País Erika Villavicencio, doctora en salud ocupacional

En América Latina se premia la adicción al trabajo

Esta profesional de salud ocupacional afirma que “venimos de culturas en las que se premia esta adicción y se ha identificado que entre más tiempo pasemos en el trabajo, se piensa que somos mejores colaboradores”.

Erika Villavicencio, coordinadora de salud ocupacional en la Facultad de Psicología de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), analiza en esta entrevista las consecuencias del exceso de trabajo, en momentos en que Costa Rica tiene la mirada puesta en reformar sus leyes para permitir las jornadas de 12 horas.

Con más de 20 años de ser profesora de la UNAM, al tiempo que también ha trabajado en el ámbito privado por medio de la firma de consultoría “DserOrganizacional”, que asesora a las empresas mexicanas sobre las buenas prácticas laborales, Villavicencio, doctora en salud ocupacional, puntualiza cómo ciertos procedimientos conllevan al “síndrome de burnout” o trabajador quemado, que tanto afecta a los trabajadores en América Latina.

“Esos son los paradigmas que han dañado y que han alejado a los países latinoamericanos de resultados positivos. Las buenas prácticas de los grandes corporativos, sobre todo en Europa y Estados Unidos, nos indican que no necesariamente el número de horas se atribuye a los resultados”.

Sobre la necesidad de instaurar prácticas inteligentes y responsables en el campo laboral, así como el fomentar los descansos necesarios para evitar una serie de padecimientos emocionales y físicos, Villavicencio conversó desde México con UNIVERSIDAD.

¿Existe en América Latina la preocupación por la adicción al trabajo?

—Es un tema particular en culturas latinas, porque creo que está mal conceptualizada la adicción al trabajo. Venimos de culturas en las que se premia esta adicción y se ha identificado que entre más tiempo pasemos en el trabajo, se piensa que somos mejores colaboradores. No obstante, cuando lo vemos en un ambiente laboral tóxico,  hace que ese compromiso se desvirtúe y, por ende, tenemos trabajadores que sufren trastornos ocupacionales, porque no llegan a un balance de vida, porque tienen sobrecargas de trabajo, porque creen que es el camino para un ascenso laboral.

¿Son cómplices las organizaciones de este tipo de situaciones?

—Son maquiavélicas, porque les conviene tener a trabajadores que dan ese extra, pensando que es una manera de ahorrarse otros puestos de trabajos o hacer diferentes actividades. Creo que no están conscientes y no han hecho mediciones de todo en lo que les repercute. Y no solo es que el trabajador se enferme, porque después de tiempos prolongados con esas cargas, el no desconectarse los fines de semana, o jornadas de trabajo con más de 12 horas, etc., etc., vienen las consecuencias, y tenemos gente con ausentismo, porque empieza a deteriorarse su salud física y mental, con problemas interpersonales, porque la ausencia de un papá, o de una pareja, o del rol en otros grupos trae una repercusión y tarde o temprano tendrá que pedir permiso en la oficina para atender aquellos ámbitos que ha descuidado.

En Costa Rica trabajadores de la Universidad de Costa Rica protestaron ante el Congreso por mejores condiciones de trabajo. (Foto: Kattya Alvarado, archivo Universidad)

¿Qué relación hay entre la adicción al trabajo y el síndrome del burnout o trabajador quemado?

—Sí, hay una relación directamente proporcional. Desde el ámbito estadístico hemos hecho varios estudios y evidentemente tenemos a aquel colaborador que está catalogado como un adicto al trabajo. Entre las características que posee, es alguien que pasa tiempos prolongados haciendo actividades del trabajo, pero no necesariamente obteniendo buenos resultados en cuanto a productividad y eso hay que subrayarlo para los empleadores. No por tener adictos al trabajo voy a tener mejores resultados y mucho menos si estos empiezan a deteriorar su salud física y emocional.

Y ello viene asociado con otros trastornos, como el estrés y de ahí pasamos al estrés crónico, o bien el síndrome del burnout, que son estas sobrecargas a las que exponemos a los trabajadores, o la poca oportunidad de reponerse los fines de semana.

La recuperación de un trabajador que experimenta el burnout, ¿qué tan compleja es?

—Hablando estrictamente del burnout, cuando todavía está en la fase uno, puede ser que con distanciarse un período del trabajo, como el vacacional o los fines de semana largos y tengan oportunidad de hacer otras cosas y balance de vida, ello ayude a combatirlo.

El problema es que en los países latinoamericanos sabemos que tenemos menos días de vacaciones que en otras naciones y también somos de los países en los que más horas se trabaja, entre ellos mi país México, que encabeza esa lista de los que más horas dedican a la producción.

El problema es que nos dedicamos tanto al trabajo con escasos períodos de recuperación, que eso no permite que esa distancia para el descanso nos pueda traer beneficios.

