syngenta con ChemChina, lo cual “muestra que las corporaciones pretenden conseguir un control más fuerte de los recursos genéticos para obtener incluso más beneficios”.

Ese mayor control se deriva de los regímenes de protección de los derechos de propiedad intelectual, que protegen precisamente las variedades patentadas de las semillas en favor de esas corporaciones.

Menciona particularmente la Unión Internacional para la Protección de las Obtenciones Vegetales (UPOV) y apunta que esos regímenes son concebidos “con vistas a proteger los intereses de la industria de las semillas y del mejoramiento” y que restringen las prácticas y los sistemas de gestión de semillas campesinos.

En lo que a América Latina se refiere, el informe lamenta que en Colombia “las prácticas campesinas han sido declaradas ilegales y criminalizadas”. Apunta que para el 2008, diez empresas concentraban el 67% del mercado de semillas en Ecuador, de las cuales solo Monsanto, DuPont y Syngenta acaparaban el 47% bajo el paraguas de CropLife Ecuador, en convenio con la empresa Agrocalidad.

Así, el informe denuncia que “la gran mayoría” de las violaciones del derecho a la alimentación y a la nutrición están asociadas con “actos de comisión y omisión de los gobiernos y con abusos cometidos por corporaciones transnacionales”.

Añade que se trata de “actos de violencia” que adoptan varias formas, como el acaparamiento de tierras, desalojos forzosos, matrimonios infantiles y violencia de género, servidumbre por deudas, uso abusivo de agroquímicos, criminalización de líderes de movimientos sociales y los defensores de derechos humanos, acaparamiento de los océanos y los recursos pesqueros, marketing abusivo de comida basura, y el creciente cambio climático.

HAMBRE

Iván Mora, representante de la Federación Conservacionista de Costa Rica (Fecon) ante la Comisión Nacional para la Gestión de la Biodiversidad (Conagebio), ponderó en primer lugar que para hablar de cultivos transgénicos “hay que irse atrás a los años 50, a la revolución verde, de donde surge la lógica de la agricultura moderna”.

La llamada “revolución verde” se refiere a un movimiento de mediados del siglo pasado, que abogó fuertemente por la introducción de recursos tecnológicos como plaguicidas y herbicidas, así como la introducción y expansión del cultivo de semillas de alta productividad.

“Para poder introducirla, hay que introducir la idea del hambre en el mundo, que la justifica. Luego entra la segunda revolución biotecnológica, de los cultivos transgénicos”, apuntó.

Así, el activista aseveró que la construcción de lo que llamó “el imaginario del hambre en el mundo” no solo tiene que ver con la agronomía, sino también con las ciencias sociales y las perspectivas de desarrollo en términos de solventar el hambre según un paradigma dictado desde la presidencia de Harry Truman en Estados Unidos, cuando se acuña el concepto del tercer mundo.

Mora fue enfático e insistente en que el problema del hambre en el mundo no es de faltante de alimentos, sino de distribución.

En efecto, en el 2013 una organización denominada la Institución de Ingenieros Mecánicos -con más de cien mil miembros en 114 países- publicó un informe sobre la producción global de alimentos y estimó que en las diferentes regiones del mundo, entre un 30% y un 50% de todos los alimentos producidos (entre 1,2 mil millones de toneladas y 2 mil millones de toneladas) “nunca llegan a un estómago humano”, debido a malas prácticas de cosecha, almacenamiento, transporte, mercadeo y consumo.

De acuerdo con datos de la FAO, la cantidad de personas que sufren de desnutrición en el mundo pasó de un 18,6% en el periodo 1990-1992, a 10,8% en el periodo 2014-2016. Si bien se ha dado una mejora, ese dato significa que el problema aún acosa a más de 790 millones de personas.

Mora además llamó la atención hacia lo que se llama biología sintética, el desarrollo de trasngénicos de última generación que con mayor precisión logra la inserción de cromosomas ajenos en un organismo con el fin de cambiar su fenotipo, es decir, la expresión física de su genética.

Según dijo, esta nueva tecnología implica la amenaza de la eliminación de especies e informó que en Costa Rica no se han otorgado permisos para su introducción ni se sabe que haya ocurrido de manera ilegal, aunque informó que el país aún no cuenta con regulación al respecto.

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