País Ministra de la Condición de la Mujer Patricia Mora

“Estoy segura de que la norma terapéutica se va a firmar porque fue lo que me hizo aceptar el cargo”

El 26 de abril del 2018, el presidente de la República, Carlos Alvarado, presentó su gabinete.

El 26 de abril del 2018, el presidente de la República, Carlos Alvarado, presentó su gabinete. Entre esas primeras 30 personas, resonó sorpresivamente el nombre de Patricia Mora, la exdiputada frenteamplista.

Su presencia, esa noche, fue la carta de Alvarado que nadie o pocos pudieron anticipar. Ahora, más de 100 días después, y luego de haber asumido como ministra de la Condición de la Mujer y presidenta Ejecutiva del Instituto Nacional de la Mujer (Inamu), Mora habla de sus primeros meses en este cargo.

Ante los 14 femicidios que, según la Subcomisión Interinstitucional de Prevención del Femicidio y Fiscalía Adjunta de Género del Poder Judicial, se registran al 8 de agosto, la situación posiciona a Mora como una de las jerarcas idóneas para referirse a la violencia contra las mujeres.

En entrevista con UNIVERSIDAD, la ministra habla de una sociedad que “naturaliza” la violencia contra las mujeres y que tiene una deuda histórica con las mismas. Además, hace un repaso por tareas pendientes que tendrá la nueva administración, como regular y penalizar el acoso callejero, y reducir la desigualdad y el –acoso político.

No deja de lado la mención de la responsabilidad que asumió el Gobierno del Bicentenario de firmar la norma terapéutica. En palabras suyas, una de las pocas coincidencias por las que aceptó ser parte del Gobierno de Unidad fue bajo la promesa del presidente de la República de “no retroceder” en el reconocimiento de los derechos de las mujeres.


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Tenés el caso de la mujer que llega y todavía no tiene ningún golpe, y el funcionario le pregunta que por qué denuncia, que le enseñé los moretones. Eso es como diciendo: “No no, si sólo fueron gritos, ¿para qué viene usted aquí a perder el tiempo?” Esa actitud o esa tendencia a naturalizar la violencia termina instalándola”.

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Hemos tenido la mitad de un año con casos que lamentar por violencia contra las mujeres; entre ellos, el caso de dos turistas cuya noticia saltó a medios internacionales. Se cuestionó que la oleada de indignación que desató las dos extranjeras fue mucho mayor que los casos nacionales que han ocurrido. ¿Qué opina de ello?

–Efectivamente, hay una deformación en la manera que se está observando la realidad de nuestro país. Más allá de la preocupación que en algún momento se manifestó porque esto iba a afectar la imagen de nuestro país en el extranjero, nadie quiere que en este país la industria del turismo, que para nosotros es central, se vea afectada. Aquí lo que hay en el fondo es la constatación de que sentís en el aire, a ratos, una saña contra el cuerpo de las mujeres.

Es la expresión de una masculinidad tóxica que pareciera que se autosatisface saciando una saña contra nuestros cuerpos. Son los cuerpos de las mujeres los que hoy están en la mira. Es que esto es una arremetida planetaria. Hay un discurso dominante que te hace sentir que no sos dueña de tu cuerpo, sino que sobre tu cuerpo deciden otros que siempre son varones

Días después del caso de las extranjeras, el Gobierno presentó un decreto que declara de interés nacional la violencia de la mujer, al tiempo que incluye 40 acciones para trabajar la problemática. ¿Cómo funcionará eso?

–Con este decreto vamos a apostar a la prevención primaria, a la detección primaria, a trabajar con los niños desde la primera infancia. Son unos programas en los que está comprometido el Ministerio de Educación Pública (MEP) junto con el Inamu.

El país no puede seguir, no puede aceptar el porcentaje enorme de desestimaciones que hay de denuncias que se dan, precisamente, por la ley de penalización de la violencia contra las mujeres. Ellas van y ponen la denuncia, pero se encuentra demasiadas trabas; por ejemplo, que se les someta a un interrogatorio que las revictimiza. Nosotros vamos a afinar, a trabajar con las funcionarias y los funcionarios judiciales, entre otras acciones.

Tras asumir como presidenta del Inamu, Mora enfatizó en que luchará contra la desigualdad y la discriminación salarial de las mujeres

Cómo estamos en el tema de la legislación. Ha habido esfuerzos o cambios, pero ¿cuál es el vacío que existe ahí?

