País Encuesta CIEP-Universidad a cinco meses de las elecciones

En este momento, nadie

Ya se sabía de un grupo mayoritario entre indeciso y apático, pero este estudio revela que ese bloque esté firme.

Ni el arranque oficial de la campaña, ni el enojo, ni la definición de candidaturas legislativas, ni los debates, ni el inicio de publicidad pagada con dinero susceptible a reembolso estatal, ni el incremento de noticias sobre el proceso electoral. Nada logra reducir el grupo de electores costarricenses alejados de cualquier preferencia política en la competencia a cinco meses de las elecciones de febrero del 2018.

El ambiente electoral se mantiene anclado en la incertidumbre; nada de lo ocurrido en los últimos dos meses cambió de manera significativa la indecisión o la apatía que ya mostraba la encuesta de agosto del Centro de Investigación y Estudios Políticos (CIEP) y Semanario UNIVERSIDAD. Los partidos no lo están logrando.

El informe más reciente, basado en 1.029 entrevistas realizadas por teléfono celular en entre el 3 y el 12 de octubre, muestra que dos de cada tres electores carecen en este momento de simpatía por un partido o un candidato. Algunos porque dudan de votar y otros porque, aún dispuestos a acudir a las urnas, no saben aún a quién apoyar.

El 58% de la población votaría, pero dentro de este grupo dominan los que están indecisos, que son cuatro de cada diez.

Visto desde el otro ángulo, solo un tercio de la población expresa alguna preferencia por alguno de los trece candidatos presidenciales. Esta una cuota de electores muy similar a la que se mantenía distante de simpatías partidarias en agosto. Es decir, casi nada ha cambiado en dos meses a pesar de una intensa actividad de los partidos políticos.

Los indecisos parecen ser un núcleo duro.

El cuadro electoral es comparable con un campo de árboles donde la mayoría de frutas están demasiado altas para la estatura de los partidos empequeñecidos y esto hace que intenten disputarse las que ya están en las canastas de otros rivales.

Mejor le va al Tribunal Supremo de Elecciones (TSE), pues 53% de la población dice que confía “mucho” en la imparcialidad del organismo y solo un 13% responde “nada”.

DESANTI ENCABEZA Y CAE; JUAN DIEGO SUBE

Si la elección fuera hoy, nadie alcanzaría el mínimo necesario para triunfar en primera vuelta. Ningún ejercicio aritmético depara un candidato triunfador el 4 de febrero, ni siquiera excluyendo a todos los posibles abstencionistas e indecisos.

El candidato del Partido Liberación Nacional (PLN), Antonio Álvarez Desanti, posee aún el mayor apoyo, pero con menos contundencia que hace dos meses, pues en agosto tenía al 25,2% de los decididos a votar, y ahora al 19,6%. Esto equivale a la mitad de los indecisos, que son el único grupo que supera al 40% necesario para ganar en primera vuelta, irónicamente.

En segundo lugar aparece ahora el candidato del Partido Integración Nacional (PIN), Juan Diego Castro, quien duplica el apoyo que recibía en agosto. Pasó de un 5,8% de los decididos a votar a un 12,6%. Es decir, ganó una cuota de respaldo casi igual a la que perdió Álvarez Desanti.

Rodolfo Piza, del Partido Unidad Social Cristiana (PUSC), se mantuvo con un 11% de los decididos a votar, mientras que Carlos Alvarado (Partido Acción Ciudadana, PAC) tenía un 8% hace dos meses y bajó a un 6,3% en esta última encuesta.

La diferencia entre estas dos últimas cifras de Alvarado está dentro del margen de error del estudio de opinión, que ronda el 3%, por lo que estadísticamente no debería leerse como un retroceso, sino como un estancamiento. No obstante, en la competencia Alvarado sí sale perjudicado, pues antes estaba de tercero y ahora lo superan Álvarez, Piza y Castro.

En quinto lugar se asoma el veterano candidato Otto Guevara (Movimiento Libertario), con solo 3,2% de los decididos a votar. El resto de aspirantes presidenciales aparecen con cuotas de respaldo inferiores al margen de error.

Los resultados de la encuesta CIEP-UNIVERSIDAD revelan que los pocos cambios registrados en estos dos meses se presentan en las poblaciones que ya habían manifestado su posición en favor de uno u otro aspirante. Es decir, dentro de un tercio del electorado.

LA INFIDELIDAD

El creciente desapego de los ciudadanos a los partidos ya había propiciado -en 2014-  que un grupo cambiara su preferencia electoral una o más veces antes de las elecciones. Por lo visto en esos comicios y las señales en las encuestas hasta ahora, es posible que en esta ocasión también sea considerable la cantidad de swingers políticos.

En cambio, parece duro el bloque de los decididos a votar pero indecisos (23% de la muestra total) y los que manifiestan la posibilidad de abstenerse de votar (42%). Todos suman un 65% de la muestra; es decir, dos terceras partes están fuera del alcance de las agrupaciones políticas.

