País

En deuda

En Fonatel, el funcionario que debe supervisar el cumplimiento de este importante objetivo, lejos de cuestionar la eficacia obtenida por las telefónicas, justificó sus fallos.

El analfabetismo fue, durante el siglo pasado, uno de los mayores desafíos del país. Lograr que las personas más humildes aprendieran a leer y escribir fue un salto hacia el futuro. Desde esa plataforma cultural logramos adaptarnos a muchos cambios sociales mejorar y transformar nuestra economía y nuestra calidad de vida.

En este presente del 2017, la tecnología ha transformado radicalmente el planeta, la cultura y la forma en que nos relacionamos. El mundo físico dejó de ser el único espacio posible y convive con un espacio digital cada vez más omnipresente.

El universo digital es dominante, creciente y se extiende desde las transacciones comerciales hasta las relaciones familiares y sociales.

Las tecnologías de la información y la comunicación (TICs) nos ofrecen acceso instantáneo -y relativamente barato-a información, servicios, educación, entretenimiento, comunicación y entrenamiento.

En internet hay tutoriales que guían a quienes los consultan por disciplinas tan diversas como el álgebra lineal, la manufactura automotriz, o la escritura del chino simplificado.

Pero la utopía tecnológica llegó cargada de pasado y el nuevo desafío es ahora superar la brecha digital. Acortar la desigualdad entre quienes acceden a la tecnología como parte de su rutina diaria y aquellos que tienen vetada la llegada a estos nuevos conocimientos.

Los principales centros de pensamiento en el mundo coinciden en que es imperativo y especialmente estratégico para mejorar la equidad que la Internet y las tecnologías llegue hasta las poblaciones más pobres.

Son las personas que participan en menor medida de la distribución de la riqueza las que más necesitan de la TICs. Y de manera especial los niños y adolescentes, quienes deberían ser por derecho cronológico nativos digitales.

El acceso alas TICs multiplicaría sus oportunidades, ampliaría su cosmovisión, los capacitaría y les permitiría participar de una manera más plena de sus derechos ciudadanos.

Precisamente ese era objetivo del Fondo Nacional de las Telecomunicaciones (Fonatel) cuando -en 2013-lanzó “Comunidades conectadas”,una licitación pública para que las empresas de telecomunicaciones del país idearan una solución de ingeniería que permitiera llevar Internet de banda ancha a cinco de los cantones más pobres de Costa Rica.

No era una solución sencilla, ni rentable. Era sí una necesitad país. La idea era dotar a 485 escuelas y colegios públicos de acceso al presente y al futuro.

Por eso no se planteó como un negocio, sino como un proyecto subvencionado por el Fonatel, donde la comunidad costarricense tiene reservados ¢164.911 millones (unos $287 millones).

No se trataba de escuelas urbanas, sino de centros educativos rurales, ubicados en la periferia cantonal de Sarapiquí, Guatuso, Los Chiles, San Carlos y Upala.

Sitios con los más bajos índices de desarrollo humano del país, lugares hasta donde solo es posible llegar en lancha, en donde a veces no hay fluido eléctrico, ni caminos, ni agua potable.

Escuelas y colegios en donde estudian los hijos de los peones rurales, allí donde el año pasado, una niña de 12 años le dijo a su maestra que “se quería juntar porque, ¿para qué seguir estudiando?”

Bajo estas condiciones y con un presupuesto sólido, que ronda los $14 millones de dinero público, dos empresas aceptaron el desafío y firmaron contratos.

Una investigación de UNIVERSIDAD revela ahora que, cuatro años después, la mitad del dinero previsto para el proyecto ya se le pagó a las telefónicas pero, a pesar de eso, el 45% de esos centros educativos no recibió el servicio contratado y esos estudiantes y sus maestros, aún continúan desconectados de la red.

En Fonatel, el funcionario comisionado por la comunidad para supervisar el cumplimiento de este importante objetivo, lejos de cuestionar la eficacia obtenida por las telefónicas en concretar los objetivos de la contratación, justifica sus fallos y descarga la responsabilidad en los tropiezos administrativos del Estado.

En medio o al final de esta penosa trama queda un puñado de niños y adolescentes junto a sus maestros, quedan allí olvidados en unas modestísimas escuelas de frontera, desconectados del Internet que les prometieron, de las oportunidades del presente ylamentable e injustamente, desconectados del acceso a un futuro más equitativo.

Director de UNIVERSIDAD

Vea la investigación en las siguientes notas:

Desconectados del presente
https://semanariouniversidad.com/pais/desconectados-del-presente/

‘Nadie está obligado a lo imposible’
https://semanariouniversidad.com/pais/nadie-esta-obligado-lo-imposible/

Las falsas expectativas y las lecciones aprendidas
https://semanariouniversidad.com/pais/las-falsas-expectativas-las-lecciones-aprendidas/

Ingeniárselas sin internet
https://semanariouniversidad.com/pais/ingeniarselas-sin-internet/

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