Recorrer la zona Norte es avanzar a través de hectárea tras hectárea de piña y más piña. El paisaje es cada vez más monótono; esta fruta avanza sin obstáculos, hasta chocar contra otras grandes agroindustrias –como la naranja o la caña–, o hasta pegar con la frontera norte.
La región es una de las puntas de lanza de la expansión piñera, implacable también en el Caribe y la zona Sur. Mientras asentamientos campesinos quedan cercados por la industria del monocultivo, las comunidades ven la llegada de personas extrañas que con desesperación cruzan la frontera para dedicarse a una labor agrícola mal pagada. También ven cómo tractores y chapulines de las empresas piñeras despedazan caminos que costaron mucho esfuerzo.
Ese es el caso de la comunidad de La Guaria de Pocosol, distrito de San Carlos, Alajuela. Clemente Catón, presidente de la Asociación de Desarrollo local, aseveró que “el principal problema que hemos tenido es la contaminación por los agroquímicos y el estado del camino” y añadió que su madre, una persona mayor, ha padecido síntomas asociados a la exposición a esos químicos, como manchas en la piel.
Apuntó que la población ha notado que cuando las plantaciones de piña son rociadas con los productos agroquímicos, aparecen dolores de cabeza, de estómago y alergias.
Al mismo tiempo, lamentó que “teníamos un camino que no era la gran cosa, pero era lo mejor de la zona, por lo menos no se embarrialaba nadie”, pero en los últimos dos años, desde que la zona empezó a ceder terreno dedicado a granos básicos al avance de la piña, el camino ‘se desbarató’ y ‘con miles costos lo hemos llegado a tener como está”.
Se trata de un camino a ratos de lastre, pero casi todo de barro arcilloso, bastante problemático cuando llueve. De hecho, Catón relató que en diciembre pasado “estuvimos como 15 días sin poder salir. Todo el trayecto estaba en tierra”. Ello afecta a negocios y fincas, pues impide la llegada de productos para la venta o insumos para la producción agrícola.
UNIVERSIDAD hizo un recorrido por esa y otras comunidades de la región gracias a un esfuerzo colaborativo con el programa Kioscos Socioambientales, de la Vicerrectoría de Acción Social (VAS) de la UCR.
El pasado 14 de junio autoridades del Centro de Investigaciones en Contaminación Ambiental (CICA), y de la Vicerrectoría de Investigación de la UCR, divulgaron los resultados de un estudio que reveló la presencia de plaguicidas en algunas fuentes de agua de los distritos de Pital, Aguas Zarcas, Venecia de San Carlos y el cantón de Río Cuarto, como consecuencia de la producción piñera en la zona.
FRUSTRACIÓN
Jorge Gálvez, también de esa asociación, expresó su frustración porque, según dijo, tanto las instituciones encargadas –desde autoridades ministeriales hasta la Municipalidad de San Carlos– como las mismas empresas “reconocen la faltas que habían hecho”, como “sembrar piña ocho meses antes de recibir la viabilidad ambiental, y aún así se la dan”.
Recordó que la Secretaría Técnica Nacional del Ambiente (Setena) llegó a emitir hasta tres resoluciones sobre las prácticas de la empresa Exportaciones Norteñas, sin que ello se traduzca en ningún tipo de medida que detenga los efectos negativos de los agroquímicos sobre la población y el ambiente, o el avance de la industria.
Dijo que el caso se tramita en el Departamento de Auditoría de Setena, pero “ahí no se mueve nada”, añadió que “el Ministerio de Salud no puede hacer nada, la Municipalidad de San Carlos no puede hacer nada, el Ministerio de Ambiente y Energía (Minae) nunca hizo nada”.
Informó, además, que el pasado 4 de enero se presentó una demanda en Tribunal Ambiental Administrativo (TAA), pero que el pasado 28 de abril revisó el expediente y “no se ha movido, hay denuncias de la Municipalidad de San Carlos, del Ministerio de Salud, de la Dirección de Aguas del Minae, del Sistema Nacional de Áreas de Conservación (Sinac) y la nuestra; están archivadas, no se habían movido hasta esa fecha”.
Respecto del descontento palpable con la inefectividad institucional y a lo aparentemente incontenible de la expansión piñera, este Semanario buscó coordinar con la oficina de prensa del Minae una entrevista a Celeste López, viceministra de Gestión Ambiental, una cartera creada por esta administración y que cobija a instituciones como Setena o el TAA.
Si bien se dijo que se esperaba que la funcionaria determinara en qué momento podía conceder la entrevista, al cierre de edición no se obtuvo respuesta alguna.
DESPLAZAMIENTO DE CULTIVOS
El último Informe del Estado de la Nación, publicado el año pasado, apunta que por un análisis de imágenes satelitales se encontró que a nivel nacional, entre el 2000 y 2015, se cambió el uso de suelo de unas 5.600 hectáreas, con el fin de dedicarlas al cultivo de piña.