Hay tantos factores negativos que estamos enfrentando como estrés económico, pocas oportunidades de empleo, salarios bajos, estilos de liderazgo negativos y muchos elementos de las culturas de trabajo, que no es suficiente con un descanso de un fin de semana, porque sigue el proceso de estrés y preocupación, y parece que no tengo una desconexión que hace que haga que mi organismo equilibre todas las partes de los neurotransmisores de alerta que estoy viviendo con la parte laboral. Entonces, cuando es así vamos haciendo una bola de nieve cada vez más y más grande, hasta que llega el momento que nos incapacita, y es cuando se llega a una etapa tres o cuatro, lo cual es un dato alarmante.

¿Existe una idea equívoca en pensar en que el trabajador entre más tiempo pase en su organización, es más productivo?

—Sí, esos son los paradigmas que han dañado y que han alejado a los países latinoamericanos de resultados positivos. Las buenas prácticas de los grandes corporativos, sobre todo en Europa y Estados Unidos, nos indican que no necesariamente el número de horas se atribuye a los resultados. O sea, necesitamos otros elementos, como los objetivos de desempeño bien establecidos. Saber qué es lo que tengo que hacer, cuándo lo tengo que hacer y trabajar sobre estos objetivos.

Que tengamos las estructuras organizacionales necesarias, que tengamos capacitación y un sistema de evaluación del desempeño objetivo y eficiente. En fin, son otros elementos que sí están alineados a la productividad y no necesariamente el que a mí me vayan obligando, no explícitamente, pero sí implícitamente, a estar más tiempo en el trabajo.

En México, por ejemplo, para ser un poco más clara, si ya es la hora de mi salida y como trabajador me dispongo a salir, el resto de compañeros te ven mal. “Ya se va a retirar”, dicen.

Hay un mensaje de que ese trabajador no es el más comprometido, no le importa el trabajo y que no lo cuida. Y esto termina siendo un ambiente muy tóxico, porque entramos a otros trastornos como el presentismo. El cerebro llega un momento en que necesita un descanso y entre más tiempo pase sentado, más se va a distraer en redes sociales y hasta incide en distraer a los compañeros.

Hay varias tendencias en Europa, en España e Inglaterra, por ejemplo, que apuestan por una jornada de cuatro días a la semana ¿Cómo analiza estas dos tendencias?

—Celebro que estén incluyendo estos temas en la agenda política porque es muy necesario. Aquí en México también hay una propuesta en ir reduciendo el número de horas que tenemos que cumplir a la semana. Hoy por hoy la ley exige 48 y quieren que en un cierto período lleguemos a 40 y luego a 36, todavía no ha avanzado tanto, pero cualquier alternativa que le permita al trabajador llegar a un balance es necesaria. Ya no es que si nos parece bien o mal, es que se requiere. Los indicadores de estrés en el ámbito mundial son altísimos y venimos de una pandemia, que si bien es sanitaria, impactó en otras esferas de la vida, incluyendo la laboral y la económica.

No es meramente pasar a una reducción de horarios o de días. Es toda una reestructuración de cómo debe funcionar el aspecto laboral. Qué es lo que tengo que hacer y cuánto me va a retribuir eso. Y si lo tenemos muy bien mapeado, con otros elementos que se vienen tocando desde los últimos años como una comunicación efectiva, inteligencia emocional, colaboración, asertividad, resiliencia, todas estas características. También la buena noticia es que las podemos desarrollar con estrategias de capacitación, pues van a formar equipos altamente efectivos, con todo lo que la actualidad requiere.

¿Qué tipo de investigación sobre lo laboral están desarrollando en la UNAM?

—En el ámbito laboral hemos copiado mucha literatura de Estados Unidos y de Europa, pero creo que nosotros los latinos tenemos particularidades. Estamos trabajando desde factores de riesgo psicosocial y en desde cómo está el impacto de las tecnologías en estos cambios de las generaciones y todo lo que se ha vivido de home office, en temas de liderazgo, de gestión estratégica de recursos humanos y de los diferentes trastornos, como la adicción al trabajo y el burnout, en fin, en temas que con mucho gusto los compartimos con todos ustedes.

¿Cómo analiza el que se hayan impulsado legislaciones en distintos países para que el trabajador desconecte y descanse?

—En España y en Francia se ha aprobado la ley de desconexión. En México se espera que se apruebe pronto . Viene a llamar la atención sobre cosas que se han salido de control. El teletrabajo se implementó para muchas empresas a nivel de simulacro. Es un ejemplo más de lo retrasado que estamos en las buenas prácticas laborales. Hace más de diez años colaboré para que se implementara el home office en varias compañías y han tenido muy buenos resultados, y están preparadas para muchas cosas más.