Las entrevistas para esta encuesta se realizaron durante los días en que más información se difundió por la prensa y las redes sociales sobre la trama de influencias políticas alrededor del negocio de importación del cemento chino, un caso que ha provocado cuestionamientos sobre el Gobierno y sobre en la mayoría de los partidos políticos representados actualmente en la Asamblea Legislativa.

El estudio refleja también una escalada en las opiniones sobre que la corrupción es el principal problema nacional. El 15,4% de la población lo considera el mayor lastre del país (el punto más alto en todo este gobierno), empatado técnicamente con el desempleo, que señaló el 17,24% de la muestra. Dos meses atrás, la corrupción aparecía en el cuarto lugar de los problemas nacionales, con el 9% de las respuestas.

Aunque nada prueba una relación directa entre la imagen del Gobierno y las posibilidades del candidato oficialista, también es un dato que suele ser relevante. El comparativo entre estos dos meses indica que se desinfló el ritmo apoyo a la gestión de Luis Guillermo Solís, y ahora son poblaciones casi iguales las que lo aplauden o lo repudian.

Las valoraciones positivas del Gobierno venían creciendo desde 2016, pero este informe manifiesta un estancamiento en 38% de la muestra, mientras que las opiniones negativas venían decreciendo, y en estos dos meses quedaron en 32%.

Las respuestas de los entrevistados a preguntas sobre el rumbo del país y la situación económica también expresan un deterioro leve, pero los porcentajes de aprobación siguen siendo muy superiores a los que tenía la presidenta Laura Chinchilla a este momento de su cuatrienio, a cinco meses de las elecciones nacionales.

LAS PERSPECTIVAS

Las características predominantes entre los indecisos deberían dar esperanza a los candidatos, pues sobresalen las mujeres (que suelen ser menos abstencionistas que los varones), las personas que dicen estar orgullosas del sistema político costarricense y quienes creen que los políticos sí escuchan las demandas ciudadanas. También predominan los jóvenes y adultos jóvenes, y personas con educación secundaria.

Por algo este segmento de la población dice estar segura de querer votar. El problema es que hasta el momento no encuentran por quién hacerlo. Nadie lo satisface de momento.

Un poco distinto es el cuadro de los simpatizantes de Álvarez Desanti, que también atrae más a mujeres que a hombres y a personas orgullosas del sistema político, aunque encuentra mejor aceptación en mayores de 55 años y personas con educación primaria.

La población que más favorece a Juan Diego Castro se diferencia más. Su apoyo proviene de los hombres, quienes duplican el procedente de las mujeres. Además lo respaldan mejor los adultos, la población menos educada, los que no expresan orgullo alguno por el sistema político y quienes creen que los políticos no escuchan al pueblo.

Las simpatías que recoge Rodolfo Piza también proceden en su mayoría de hombres, adultos y gente insatisfecha con el sistema político, pero ahora se distingue en que atrae a personas con educación universitaria y creyentes en la capacidad de escucha de los políticos.

El cuadro de los simpatizantes de Piza se parece ahora más al de Carlos Alvarado, con la excepción del apoyo al sistema político, pues los seguidores del PAC sí muestran una mayor satisfacción.

El perfil de los seguidores de Piza y del candidato oficialista es diferente al de hace dos meses, lo que podría ser un indicio más de que los electores podrían estar “cambiándose de canasto”.

Alvarado estaba posicionado de manera favorable entre jóvenes y adultos jóvenes, pero ahora estos representan un menor peso. Además, ha crecido la proporción masculina de sus seguidores.

Las oportunidades de crecimiento son, por supuesto, accesibles para todos, pero las probabilidades podrían favorecer más a unos, tanto por la posibilidad de darse a conocer como de mejorar la valoración que recibe del pueblo.

Los más conocidos son Otto Guevara, Antonio Álvarez, Rodolfo Piza y Juan Diego Castro, en ese orden.

Sin embargo, la manera en que los electores los califican tiene un orden completamente invertido.

Es decir, Castro sale mejor calificado, con nota de 6,5, mientras Guevara sería el peor, con menos de 5.

Llama la atención la buena nota que obtiene Fabricio Alvarado, diputado por el partido Restauración Nacional y candidato presidencial. Aunque lo conoce menos de la mitad  de la muestra, aparece como segundo mejor calificado, solo superado por Castro.

Los siguen Rodolfo Piza y Rodolfo Hernández (candidato de Partido Republicano Socialcristiano, PRS), casi igualados, y después Mario Redondo, diputado y candidato del partido Alianza Demócrata Cristiana (ADC).

Castro, Alvarado, Piza, Hernández y Redondo coinciden en posiciones políticas cercanas a sus creencias religiosas cristianas, sea católicos o evangélicos, lo cual coincide con el perfil conservador que encuestas anteriores han elaborado sobre el electorado nacional.

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