Ese dato se basa en un estudio efectuado por el proyecto “Monitoreo de cambio de uso de la tierra en paisajes productivos vinculado a la tenencia” (Mocupp), el cual halló que entre esos años el área sembrada de piña pasó de 11.000 a 58.000 hectáreas, lo cual supera lo reportado por el Censo Agropecuario del 2014, que arrojó la cifra de 37.660 hectáreas.
El Informe añade se refiere al tema de la pérdida de cobertura forestal y apunta: “se sabe que en al menos 5.602 hectáreas, principalmente en la zona Norte, se cambió el uso del suelo para dedicarlo a esa actividad (la piña)”.
Moisés Salgado, de Kioscos Socioambientales, llamó la atención sobre el desplazamiento de cultivos que en otro momento fueron rentables para el país, pero “por el tema de comercio internacional dejan de serlo, son la naranja y la piña los que tienen que extenderse”.
Puntualizó que, según datos del Censo Agrícola del Instituto Nacional de Estadísticas y Censos (INEC), “se descompuso la producción de granos básicos, se dejó de producir 70% en maíz, 50% en frijol, 40% en arroz; y cultivos como la palma, la naranja o la piña suben un 1500%, de forma muy acelerada”.
En la zona, Kioscos Socioambientales trabaja en los proyectos denominados “Trabajo asalariado en piñeras de la zona Norte: acercamiento desde la cotidianidad de las comunidades de Medio Queso, Santa Fé en Los Chiles y La Guaria de Pocosol” y “Gestión organizativa comunitaria en localidades de los cantones de zona Norte-Norte: propuestas para enfrentar conflictos socioambientales presentes en sus territorios”.
Dijo que se ha detectado el desplazamiento de productores de madera, que tenían las fincas en pago de servicios ambientales y que empiezan lentamente a pasarse a piña. Es el caso según explicó de la empresa Piñas Cultivadas, originada a partir de la empresa Maderas Cultivables, que se dedicó a la producción de teca y melina; ahora la mitad de su finca está dedicada a la piña.
Salgado también describió cómo la deforestación que se da para abrir paso a la expansión piñera ha afectado cultivos en localidades como La Guaria de Pocosol y Medio Queso.
“En La Guaria hay gente que ha dejado de producir arroz y maíz, porque han encontrado hasta monos comiendo maíz, como han derribado el bosque no tienen dónde y empiezan a molestar. Igual el tema de aves, se quedan sin bosque y sin semillas, entonces empiezan a afectar la producción de arroz. Así se desplaza la producción como consecuencia socioambiental”, detalló.
Sumó a ello la acción ya documentada ampliamente de la llamada mosca de la piña, que afecta a personas y al ganado.
Sobre el papel que juegan las diversas instituciones, el investigador expresó que funcionarios de la zona del Sinac, el gestor ambiental de Los Chiles o la Setena “ofrecen un discurso muy uniforme, me han dicho que el cierre de una empresa genera más daños que mantenerla”.
Calificó como “risibles” las tres resoluciones de Setena contra Exportaciones Norteñas por los daños en las localidades de La Guaria y El Concho, ambas de Pocosol, pues “en la práctica” no tuvieron “ninguna consecuencia, la empresa siguó produciendo, le mandaron a hacer unos estudios de agua en puntos que tenían que ser definidos por la Dirección de Aguas, eso no se ha hecho y posiblemente no se va a hacer. No hay ninguna consecuencia por ello. El Estado agrede por omisión, por ausencia”.
“ESTAMOS ENCERRADOS”
Más al norte de Pocosol y a poco más de 17 kilómetros al sureste del centro del cantón de Los Chiles, la comunidad de Medio Queso mantiene su lucha interminable por la tenencia de la tierra y la posibilidad de sobrevivir en un sitio de difícil acceso, cercado por piñeras y por los naranjales de la empresa Tico Fruit.
Yessenia Barraza, dirigente de la comunidad, vive en el sitio desde que se ocuparon las tierras ociosas, por entonces pertenecientes a la empresa Naranjales Holandeses, en abril del 2011, “desde el momento que empezamos a vivir toda la situación durísima de violencia, la sufrimos todos y la sufrí yo con mis hijos”.
Relató que “después de una lucha tan larga”, en el 2015 se empezó a regularizar la situación, cuando a través del Instituto de Desarrollo Rural (Inder) se hizo la compra de la finca, “sin embargo la tranquilidad del todo no ha llegado”.
Ello por cuanto algunas familias no cumplieron con todos los requisitos solicitados por la institución para ser beneficiarias de la asignación de tierra. “La mayoría eran mujeres, decíamos que hay discriminación hacia las mujeres, después de que se apela, clasifican unas 22 personas, quedan 18 familias que aún no clasifican por una cantidad de documentos que pide el Inder, que al inicio no pedía”, aseveró.