–Entre los propósitos prioritarios que están nombradas en el decreto, ya ahí hay dos que tienen que ver con afinar mecanismos como la Ley de Penalización Contra las Mujeres o la Penalización de Relaciones Impropias. Nosotros tenemos tareas pendientes, como regular y penalizar el acoso callejero, el acoso político. Llegan 100 mujeres a denunciar, pero a 87 se les desestima la denuncia. No es falta de legislación, es falta de voluntad.

Pareciera que sigue siendo común el que las mujeres se acerquen a denunciar pero les pongan en duda la credibilidad de los hechos. ¿Qué es lo afecta?

–En primer lugar, vivimos en una sociedad que naturaliza la violencia hacia las mujeres. Tenés el caso de la mujer que llega y todavía no tiene ningún golpe, y el funcionario le pregunta que por qué denuncia, que le enseñé los moretones. Eso es como diciendo: “No no, si sólo fueron gritos, ¿para qué viene usted aquí a perder el tiempo?” Esa actitud o esa tendencia a naturalizar la violencia termina instalándola.

La violencia hacia las mujeres tiene mucho morbo alrededor. Lo primero que le pasa por la mente a la gente es: ¿qué hizo esa mujer para merecerse eso? Vos vas a Puerto Jiménez, por ejemplo, y oís a unas mujeres culpabilizándose entre ellas y nosotras diciéndoles: “Pero es que aquí lo que a usted no le pueda pasar por la cabeza es que usted sea culpable de algo”.

Hay un lugar en el que se está fallando. ¿Hay claridad al respecto? Las mujeres son agredidas y se acercan a los lugares donde cree que podrían tener ayuda y el sistema no la ofrece del todo ¿Quién ha fallado ahí?

–Eso es un lastre que tenemos como sociedad. Más allá de señalar culpables, esto es un lastre, es un atraso cultural. Es una mácula en un país que se ha considerado defensor de los derechos humanos. El país más pacífico del planeta, donde somos pura vida.

Resulta que los funcionarios del Poder Judicial me dijeron que, en el día de las madres, se recibieron aproximadamente 400 llamadas, cuando  el promedio de las llamadas que se reciben son 285. Tenemos que revisar desde la raíz porque la llamada al 9-1-1 es el síntoma de un mal muy profundo, que tiene raíces estructurales en el sistema.

Más allá de fallar, es una institucionalidad que no da abasto, que le queda debiendo a las mujeres. Con las mujeres la sociedad tiene una deuda histórica. Se nos han negado nuestros derechos: los políticos, los de nuestro cuerpo, los patrimoniales; todos se nos han negado. Es decir, es una sociedad construida desde una base que discrimina absolutamente a la mujer. Entonces, todo el aparataje está montado sobre eso. Es un aparataje que hay que deconstruir; son masculinidades que hay que deconstruir. Eso no es tarea de un año o de una sola institución. Es tarea de esta institución a la que represento, y el decreto que hace poco firmamos lo está impulsando el Inamu y será fiscalizado por nosotros.

¿En qué lugar ha estado la institucionalidad en la atención de la violencia contra la mujer?

–Ha estado relegado. Por eso hablo de una deuda histórica. Es decir, el gozar de una sociedad de iguales derechos a los valores en todos los campos de la actividad humana ha sido relegado. Cada uno de los pequeños pasos que se han dado en la conquista de derechos es el fruto de un trabajo titánito y paciente de mujeres en este país. Por supuesto, esto no es una guerra acompañada de sectores, pero está encabezado por mujeres que han luchado por el voto, por el derecho a una píldora anticonceptiva.

Lo que hace falta es que se firme una norma que está requeterevisada, que no amplía absolutamente en nada el artículo 121 del Código Penal. Es decir, es hacer viable lo que ese artículo del Código Penal establece. Aquí estamos violentando la institucionalidad democrática. No lo hacemos porque resulta que llega una mujer al hospital, el médico le dice que tiene temor, que eso no está normado, protocolizado, que no interrumpe el embarazo.

El país se está jugando una acusación ante las instancias internacionales. El país está acusado por dos mujeres. Ellas, en un gesto de cordialidad, ante la promesa de que se iba a firmar la norma en el Gobierno anterior, retuvieron la demanda y resulta que no se cumplió.

