País

Empoderamiento de comunidades es clave para salvar a felinos

Ante el peligro de extinción que amenaza a seis especies de felinos que habitan en Costa Rica, quienes conviven con ellas poco a poco implementan prácticas para prevenir ataques y muertes de animales.

“La gente tiene preocupación por el chiquito que va a la escuela, no caminan solos por las noches porque le tienen cierto temor, pero en el campo no es tanto el temor como la preocupación por el daño que hace el jaguar a los pocos recursos disponibles”.

Leyla Campos, presidenta de la Asociación de Desarrollo de San Jorge de Bagaces empezó a explicar de esa manera la compleja relación que con el majestuoso animal tiene dicha comunidad, que llegó a desaparecer casi totalmente en las últimas décadas del siglo pasado, debido al abandono institucional y las escasas fuentes de trabajo.

Hoy, esa comunidad rural vuelve a ver empleos generados por iniciativas turísticas, pero las labores agrícolas -incluida la ganadería- constituyen una importante forma de subsistencia para la pequeña población, aledaña a solo un kilómetro de distancia del Parque Nacional Rincón de la Vieja. Por ello no es inusual que el imponente y peligroso jaguar ataque al ganado, “han llegado a las casas a comerse el perro, a las porquerizas por los cerdos, hasta a los guardaparques se les comieron los caballos”, detalló.

Esa localidad fue uno de los puntos de partida del trabajo que hace el programa Gente y Fauna, de la organización Confraternidad Guanacasteca. En esa iniciativa participa Ronit Amit, doctora en Ecología Silvestre y Conservación de la Universidad de Florida.

Amit explicó que como bióloga, ha comprendido que “lo que hay que hacer es trabajar con la gente, hacerse uno más interdisciplinario, los nuevos proyectos tienen un enfoque en el que no se puede distinguir lo que es biología de lo que es economía, o de lo que es psicología”.

Detalló que entonces los estudios pasaron de tratarse solo de cuántos animales hay, dónde están las presas y cuánto daño hacen en las fincas, a analizar la productividad en las fincas, de qué tipo de productores se trata. “Intentamos fomentar la gobernanza local de los recursos y que las comunidades adquieran deberes y derechos sobre la fauna que tienen alrededor”, indicó.

Ante la realidad de que no solo el jaguar, sino todas las especies de felinos en el país se encuentran en peligro de extinción, Amit, quien además es docente en la Escuela de Biología de la UCR, aseveró que la prevención es la principal bandera que levantan todas las organizaciones que trabajan con felinos.

Las otras especies presentes en el país son el puma, caucel, ocelote o manigordo, yaguarundí o león breñero y el tigrillo.

El pasado 4 de julio, al conmemorar el Día Nacional del Felino Silvestre, el Ministerio de Ambiente y Energía (Minae) y el Instituto Nacional de Seguros (INS) firmaron un convenio para establecer un seguro pecuario, que cubrirá la pérdida que sufra el propietario de una cabeza de ganado si fallece o debe ser sacrificado tras un ataque de algún felino.

Por otra parte, en la misma actividad Joaquín Vargas, director del Área de Conservación Tortuguero (ACT), y David Corrales, biólogo de la organización Panthera, presentaron los resultados del trabajo de la Unidad de Atención de Conflictos con Felinos (UACFel), que al día de hoy ha atendido más de 200 casos de depredación en todo Costa Rica.

Según explicaron, han buscado que los finqueros ganaderos implementen medidas como levantar cercas electrificadas, mejor iluminación e incluso la introducción de búfalos para prevenir los ataques y evitar muertes tanto del ganado y otros animales domésticos, como de los felinos salvajes.

Producción y biodiversidad

Felipe Hernández, de la Asociación Preservacionista de Flora y Fauna (Apreflofas), observó que a nivel nacional el “gran problema no solo con felinos, no solo con las especies en peligro de extinción, sino con la vida silvestre” es que se desconoce a ciencia cierta el tamaño de sus poblaciones.

Lamentó, además, que pese a que en el territorio continental cerca de un 26% se ha dedicado a áreas silvestres protegidas (ASP), “la información que tiene la población sobre las especies que tenemos en Costa Rica es muy poca”.

A ello sumó el hecho de que “seguimos teniendo problemas de cacería, pérdida de ecosistemas y demás, y aportamos a que esas especies vayan en camino equivocado (hacia la extinción), en lugar de protegerlas”.

“Las prácticas nuestras no son las mejores, por ejemplo el caso de las extensiones de piña, se suman y suman hectáreas, incluso se meten dentro de zonas protegidas y no tenemos el mecanismo de regulación para detenerlo o controlarlo mejor”, aseveró.

Si bien destacó que poco a poco Costa Rica hace esfuerzos por cambiar sus políticas o prácticas para que sean más amigables con el ambiente, señaló que otro factor que influye es la expansión de la red vial, pues los caminos o carreteras “parten bosques o circula maquinaria, se da atropello de fauna”, que puede tratarse de presas naturales de los felinos.

Dijo que recientemente ha sido más evidente en redes sociales cuando se dan atropellos de vida silvestre, y una de las especies que últimamente se ha visto es el manigordo. “En el Refugio Nacional de Vida Silvestre Playa Hermosa Punta Mala, en los últimos dos años tuvimos tres manigordos atropellados, hace menos de un mes uno herido que se fue al bosque. Este año, un jaguar cerca del aeropuerto Daniel Oduber”, informó.

El ecologista enfatizó que las especies no se colocan bajo la clasificación de amenazadas por casualidad, “ya una vez que está bajo la sombrilla de especie amenazada hay que hacer algo, hay que poner el ojo en todas las especies amenazadas, qué política o mecanismo de corrección podemos emprender como país, de manera que podamos aumentar los números de individuos de las especies”.

Ana Lucía Orozco, especialista en biodiversidad y adaptación basada en ecosistemas en el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) en Costa Rica, destacó la importancia de la conectividad entre las áreas protegidas, con el fin de que “no sean solo islas, para que esa biodiversidad sea viable en todos sus niveles”.

Explicó que las especies terrestres que migran o que tienen rango de hábitat más amplio, como los felinos, requieren de espacios para encontrar sus presas naturales o parejas viables para la reproducción. De manera que si los remanentes de bosque quedan aislados, empiezan problemas de erosión genética.

Así, la especialista manifestó que los esfuerzos locales con las comunidades son “súper importantes” y que por ello el trabajo de conservación debe tomar en cuenta el medio de vida de esas comunidades; “es la mejor estrategia de la que se habla a nivel mundial”.  Es decir, se trata no solo de cómo evitar la cacería, sino “cómo se mejora la forma de vida y la parte productiva de estas comunidades”.

Apuntó que también es preciso integrar las llamadas mejores prácticas para que la gran agroindustria contribuya a las estrategias de conservación a nivel macro. “Lo primero -dijo- es conservar el ecosistema natural remanente. Lo segundo, ya en el ámbito de la finca, es integrar una estructura similar a un bosque natural, que tenga cobertura de especies nativas vegetales e implemente mejores prácticas de retención de suelo”.

Mientras tanto, la bióloga Amit de manera específica subrayó la necesidad de “conocer al ganadero en sus diferentes comunidades, el ganadero de Guanacaste es diferente del de la zona Sur, o Valle Central o Caribe”.

Además, insistió en el objetivo de que la gente local en cada comunidad pueda ser “mucho más activa; devolverle sus derechos y responsabilidades puede aliviar el trabajo de los funcionarios de gobierno. En Costa Rica muchas comunidades asumen su mejora de caminos, acueducto local, y la idea es que también se encarguen de su fauna”.

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