Dijo que en la comunidad subsisten unas 103 familias, de las cuales unas 47 están “en el aire, sin nada todavía”, en cuanto a contar con un terreno propio.
Sobre la llegada de la expansión piñera, Barraza aseveró que “estamos rodeados” y puntualizó la afectación que se da en la localidad de El Toro de Medio Queso. “Estamos encerrados”, insistió, y señaló que “todo el tiempo están regando químicos de un tipo u otro, el agua está súper contaminada, tras de eso también estamos rodeados de naranja, que también usa químicos”.
Dijo que ello incide en afectaciones con niños y niñas enfermos con brotes de “ronchas extrañas, cuando van al Ebais lo que sale es que están siendo afectados por algún tipo de químico que en realidad no es que nosotros reguemos en los cultivos de nosotros, sino que salen de la piña. Sobre todo las parcelas más pegadas a la piñera”.
Bruna Hurtado es una de las jefas de hogar que enfrenta la situación de inseguridad jurídica respecto del terreno –de 60×20 metros– en el que habita con su familia. “No podemos sembrar mucho, unas matitas de maíz, de yuca, solo para los gastos de aquí. Tengo la pensión de mis niñas y el carajillo trabaja en Tico Fruit en cosecha de naranja”, relató.
Ante la pregunta de si siente temor de que la piñera logre expulsarla a ella y sus vecinos del asentamiento, respondió “claro que sí”, porque “ahora viene la cañera de otro lado, estamos rodeados, no tenemos salida para ningún lado. Más adelante está la naranjera, no tenemos terreno, todo es piñera, caña, naranja”.
MANO DE OBRA EXTRANJERA
Si se sigue el avance de la expansión piñera hacia la frontera desde Medio Queso, a unos 10 kilómetros se alcanza la comunidad de Santa Fe de los Chiles, ubicada a unos 5 kilómetros de la frontera.
Allí, Róger Altamirano, agricultor y líder comunal, detalló que la totalidad de los habitantes propios de la comunidad puede alcanzar unos 200, pero “debido a la traída de peones extranjeros por piñeras y naranjeras, tal vez en el pueblo ahorita puedan haber unas 700 personas”.
Tras aseverar que un 75% de las tierras en esa zona son dedicadas a la producción de piña, puntualizó que la mano de obra utilizada es en un 80% extranjera y sentenció que los beneficios que recibe la comunidad son “se puede decir que nada, a las comunidades la ayuda que llega es mínima”.
“Tómese en cuenta –continuó– que cuando ellos dicen que arreglan un camino, están arreglando lo que desbarataron”, a lo cual sumó “el impacto ambiental que le causan a ríos, caños, nacientes y a la misma carretera que contaminan con tierra y sedimentación, el uso de agroquímicos y la erosión”.
Dijo que la destrucción de caminos le imposibilita el acceso a un terreno que tiene para producir. “Tengo dos años de que no puedo sembrar una mata, porque tanto la piñera como Tico Fruit me desbaratan una zona de acceso, que le corresponde a la Municipalidad y nadie vela por eso, a todo el mundo le he pegado el grito y todo el mundo se hace el sordo”.
Trabajar en la piña
En el sector conocido como La Trocha, ya dentro de la milla fronteriza, es donde la expansión piñera finalmente se detiene, al topar con la frontera con Nicaragua.
Allí, UNIVERSIDAD pudo comprobar la facilidad ridícula con que se puede cruzar la frontera y cómo “chapulines” llegan a recoger a trabajadores agrícolas para internarlos en territorio costarricense.
En ese sector se entrevistó a José Santos Pérez, quien laboró entre el 2016 y 2018 en la piña y forma parte del Sindicato de Trabajadores del Sector Privado (Sitrasep).
Santos relató que antes de que se estableciera el sindicato, los trabajadores tenían que comprar al patrón guantes, mangas, el overol y lentes de protección; mientras que la hora laboral se pagaba a ₡1.000 y se trabajaba de 6 a.m. a 2 p.m. No se pagaban horas extra, ni vacaciones o aguinaldo.
“Cuando el sindicato entra, se mejoró la situación”, sostuvo, pues según relató en el 2016 se luchó por que se reconociera el derecho al aguinaldo y vacaciones y ya el año pasado se dio el primer pago aguinaldo, aunque “no completo como la ley indica”.
Sin embargo, denunció que los trabajadores reciben un solo par de guantes, lo cual significa que deben utilizar toda la semana y lavarlos durante el fin de semana, pero a veces no se secan a tiempo por lo que su uso incide en malos olores y la aparición de unas llagas en las manos atribuibles a algún hongo, las cuales mostró.
Relató además que este mismo año se llevó a cabo una huelga de ocho días, para pedir aumento salarial, “se logró, pero nos corrieron a todos”.