Ha manifestado que uno de los temas prioritarios como ministra de la Condición de la Mujer es la firma de la norma terapéutica. Este ha desatado polémica por las declaraciones del presidente Alvarado, quien dijo que la firma de la norma no era prioridad por el momento. ¿Cómo tomó estas declaraciones?

–Bueno, él reconoció que el principal error que cometió en estos 100 días es la manera en cómo ha tratado, en términos generales, el abordaje que se le ha dado a lo de la firma.

¿Lo consideró usted así desde un principio?

–Es decir, insisto en que, en relación con don Carlos Alvarado, quiero tener la confianza en la palabra que él empeñó en las elecciones. Él sabe que hubo un importante y aplastante número de votantes en las elecciones y, entre ellos, mujeres que, sin ser de su partido, fuimos a votar por él porque ofreció una agenda de derechos humanos y de igualdad para las mujeres. Yo estoy totalmente segura de que él va a cumplir.


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Lo que pide Patricia Mora, en condición de presidenta del Inamu, es que se firme la norma que hace viable el artículo 121 del Código Penal porque tiene, que sé yo, 50 años de estar vigente, y resulta que no se aplica porque el cuerpo médico y los servicios médicos tienen temores, alegan otro tipo de objeciones y señalan una cosa cierta: para interrumpir un embarazo, cuando la vida de la madre corre peligro o cuando su salud mental corre peligro, se requiere la promulgación de la norma”.

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¿Pero se valió decir que no era una prioridad ahorita?

–No, creo que fue muy desafortunado. Él reconoce que ha sido desafortunada la manera en cómo ha respondido ante unas exigencias legislativas legítimas de las mujeres de este país.

¿Tiene usted seguridad de que se firmará la norma terapéutica?

–Personalmente, estoy segura de que es norma se va a firmar porque fue, entre otras cosas, el tener esa seguridad lo que me hizo aceptar ese cargo, y yo sí tengo un compromiso con las mujeres de este país e, insisto, fundamentalmente con las mujeres jóvenes. Yo, porque sé lo que es tener un compromiso, sé que el señor presidente de la República va a honrar ese compromiso que adquirió.

¿Cuánto tiempo sería prudente para que el presidente firme la norma técnica?

–Esperaría que en este año…

¿Generaría molestia si no pasa este año?

–Sí. Hay un compromiso del señor presidente, es cierto. La prensa ha publicado el acuerdo con don Rodolfo, que es no ir más allá. Pero es que no estamos yendo más allá; don Rodolfo tiene que saberlo porque él es muy buen abogado. Lo que pide Patricia Mora, en condición de presidenta del Inamu, es que se firme la norma que hace viable el artículo 121 del Código Penal porque tiene, que sé yo, 50 años de estar vigente, y resulta que no se aplica porque el cuerpo médico y los servicios médicos tienen temores, alegan otro tipo de objeciones y señalan una cosa cierta: para interrumpir un embarazo, cuando la vida de la madre corre peligro o cuando su salud mental corre peligro, se requiere la promulgación de la norma.

¿Habrá posibilidad de que el presidente retome la confianza de los sectores o grupos feministas y activistas que le han refutado sus declaraciones, apenas empezando la administración?

–Está en las manos de él recuperar o retener la confianza que enormes sectores de la ciudadanía costarricense le dieron. Fuimos una ciudadanía que entendió que necesitábamos unirnos por encima de otras agendas. En mi caso, creo que es esta la única agenda que comparto con el actual Gobierno. Yo no comparto la agenda económica.

¿Considera que ha habido un fortalecimiento de los grupos de mujeres en el país que reclaman sus derechos? ¿Qué sensación le deja?

–Hay muchos grupos de mujeres jóvenes que están diciendo: “Un momento, aquí ya no van a jugar con nosotras. Lo hicieron con nuestras bisabuelas, mamás, tías y vecinas, pero ya no más”. Creo que eso abre unas enormes expectativas para nuestro país, y nos llena de confianza.

Por ejemplo, allá en los Chiles, un grupo de mujeres con las que me reuní me hablaban de cómo defienden lo suyo, de cómo no van a permitir que las sigan agrediendo o quedarse calladas. Creo que es un enorme despertar del empoderamiento, del amor por nosotras mismas.

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