Lamento que para una gran mayoría apenas en estos últimos dos años desarrollaran el teletrabajo y lo vivimos con mucho estrés, o tecnoestrés, con muchos abusos, porque se trabajaron más horas, y lo hemos documentado, porque como estás en tu casa puedes atender más llamadas o se redujeron las posiciones y asumistes más trabajo y si no lo asumes, estás en la lista a recortar. Esto llevó a gente a elevar sus afectaciones, aunado al miedo que vivíamos de enfrentar un virus.

Este derecho a la desconexión es un llamado de atención de que sí, somos personas que estamos laborando, pero que también tenemos que atender otra serie de elementos y  recobrar este descanso, ese momento de no hacer nada, para que cuando llegue mi inicio de jornada, esté lista para desarrollarla.

No es en balde que sociedades como las nuestras estemos desarrollando una carencia en otros temas como los familiares, sociales y de relaciones, que entran en el rango de la salud física y emocional. Creo que es parte de este descuido que nos absorbe, una sociedad tan acelerada, todo urge y tienes más pendientes de los que puedes resolver, y esto es falta de organización, porque si hubiéramos estructurado un plan de trabajo y le hubiéramos dado seguimiento, ello no sucede.

Esta es una palabra clave, darle seguimiento a los trabajadores, del que carecemos en los espacios laborales, porque si lo hiciéramos no llegaríamos a los bomberazos.

Con base en su experiencia, tanto en el campo de asesorías como en el investigativo, ¿cuáles recomendaciones debería seguir el trabajador para cumplir con su ámbito laboral y en el familiar?

—Partir de una agenda. Este puede ser el camino más sencillo si lo voy a hacer de forma individual. Tener una agenda en la que se establezca qué tiempo voy a dedicar a la higiene, la alimentación y el traslado; o sea, lo más claro posible para que funcione y respetar esa agenda. Si no me doy tiempo para comer, después voy a tener una afectación. Si no duermo, si me llevo el celular al dormitorio y me desvelo por la razón que sea, ya sea por trabajo o por estar en temas de entrenamiento voy a ir afectando al resto del ciclo. Entre más apegado esté a esta disciplina y a esta rutina, me permitirá tener más control.

Específicamente en el trabajo es importante lograr tener los elementos necesarios para que esto facilite la ejecución. Tener claridad qué es lo que tengo que hacer. Hay mucho retrabajo, muchos tiempos muertos, tener capacitados a los líderes, sabemos que tienen la función de coordinar y a veces no hacen el mejor papel.

Luego hay que ir evaluando qué otros elementos necesitamos hacer y revisar qué áreas no estamos atendiendo. Yo hago un ejercicio muy útil, que lo llamamos la rueda de la vida, en donde vemos de las diferentes ruedas en cuál tengo menor porcentaje de satisfacción y generalmente encontramos que es con la familia, con cosas que ya no le asignamos sus tiempos necesarios y no por cantidad, sino por calidad, y entonces hacemos actividades al respecto para crear conciencia.

Todas estas actividades, como parte de la vida, ayudan a equilibrar las emociones y el manejo de las diferentes situaciones en el ser humano, y le permiten tener este balance. Sabemos, desde las neurociencias, que si hago ejercicio favorezco una serie de neurotransmisores, que mitigan aquellos neurotransmisores que son generados por el estrés y la preocupación. El simple hecho de hacer ejercicio, no porque esté de moda o porque sea un cliché, es que tiene un efecto positivo y me va a ayudar a dar los resultados necesarios, pero sobre todo pensando en un enfoque sostenible: quiero ser un trabajador los últimos 20 años y hacerlo con salud.

¿Qué reflexión final hace sobre este tan trascendental campo de lo laboral?

—El tema da para mucho. Hay que verlo desde dos perspectivas. La de las organizaciones que han tenido que hacer esfuerzos para mantenerse competitivas y hacen uso de lo que está a su alcance para lograr los resultados con el menor gasto posible. Entonces tengo menos gente trabajando más horas o con más cargas e invierto poco en la formación y capacitación y les pago salarios promedio, etc.

Ahora bien, qué pasa con esas empresas si se animan a dar el paso y a valorar el recurso humano, puede ser una inversión inicial, pero que, sin duda, y lo hemos visto con las empresas que hacen estas buenas prácticas, van armando culturas de trabajo muy exitosas.

Por el lado de los trabajadores sabemos que la sociedad está enfrentando diferentes retos y no podemos hacerlo si nos estamos agobiando por el estrés laboral, y estamos inmersos en esta rutina, como si fuéramos unas ratitas dando vuelta alrededor de un aparato. Creo que el trabajo satisface elementos de la vida y hay que verlo así, para no descuidar otros que también son sumamente importantes, pero hacerlo hay que hacerlo con inteligencia.

Hay que trabajar llegando a las metas establecidas, pero ahí ya les dejaría unos puntos suspensivos para saber si realmente tienen claro cuáles son esas metas que deben alcanzar en materia de trabajo.

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