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En América Latina el 45% de población infantil y adolescente vive en pobreza

Otros sectores vulnerables como mujeres, afrodescendientes e indígenas también sufren con mayor intensidad el flagelo de la pobreza.

La incidencia de la pobreza está golpeando más fuertemente a unos sectores que a otros, y precisamente, son los niños, niñas y adolescentes quienes están en mayor condición de vulnerabilidad.

Según el informe Panorama Social de América Latina y el Caribe 2022 de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL) un 457% de la población infantil y adolescente de la región se encuentra en pobreza.

Esto presenta un mayor agravante y es que la educación cayó en un abismo, provocado por la pandemia de COVID-19, pero que ya tenía grandes deudas y deficiencias que los países no lograban superar.

Desde antes de la pandemia, esta población ya enfrentaba profundas desigualdades y privaciones según su nivel de ingresos, por ejemplo, en materia de servicios básicos o hacinamiento, debido al bajo logro educativo de los adultos responsables y por la falta de acceso a internet y dispositivos para conectarse.

Y las proyecciones de recuperación no son muy halagadoras, pues la CEPAL estima que la pobreza seguirá afectando durante el 2022 a 201 millones de personas, es decir, un 32,1% de la población total de la región, poniendo en desventaja a la población joven.

Pero también, otros sectores vulnerables se están viendo impactados, como las mujeres de 20 a 59 años, quienes tienen tasas de pobreza superiores a los hombres en todos lo países.

Según José Manuel Salazar-Xirinachs, Secretario Ejecutivo de la CEPAL, también tiene una incidencia en la población indígena y afrodescendiente, afectando al 30% y al 46,3%, respectivamente.

Los datos del organismo de Naciones Unidas plantean que los niveles proyectados de pobreza extrema en 2022, ubicados en un 13,1% para América Latina y el Caribe representan un retroceso de un cuarto de siglo para la región.

Y la desocupación proyectada para finales del año, implica un retroceso de 22 años, afectando especialmente a las mujeres, para quienes las estadísticas suben de 9,5% en 2019 a 11,6% en 2022.

 

 

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